LOS TESOROS
Guardar puñaditos de arena, montoncitos de tierra, caracolitos, hojas de árboles, florecitas secas o pequeñas plumas de pájaros es mantener vivas en nuestra memoria las playas y los caminos recorridos, los montes y montañas ascendidas, los mares y ríos donde nos hemos sumergido, los bosques, los prados y jardines que hemos disfrutado, los deseos de libertad sentidos o –al menos- los de no tener los pies sólo en el suelo. Guardar esos tesoros, es hacer pasar por nuestro corazón la maravillosa posibilidad de ser uno de los tantos Hacedores de Mundos Vividos.
Guardar los abrazos recibidos, los besos que nos han dado, los regaños merecidos, los errores enmendados, los poemas leídas, los cuentos escuchados, intercambiarlos –permanentemente- entre todos, próximos o lejanos, tanto como el compartir esa riqueza (que hemos cotizado no al precio del dinero, sino al valor de los amigos), es como acercarse a ser uno de los muchos Hacedores de Hombres Vivos.
Armando Quintero
Esta es apenas una partecita de un libro fabuloso, llamado De tiempos inmemoriales, de un mago maravilloso, cuenta-cuentos, pintor, artista y poeta llamado Armando Quintero Laplume.
Un hombre que en el lugar de su corazón ostenta un arcoiris con pretensiones de ser cometa, que se nutre de mariposas y pájaros, que tiene el don de convertir las palabras en cuentos y los cuentos en sonrisas que van a sembrarse en el corazón de los niños.
Es él mismo un niño disfrazado de gente grande que se siente incómodo con una indumentaria que no pertenece a su estirpe de asombro y de sueños.
Un Hacedor de Alegrías, un ingeniero de la ternura y un arquitecto persistente de complicadas estructuras aéreas que viajan hasta el país del alma para germinarlo de luceros.
Recién sale este nuevo libro, publicado por Editorial La Casa Tomada, Caracas, 2005.
Es el cuento de cómo La Tierra que en sus principios era apenas una pequeña roca sin vida, tan pequeñita, tan chiquitina, que podía caber cómodamente en la cajita de fósforos que estaba en el bolsillo de la chaqueta del Primer Hacedor, fue creciendo de mano de los Hacedores de la Vida hasta crear al hombre y su asombro, en el entendido de que “todos llevamos un universo por dentro, bien bonito del cual podemos ser sus Maravillosos Hacedores”.
Quien quiera saber más escríbale directamente al autor: lavacazul@cantv.net
Leer mas!