VEINTE AÑOS DESPUÉS
PAN DE AVENA CON AROMA
DE JOBOS Y SABOR A HOGAZA DE MIEL
Un
día, hace casi treinta años, conocí el pan de avena. Me lo trajo la Abuela
Ramona, junto a su cesta de mangos y dulce de cabello de ángel, con la que
siempre andaba repartiendo dulcerías y bienaventuranzas. Y le pregunté a
Agustín: ¿de dónde salió este pan aliñado de grano y de sol? ¿Quién fabrica
este aroma de jobos, esta hogaza de miel? Y me dijo: Jesús, Jesús Flores, el
panadero. Jesús, el camarada. Jesús el amigo y el hermano. Jesús el que me
enseñó un día el horno donde se cuece la templanza y el coraje y la decisión de
ser hombre de pueblo, hombre de verdad.
UN PAN HECHO CON EL AZÚCAR
DE SU CORAZÓN
Desde
ese día el pan de avena se instaló en mi casa. Y con él Jesús. Mis hijos
aprendieron a comer sus primeros bocados con su pan y sus primeras lecciones de
humanidad en su escuela del vivir. Cuando faltaba, porque no venía entre las
ciruelas y granadas de la Abuela, todos nos poníamos tristes. No había pan que
se le pareciera. Porque estos panes no estaban hechos sólo de trigo y avena,
contaban tambien con los sueños de Jesús, con la levadura de su magia, con el
azúcar de su corazón.
Cuando
los niños preguntaban por Jesús, el padre les respondía: hijos, cuando yo tenía
la edad de ustedes, me iba a la salida de clases a la casa de Jesús a preguntarle
muchas cosas. Y siempre salía de allí con los bolsillos llenos de lecciones y
enseñanzas. Un día le dijo; hay que repartir estos papeles. Ten cuidado, porque
es peligroso. Pero llévalos de casa en casa y luego te regresas. Estábamos en
plena dictadura. Ese día aprendió lo que era ser militante de la esperanza y el
porvenir y desde entonces nunca dejé de ser su discípulo.
JESÚS LLEGÓ AL BARRIO LA LIBERTAD CABALGANDO EN UNA FLOR DE CARABOBO
Jesús
venía de Montalbán. Y cabalgando en una flor de carabobo un día llegó a los
territorios aragueños para no irse jamás. Aquí, del lado sur de la línea,
frente al Barrio El Carmen, fundó, junto con muchos otros, el Barrio La
Libertad. Allí echó raíces junto con la Ofelia de toda la vida y libró sus
batallas de comunista infatigable, de hombre de conciencia revolucionaria. El Yunque
de Aragua se le llamaba, asl era la reciedumbre de su temple, su resistencia luchadora.
A Jesús le escuchamos por primera vez la palabra comunismo hace cuarenta años.
MAESTRO DEL PAN Y FORJADOR DE
CONCIENCIA
Militante
de la justicia social, maestro del pan y forjador de conciencias, dejó el partido
en el que había militado toda su vida, cuando advirtió que su posicion ya no
era de pelea. Intentó compartir con otra organización que también se
autoproclamaba comunista pero pronto se dio cuenta de que no avanzaban en una
teoría y una práctica transformadora y combativa. Y prefirió, sin partido
alguno, proseguir su vivir entregado a la causa del pueblo, las luchas sindicales,
las reivindicaciones, las mejoras del barrio. Todo el derrumbe del llamado
socialismo no debilitó su savia de amor revolucionaria. Dijo: no hay que perder
la fe y la esperanza en la clase obrera. El comunismo, después de muchas
depuraciones y combates, se impondrá.
JAMÁS SALIERON CON SABOR AMARGO
SUS PANES
Jesús
es un hombre que creía en el amor y la justicia, en la entrega y el sacrificio.
Le tocó batallar y sufrir mucho en su vivir. Y sin embargo jamás salieron con
sabor amargo sus panes ni sin su punto exacto de fuego. Cultivaba la amistad y
la ternura. Y la batalla por construir un mundo hecho de flor y esparcido de
granos. No tuvo mayor instruccion pero su sabiduría era tanta que la repartía a
manos llenas, mientras inventaba armonías con su mecedora de patio de pueblo,
su silleta de madera y anis.
COCINABA ALMÁCIGOS DE HIERBA LUISA
Y GUARAPOS DE ORÉGANO
Tuvo muchos hijos, los propios y los que se le sumaban de tanto querer su
temple de acero y su risa de algodón de azúcar. Su casa nunca he tenido puertas
ni cerraduras, sino mesa tendida y saludo de hermano. Nunca le dio tiempo a la
aflicción o al desconsuelo. Cocinaba almácigos de hierba luisa y guarapos de
orégano que levantaban el espíritu y sostenían el corazón. Enseñaba a ser
perseverante y laborioso y a tener la resistencia de la arcilla y de la piedra.
UN DÍA SE FUE A ESPARCIR SUS PANES EN EL ROSTRO ALADO
DE LAS CARACOLAS
Jesús
era puro abrazo. Porque aquella gigantesca humanidad cobijaba un río de
cuerdas, repuntadoras de sones. Fundó escuela de humildad y sencillez. Su
estirpe obrera y revolucionaria echaba raíces en la risa de los niños que
soñaba. Nada lo doblegó. Ni siquiera ese mal que un día toco a sus puertas con
intención de derribarlo. Lo recibió de pie, encendido el horno de sus
sentimientos con las leñas del amor. Y le dijo: si me voy contigo, no creas que
me has vencido. Sólo voy a instalar nuevos fogones en el cielo para esparcir
mis panes en el rostro alado de las caracolas. Sólo me marcho en dirección al
sol, el gran hornero, para sembrar destellos de miel en los horizontes donde
nacen las lluvias.
NOS TOCA HACER COMPROMISO DE PAN DE HORNERO
Por
eso hoy no podemos cultivar las lágrimas, la tristeza ni el dolor. Porque él
nos dejó la fortaleza como la más grande de las lecciones. Nos dejó su armadura
de acero y cundeamor. Su estatura de llama colosal. Y por ello, en este mediodía
oloroso a pan caliente, hay que hacer alarde de roble y de samán. Proeza de
maguey y centinela. Porque nos toca hacer compromiso de pan de hornero. Y
juntar todo el dulzor de sus manos alfareras, toda la bondad de su corazon
proletario, toda la entereza de su sabiduría popular, para enhebrar un canto de
batalla, una promesa de plenitud, un andén de gladiolas, que lo acompañen en
esta nueva travesía.
JESÚS EL ETERNO ESPARCIDOR DE BIZCOCHOS Y CATALINAS
Jesús,
hermano del alma, compañero y camarada, cómo andarán de contentos los niños
ahora que podrán untar tu pan de avena con la confitura de guayaba de las
abuelas, y la sonrisa de tu Ofelia. Cómo estará alegre la Bruja Márquez, ahora
que podrán juntos de nuevo seguir inventando futuros. Y cómo se engalanarán las
noches con sus luceros para recibir al fogatero mayor, al esparcidor de bizcochos
y catalinas.
Nosotros,
Jesús, en este día en que apagaron por un instante los fogones del mundo para
celebrarte, te hacemos la promesa de cultivar por siempre y para siempre tu
escuela de pan, comunismo y amor, tu lección de avena, vida y porvenir.
Diciembre
1991
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