miércoles, diciembre 17, 2025

La viruela en la Venezuela colonial

LA VIRUELA EN LA VENEZUELA COLONIAL

 
Luís Caladilla Prieto


Viruela, voz que viene del latín varius y significa salpicado. En la lengua provenzal se llama variola. La viruela es una enfermedad viral infectocontagiosa de carácter epidémico, caracterizada por la erupción exantemática acompañada de fuerte malestar general. En epidemiología, lo fundamental de la lucha antivariólica ha sido la higiene y la vacuna.
 
1.-
En occidente fue Rozéz, quien describió por primera vez dicha enfermedad, y en 1796 Eduardo Jenner, médico inglés (1749–1828), descubrió la vacuna. En muchos países la vacunación fue obligatoria y se exigía su certificación; gracias a la vacuna a partir del siglo XIX, progresivamente, la viruela dejó de ser una de las epidemias más mortíferas y en la actualidad, para bien de la humanidad, está totalmente erradicada (1). Seguidamente puntualizamos la historia del suceso epidémico en la Venezuela Colonial:

 

2.- El insigne historiador Enrique Bernardo Núñez (2), en su libro “La Ciudad de los Techos Rojos” da cuenta del pasado de la ciudad colonial y logra expresar ese tiempo en el texto, imprimiéndole vigor y armonía a la narrativa de sus hechos históricos. Dice el autor que, en el desarrollo de la Caracas de entonces, son puntos importantes a considerar las epidemias, plagas y otros flagelos ante los cuales, sus habitantes imploran auxilios con invocaciones a los santos y construcciones de edificaciones religiosas. En tal sentido, entre muchas acciones y rogativas, contra la plaga de langosta construyen la ermita de San Mauricio, el templo de San Pablo, a la viruela importada de Guinea y el templo de Santa Rosalía, al vómito negro. 

 

3.- En 1764 ya existen serios indicios de viruela en Venezuela, particularmente en Caracas. Núñez (3) habla de una tos contagiosa y añade que la imagen de Santa Rosalía es conducida en rogativa a la Catedral, refiere además que llegan noticias de que la viruela ha invadido Coro y los valles de Ocumare y de Aroa; agrega que las autoridades ordenan vigilar las embarcaciones y aislar a los enfermos.

 

4.- Comenta Núñez (4) que el licenciado Francisco Xavier de Socarrás, el mismo cuyo apellido da nombre a esa esquina de Caracas, en comisión autorizada por los Alcaldes Juan Jacinto Pacheco y Francisco Berroteran, va a Catia, distante a dos leguas del centro de la ciudad, donde se hallan algunos variolosos. Los honorarios de licenciado Socarrás por nueve visitas durante sesenta y tres días, parecen luego excesivas a los nombrados Alcaldes.

 

5.- En enero de 1764 los Alcaldes ya mencionados determinan que el doctor Lorenzo Campins, médico de profesión, regule y tase lo que halle ser justo en los costos de medicinas, asistencia y curación que presenta el licenciado Socarrás, quien alegó que costeó las medicinas y el caballo para hacer las visitas, que perdió una muda de ropa que se ponía antes de llegar al degredo (lugar de reclusión de enfermos contagiosos) y lo que es peor argumentó, que con motivo de su nombramiento ha dejado de ganar buena cantidad de pesos en “otras curaciones”, porque los enfermos de la ciudad tenían terror de recetarse con él. (5) 

6.- Aunque luzca fuera del contexto hay que decir quién era el doctor Campins. Idelfonso Leal (6) en su libro “Historia de la UCV” refiere que Lorenzo Campins y Ballester, doctor en Ciencias Médicas llegó a Venezuela en 1762 y en abril del siguiente año, el Claustro Universitario aceptó su solicitud y reconoció sus grados académicos para la creación de la cátedra de Medicina, de tal forma que el 10 de octubre de 1763, se inaugura en la Universidad Central de Venezuela la primera cátedra de Estudios Médicos, aspiración que la universidad caraqueña pudo hacer realidad después de superar muchas dificultades de índole diversa. 

7.- En enero de 1775, se expide el título de bachiller en Medicina a Francisco Molina, quien sustituye en la jefatura de cátedra a su maestro Campins en 1784. Fue un duro quehacer de estos pioneros de la medicina nacional formar un cuerpo médico criollo, por tener diversas causas en su contra: escaso interés en la juventud de la época, tal vez por las características de la sociedad colonial y quizás también, por el excesivo número de curanderos que impunemente ejercían la medicina con la aceptación y estima de los vecinos. 

8.- Retomando la continuidad del punto 4, el doctor Campins en cumplimiento de la misión que le fue confiada, avaluó la participación del licenciado Socarrás en la forma siguiente:  

·       Las nueve visitas, costeando el caballo, 6 pesos c/u (54 pesos)     
·      Prendas de vestir: una camisa 3 pesos, los calzones 2 pesos, las medias 3 pesos, un par de zapatos 7 pesos (total 15 pesos)
·       Visitas que dejó de hacer a pacientes privados (94 pesos)                                               
·       Medicinas: tasó el costo de cinco recetas diferentes: a) 15 reales, b) 15 reales, c) 11 reales, d) 1 peso y e) 1 peso y real y medio (177 pesos)
El doctor Campins también justipreció las recetas despachadas por el boticario José Pricinio, quien asistió a varios enfermos en el degredo en 63 pesos y tres reales.  (8)
 

9.- En razón que la epidemia continuaba, las autoridades ordenan la habilitación de las casas de Antonio Blanco y de Pedro Blandín, en Catia y las que parecieran más a propósito. Se colocan guardias para evitar la comunicación con los enfermos con gratificación de real y cuartillo diario al cabo de guardia. Se establece la denuncia obligatoria, médicos y curanderos que no lo hagan serán multados en 200 pesos. El 9 de marzo de 1767 se prohíbe “a curanderos sin ciencia ni estudio de la viruela” ejercer su oficio, solo se les permite a los que fueren profesores y cirujanos. En el cementerio de Santa Rosalía se abren grandes zanjas para enterrar a los muertos.  (9) 

10.- En 1772 la epidemia de viruela todavía continúa, trece mil personas se cuentan entre muertos y desaparecidos. Las familias se mantienen en los campos, las escuelas están desiertas, se paraliza el comercio con el interior de la Provincia. La angustia y el temor hallaron expresión en el ruego de “Aplaca Señor tu ira, tu justicia, tu rigor, dulce Jesús de mi vida. Misericordia Señor”. (10) 

11.- Núñez (11), refiere que la duración de la epidemia fue atribuida a la inoculación que comenzaron a poner en práctica y dice al respecto, que el Cabildo pidió al gobernador Agüero que prohibiera el uso de la inoculación o que señalara el tiempo y lugar aparte para los que quieran someterse a ella. Agrega el citado autor que todavía debían pasar algunos años para hallar el tratamiento idóneo contra el flagelo. En pie de página comenta el autor que el 4/10/1948, el profesor Julio M. Bengoa publicó un artículo en el Universal titulado “Variolización Vacunación”, para evitar el error frecuente de confundir ambos conceptos. Al respecto aclara el historiador Núñez, que las actas del Cabildo dicen inoculación y no variolización. En el área de la terapéutica la variolización fue una técnica de profilaxis de la viruela, practicada antes de la introducción de la vacuna de Jenner, y consistía en inocular polvo de costras desecadas.  (11) 

12.- Relata Núñez (12) que la expedición de la vacuna presidida por el médico Francisco Xavier Balmis, enviada por el Rey Carlos IV con el propósito de propagarla en sus dominios, desembarcó en Puerto Cabello a fines de marzo de 1804 y llega a Caracas los primeros días de abril. La junta de la vacuna se instala el 8/04/1804 en la casa del gobernador Vasconcelos y celebró sus reuniones de trabajo en la casa del conde de San Xavier; en las cuales el propio Balmis redactó el reglamento de la Junta y el método que debía seguirse para resguardar el fluido terapéutico. 

13.- Con la evidente satisfacción surgida por la expedición de la vacuna y la inmediata acción en beneficio de la población Andrés Bello, escribió en 1804 “Oda a la Vacuna”, obra poética del insigne humanista en la cual, además de reconocer el gesto del Rey de las Españas, describe con su autenticidad poética la problemática y miserias que vivió la población. Finalmente acota el autor de la Ciudad de los Techos Rojos, que el primer vacunado oficialmente fue el niño Luis Blanco, quien estudió la carrera de abogado y murió en 1874.  (13)

 

14.- Andrés Bello, en su “Oda a la Vacuna” expresa en su canto el agradecimiento de Venezuela. Describe como la epidemia tocó a todos por igual, la angustia y el temor de los habitantes, el elogio a la ciencia y la acción benefactora y, por último, el recuerdo de nuevas generaciones sobre aquel mortífero suceso. A continuación, algunos fragmentos del poema, desglosados en su orden lógico: (14)

 

15.- “Si, Venezuela exenta del horrible azote destructor, / que, en otro tiempo sus hijos devoraba, / es quien te envía por mi tímido labio sus acentos”. / “El palacio igualmente que la choza /se ve de luto fúnebre cubierto; / perece con la madre el tierno niño; /con el caduco anciano, los mancebos”. / “¡Cuántos a manos mueren del más duro desamparo”! Los nudos más estrechos / se rompen ya: la esposa huye del esposo, el hijo del padre y el esclavo del dueño”. / “Jenner es quien encuentra bajo el techo / de los pastores tan precioso hallazgo. / Él publicó gozoso al universo / la feliz nueva, y Carlos distribuye / a la tierra la dádiva del cielo”. “Entonces, cuando al viejo a quien agobia / el peso de la edad pinte a sus nietos / aquel terrible mal de las viruelas, / y en su frente arrugada, muestre impresos / con señal indeleble los estragos / de tan fiero contagio, dirán ellos:

“Las viruelas cuyo solo nombre / con tanto horror pronuncias, ¿qué se han hecho?”

Y quedó extinguida la viruela de ayer y de hoy, pero hay que ver la cantidad de las mismas y de otras características y señales que han hecho presencia y daño a lo largo de esta historia de la Venezuela invadida.

Referencias: 

1   Gran Enciclopedia Larousse. 3a. ed. Barcelona-España. Editorial Planeta, S. A. 1977. Tomo 10, pp. 829-30.

2  Núñez, Enrique Bernardo: La Ciudad de los Techos Rojos. Caracas. Litografía y Tipografía “La Bodoniana”. 1973, p. 17.

3      Núñez, E. B., Op. Cit., p. 164-65.

4      Ibídem, p. 166.

5       Ídem.

6  Leal, Idelfonso: Historia de la UCV (1721-1980). Ediciones del Rectorado de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, Imprenta UCV. 1981, pp. 73-74.

7      Núñez, E. B., Op. Cit., p 166.

8       Ídem.

9      Ídem.

10   Ibídem, p. 167.

11   Ibídem, p. 167-68.

12   Gran Enciclopedia Larousse. Op. Cit., p. 635.

13   Núñez, E. B., Op. Cit., p 168.

14   Ídem.

15   Medicina fuera de la medicina. Oda a la vacuna. Andrés Bello. 2013. Disponible en:1       

https://medicinafueradelamedicina.wordpress.com/2013/02/04/oda-a-la-vacuna-andres-bello/

 Bibliografía

GRAN ENCICLOPEDIA LAROUSSE. 3a ed. Barcelona-España. Editorial Planeta, S. A. 1977. Tomo 10, pp. 635, 829-30.

LEAL, IDELFONSO: Historia de la UCV (1721-1880). Ediciones del Rectorado UCV. Universidad Central de Venezuela, 1a ed. Caracas. 1981. Pp. 73-74.

NÚÑEZ, ENRIQUE BERNARDO: La Ciudad de los Techos Rojos. Caracas. Litografía y Tipografía “La Bodoniana”. 1973, pp. 17, 164-168.

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