
MEMORIAS DE PÁJAROS Y HOMBRES
PARA REPARAR LA PALABRA ROTA Y
RECUPERAR LA ESPERANZA
Enyerve Mejías
“En el reino de paz por venir se reconciliaran
el ser humano y la naturaleza.
El ser humano ya no será más que un
conciudadano de una república de seres vivos
a la cual también pertenecerán las plantas,
los animales, las piedras, las nubes y las estrellas”.
Byung Chul Han. Vida contemporánea.
Reparar el correlato narrativo -palabra rota- consustancial a la
barbarie civilizatoria -y su pulsión de muerte- y con ello recuperar la
esperanza, es la labor de una Maestra y ese precisamente ese es el trabajo
adelantado por Mery Sananes en su libro Memorias de Pájaros y Hombres.
Consciente de los efectos de la historia que nos fue impuesta y el rol
de la academia en el quiebre de las mismas, la Poeta se dispone a rescatar las
mismas y nombrar como si fuese por primera vez cada instancia que nos fue
expropiada en el pasado y presente.
En este mundo tan extraviado -tiempo de guerra y muerte- cómo hacerlo,
cómo dotar a la palabra del vuelo y profundidad necesaria para designar las
cosas como por vez primera. Para ello, Mery abre el corazón y los sentidos e
invoca para que vengan en su auxilio a quienes enseñaron a los hombres el andar
en el vuelo y la canción: los pájaros.
Desde entonces, el huerto - hospedaje de cantos- de la casa donde vive
la poeta- construida con hilos de lumbre -es visitada regularmente por una pajarería-colibríes,
ruiseñores, cristofué, golondrinas, palomas, turpiales, mirlos, carpinteros,
gorriones, jilgueros, pelícanos, gaviotas, guaiti, azulejos, tucusitos,
cardenales, gonzalitos, tejeros, tortolitas, chirulíes, quetzales, garzas,
zumayas- dispuesta para la misión.
A partir del entronque con los seres alados, ni la misma Poeta, conocida
también como la hija de la luna, volverá a ser la misma. Ahora, se le designa
con otro nombre -la señora de los pájaros- su cabellera tronca -en un
nido de risas- y sus haberes crecen y traen de cabeza a los gendarmes del
capital, quienes no saben cómo contabilizarlos.
Después de ese momento, los pájaros y Mery sostienen un diálogo fecundo
-trino a dos voces- y se disponen a renombrarlo todo -lo lejano y cercano- haciendo
de toda una unidad inseparable. Y es precisamente en esa comunión, donde
la palabra rota es reparada -resucitada-, donde todo adquiere una fisonomía
distinta -ciudad, país, hemisferio, planeta, etcétera-, donde se abre
espacio para el porvenir -preludio de la esperanza-.
Queda a cada lector abrevar de esas Memorias de Pájaros y
Hombres para reparar la palabra rota y recuperar la esperanza.
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