Y se vino este abril cabalgando
en los mayos que destilan florerías
en las honduras de las penas
que se agigantan en las penurias
de las despedidas que no se cumplen
Y se vino como un tiempo
que avasalla toda lágrima
para viajar en la cima de un azulejo
hasta los confines de los bosques
y advino mariposa para alcanzar
el movimiento sin fin de lo que vive
hasta el siempre de nuestras
envergaduras
Allí donde la tierra se hace
aposento de los bosques
y desenfadada residencia
de los días que vendrán
a Pablo, en este otro su abril
3 comentarios:
Revolución de la conciencia
Pablo Mora
moraleja@movistar.net.ve
Canto al acero del fusil materia ciclópea del arado. Al metal de azuladas resonancias proletarias, con timbre de sudor y de combate. (Rafael Guerrero).
Otra vez la poesía nos convoca, la humanidad nos convoca, nos hace reunir, abrazar en la cercanía y en las distancias: La Habana nos convoca con los poetas del mundo, por una humanidad posible, por un hombre y una vida posibles. La poesía toma la palabra, sentimos; y la humanidad, a través de ella, de sus versos, irá diciendo, proclamando sus dolores, sus sueños, sus caminos. Este es un comienzo —acaso lo más difícil sea comenzar—, que ya se abraza, y su continuidad por el planeta dependerá de nosotros. Hagamos correr como un agua y un aire limpios nuestro bando: “El hombre es posible, la vida es posible, la poesía misma es posible, sobre la faz de la Tierra; en la hermandad, en la conciencia de hermandad, está el secreto”. Los poderes más necios y rapaces, profundamente destructores, se han alimentado en los tiempos de nuestras soledades y cansancios y, así, de nuestra indefensión. Que este comienzo sea en verdad el comienzo. Los poetas de la humanidad se tomen de las manos, se tomen de las voces, pensando en el hombre, en la vida. (Eduardo Dalter).
Nos hermana, nos imanta, nos convoca la poesía, la revolución de la conciencia. Ella es letra inicial en cada mano y pulso abierto del panal nocturno. (Ana Enriqueta Terán). Entre las palabras y el afecto del Héroe y la noche, de mano del Alfabeto del mundo el viejo sueño de plantar el árbol, el hijo, el libro. Todo es obra del tiempo. Que todo corra bien en esta plaza, en nuestra casa, en nuestra patria. Que lo que quede de Dios allí en flores, luces y aire, entre ladrillos, cielo y luna, nos proporcione mucho contento interior y mucho de lo que nunca se puede reducir a palabra. (Eugenio Montejo).
En sintonía creadora, en sinergia esplendorosa, desde el 4° Festival Mundial de Poesía 2007 Venezuela hasta el XII Festival Internacional de Poesía de La Habana una sola consigna: Palabra en el mundo. Lo mejor de la humanidad para preservar la poesía, la palabra, para transmitir nuestros latidos de fe en el ser humano: en el hombre, en la palabra y en la vida. Palabra en el mundo como taladro allá y acá: en La Habana y en Caracas y sus tantos estados o costados y en cada lugar del mundo que acoja el llamado, la convocatoria. Un poema para la Humanidad, un poema que dé vuelta al mundo. Un encuentro poético alrededor de todos. ¡Por la Paz! ¡Para que la guerra nos deje en paz!
A mantener abierta la palabra. A reinar sobre la muerte. A sentir juntos. A sacar la flor de la ceniza. A vigilar mientras los otros duermen. A servir entre la lluvia. A apuntalar el sueño. A unir lo posible con lo imposible. A salvarnos de la muerte. A hacer más vivo el vivir. A la vida. A limpiar el poder cuando corrompa. A cambiar la vida. A afilar el verso. A alentar el alba. A la fidelidad del relámpago. A la memoria del pueblo. A la salvación del hombre. Al antiguo asombro. A la sombra antigua. A descubrir los secretos de los dados. A llevar el infinito a cuestas. A salir de la mirada. A alumbrar la maravilla. A todos los caminos. A despertar a latigazos el silencio. A defender el milagro de la vida. A amar el mundo. A rodear este esfuerzo. A amar al otro. A pisar días, instantes caminados. A pisar los pensamientos de la sombra. A pisar la sombra en busca de un instante. ¡A pisar fuerte! ¡Adelante! ¡Hasta cada rato! http://www.poiesologia.com/
Un nuevo sol en clave de sí
Pablo Mora¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬
moraleja@movistar.net.ve
¿Valdrá cambiar los sacos de balas por cuerdas en esta hora?
¿Valdrá que llenemos las almas y los campos con la palabra paz?
¿Valdrá en este momento, de Andrés Bello “La oración por todos?”
¿Valdrá el canto de los niños? En paz queremos crecer...
¿Valdrán los poemas urgentes de Pablo Mora, y las cartas de Saramago y García Márquez?
Lil Rodríguez
¿Valdrán las preguntas de Lil Rodríguez, de Neruda, de Jesús? ¿Valdrá el canto de los niños, los cantos iraquíes por la paz, los nuestros, los de más allá? ¿Valdrá la santidad de los tugurios? ¿Valdrán las pomarrosas de la aldea, los araguaneyes, samanes, apamates? ¿Valdrá la pena seguir viéndonos? ¿Valdrá saber qué los árboles esconden, lo que saben los caminos? ¿Valdrá el esplendor de las raíces, las uvas negras del destierro? ¿Valdrá que las cocuizas nos visiten, que la rosa siga desnuda, que el jueves vaya después del viernes, que hablen las estrellas, que converse el humo con las nubes, que las hojas se suiciden, que los martes sean bisiestos, que ceniza camine junto al fuego? ¿Valdrá que el encaje se desteja, que la noche se desate, que el mar se zafe?
¿Valdrá que los vientos se amontonen, que desfile el pensamiento, que la luna sea testigo, que despierte la espesura, que sean iguales los espejos, que los poetas nos convenzan, que el aullido se desborde? ¿Valdrá acabar con la justicia, quedarse en la miseria, saldar la cuenta con los perros, extraviarse en el camino? ¿Valdrá esperar el día de la victoria, llamar a Dios? ¿Valdrá seguir haciendo la palabra? ¿Valdrá pensar en el regreso, valdrá pensar, mirar, amar, morir?
¿Valdrá sentir la muerte en los talones? ¿Valdrán los pinos asombrados, la canción de la mirada, el canto del asombro, las lágrimas del viento? ¿Valdrá volver a las espigas? ¿Valdrá acercarse a los difuntos? ¿Valdrá el silencio de las ranas, la pulpa del deseo, el anticipo de la muerte, la paz, el lauro, la memoria, la nueva madrugada? ¿Valdrán los jirones de sueldo, los retazos del agua, los charcos del dólar, la señal del centavo? ¿Valdrá acercarnos a la vida, aprender el nombre de las noches, vivir con el destino siempre en guerra, añadir algo al mundo? ¿Valdrán los niños de Najaf y de Falluja? ¿Valdrán los acentos en la muerte, el asombro de la luciérnaga, la vecindad del enemigo, el enigma de las ollas, la estirpe de las horas, el reino de la calle, la dignidad del hombre? ¿Valdrá la pena no hacer ruido, despertar el alba, poseerla?
¿Valdrá sacar el beso de la espuma, oírle la risa a las cascadas, oler la locura de las rosas, escuchar la soledad, dirigirle la palabra? ¿Despertar a latigazos el silencio, descargar nuestros almácigos, encontrarse con la albada, nombrar al mundo? ¿Jugar a lo imposible, sacar la flor de las cenizas, llevar a peso las palabras, morir de asombros, cerrar los ojos a la luna? ¿Saber bien dónde hay barro, en qué lugar hay sangre, dónde queda la razón y dónde la justicia o la injusticia? ¿Construir la nueva levadura, preguntar por la alegría? ¿Estar a tono con la rabia y la ternura? ¿Salvar la memoria antes que los bribones nos la borren? ¿Rescatar las preguntas de los otros, salvar las respuestas de los niños? ¿Avivar el fuego, sacudir asombros, fundir los versos, despertar la clarinada, escuchar el alarido, llegar vivos a la muerte, asolear la eternidad, salvar al hombre? ¿Valdrá quitarle un minuto a Dios para dárselo a los hombres? ¿Valdrá recuperar el micrófono de Óscar Arnulfo? ¿Mantener abierta la palabra, reinar sobre la muerte, apuntalar el sueño, alentar el alba, el nuevo sol, el nuevo día? http://www.poiesologia.com/
Pablo Mora
“Pablo no es más que un muchacho que se volvió viejo de tanto ver la luna. A veces se acuerda de la muerte, sobre todo cuando ve aquellas tres estrellas que hacen fila allá en el cielo. La poesía se reveló en mi vida tal vez el día que me dijeron: ve por el camino, tan sólo encontrarás algunos duendes; mientras en busca de esos duendes ando todavía. Lo cierto fue que comencé por cultivar almácigos; cabe la sombra de los guamos memoriosos de mi aldea. Almácigo llamé al primero de los sueños que pasé a limpio. Y así a mis seis primeros sueños. En homenaje al arbusto sabeo que nuestra fecunda zona viste de jazmines. Semillero, en la esperanza de que algo produjera el tiempo de aquella siembra. Era el tiempo del despertar al infortunio desde la comarca de la infancia, desde el útero feliz de la campiña. La aldea dichosa que de antiguo requería el milagro del canto mañanero. De pronto llegó la noche insomne. Ante la escalofriante letanía del dolor humano, la cósmica plegaria, la bienaventuranza nueva, la meditación en el desierto en busca de la tierra prometida. El ansia de la Paz, la solidaridad, el sueño, la utopía, la pazpoesía. Hasta que nos sentimos en asombro, al descubierto, a coro en el asombro, capturando instantes, tristumbres, arrecheras, oquedades, lanzando pompas de jabón a los caminos, convencidos de que el asombro es la mejor forma de lidiar la muerte. Mientras el mundo se desvive entre galácticos presagios y alientos de hecatombes, construimos nuestra trinchera, desde donde disparamos, a diestra y siniestra, contra obnubilados y díscolos, con la más convincente de las armas, el verso. Soldados de la Paz, disparamos nuestros versos contra la guerra”, así, con estas palabras se describe Pablo Mora. Uno de los más fecundos y queridos poetas tachirenses. Quien para deleite de muchos y envidia de otros sí es profeta en su tierra.
Sin duda alguna que Pablo es un personaje de un particular total. Su elevada estatura y su cabello blanco hacen que físicamente no pueda pasar desapercibido. Pero lo que lo convierte en inolvidable es su excéntrica manera de ser. Intenso, romántico, visceral, dramático... Pablo es un artista, un poeta que vive en y por esa realidad. “Antes que coto de alguien, la poesía es maldición o bendición, estado fundamental de vida. El poeta logra que lo oigan las estrellas. Sabe que una piedra es un pájaro que ya no vuela; que el hombre es un gran dolor en viaje. Conoce el reverso de las cosas y la vida. Se convence del poder de creación de la palabra. Y, viéndolo bien, nada pierde, mientras prosigue su travesía entre lobos y jaurías. Ninguna crisis; al contrario se nota una patente tendencia porque la palabra recupere su desnudez: Que cada palabra lleve lo que dice. / Que sea como el temblor que la sostiene. / Que se mantenga como un latido (Rafael Cadenas, Venezuela). Se insiste en la inocencia semántica de la palabra. Se pelea por un verdadero espacio verbal a veces a espaldas de un genuino espacio temporal ideológico. Actualmente, en tres planos se desliza el quehacer poético: el semántico o verbal, el creativo o emocional y el ideológico o conceptual. Importe que ninguno de los tres falte a la hora de la verdad o creación: La emoción, la palabra y el contexto sociopolítico-ideológico”. Y no hay que poner en duda la totalidad de su entrega a la poesía: “De vez en cuando nos tropezamos con la musa inspiradora. De resto, hay que estar pendiente del asombro. Un buen comienzo, la mitad del camino andado. Ningún camino se acorta, cuando sigue en pie el insomnio. Acumulemos sueños y verdades, porque al final, no importan tanto las sombras como las luces de los árboles”.
Durante el transcurso del año 1942 nació Pablo en el pueblo de Santa Ana del Táchira, Venezuela. Pequeño y hermoso pueblo, con una bellísima iglesia de tres cúpulas que al mirarla pareciera estar hecha de azúcar, de pastillaje. Se graduó de licenciado en letras de la Universidad Católica Andrés Bello en 1966. Obtuvo el doctorado en psicopedagogía en la Universitá degli Studi di Torino y en periodismo en la Universitá Católica del Sacro Cuore de Milán, en Italia. De este tiempo dice: “Estuve varias veces prisionero: primero en Torino (Italia). Luego, en Caracas. De donde fui trasladado a otra prisión en San Cristóbal. Con alguna pasantía en cárcel de Milano. Quiero decir que fue allí donde me desempeñé como estudiante y profesor, tanto en educación media como superior. Para mí, la dedicación exclusiva a la docencia constituye verdadera prisión. Apenas se alcanza el tiempo para echar una cana al aire y menos darle rienda suelta a la poesía, nuestro mejor oficio”. Ejerció el magisterio desde 1969 y la docencia universitaria desde 1973 hasta 1994. Y partiendo de esas palabras podemos entender estas otras: “Mi poesía: un almácigo que se quema al sol. Un coro en el que canta un insomne. Hacer caber a Dios en un dedal, al sol en el ojo de una hormiga, el mar en los labios de una perla o al universo en una gota de rocío. Un deseo de arrear la luz. Querer encontrarle al silencio su guarida. Cuando llueve me inspiro. La lluvia me hace ir más allá. Plasmo lo que escribo en la lluvia. La lluvia me influencia, me motiva. A los lluviosos años comencé a leer. A los procelosos comencé a escribir. Cuando no llueve me bloqueo. Escucho llover cuando escribo. Mi escuela, la lluvia. Mi personalidad, llover. Mi poesía nació un día de lluvia cuando la noche estaba distraída. Mi refrán favorito: ¡llueve!”.
Un ex seminarista que le sigue los pasos a Juan de la Cruz quien supo que nunca más el amor descalabrado que con un no sé qué que quedan balbuciendo, y precisamente del amor nos dice: “Ya Eugenio Montejo nos lo dijo: ‘dentro de un mismo amor caben dos cuerpos’. En el amor no cabe sólo un mar, menos en el mar cabe un solo pez. No se hace el amor tan sólo de una ola ni de un cuerpo el amor tan solamente. Ningún amor cabe en un cuerpo a solas, ni en el amor ni en el mar sólo un pez. Ningún amor cabe en un cuerpo a solas, dentro de un mismo amor caben dos cuerpos” y de Dios: “Dios que diga con confianza si se siente a gusto, si algo le hace falta, que cuente con nosotros, que explique bien quién va a hacer al hombre, que diga quién lo hizo a Él y se acabó el problema”.
Actualmente cultiva un jardín en casa junto a su fuente y un par de árboles preciosos que les ha dado por incendiar Las Acacias, la urbanización donde reside. Además vela por la vida de tres perras sumamente cariñosas. Sin olvidar los cuidos básicos: su azuleja, su mujer, la señora Alicia, compañera de vida y andares, y dos estrellas encantadoras, sus nietas. Por cierto que al hablar de su familia dice: “De pinga. Una mujer que me soporta junto a unos hijos, unas nietas y una nuera del carajo. Claro, con mi madre, coqueta entre coquetas, bien oronda; venadita intacta, atenta, en lozanía. Dos hermanas primorosas. Y un hermano a quien le acabo de echar un terrible baño de agua”. En tanto que a su infancia la describe así: “Mi infancia fue Palermo. De regreso del campo, del Amparo —fresco follaje que tocaba el cielo— antes, mucho antes de llegar a casa, pasábamos, silentes, por Palermo. Para mí, Palermo era pura luna —mansa finca dormida en la floresta. Desde Los Alpes nunca fui a Palermo mientras Palermo me llevó a la luna. Perfectamente yo podría decir que, niño, Pablo visitó la Luna, que de Palermo viene su locura. Si no, de aquellos duendes que una tarde —me dijeron— saldrían de la huerta sin que nunca en la huerta aparecieran”.
Este increíble ser que pareciera habitar en un mundo diferente al de los mortales comunes y corrientes. En un lugar donde la luz brilla con mayor intensidad, el agua canta melodías eternas y la palabra es un amoroso puente que conduce a las profundidades del alma. “Una máxima acuñada a pulso de júbilo e insomnio, me sostiene en pie: ‘Habrá de haber lugar para la Poesía, si no quieren pueblos y hombres sucumbir’. Pienso además que la poesía es un acto de fe en el hombre, en la palabra y en la vida. Sorprenderse, extrañarse, asombrarse. Un instrumento para transformar el mundo. Experiencia de vida. Momento de liberación, individual y colectiva. Un destino. Un asombro que se pasa a limpio. Un renglón que se le añade al mundo. Ser poeta es estar dispuesto a la vigilia. Estar de guardia. Buscar la luz. Navegar hacia adentro del asombro. Acompañarnos con un pan en la mano y un camino en el pie. Saber el tamaño exacto de la pena. Conocer el lado oscuro de la rosa y arrestar al viento, al sol, las mariposas. Inventar ratos, penas, alegrías y tardanzas. Echar un vistazo al mundo. Ponerle trampas a la muerte. Infundir a los hombres un hambre ardorosa e insaciable de belleza, entusiasmo y libertad. Creo en la locura de los pájaros, en la fresca escarapela de las sombras, en el risueño misterio de la tarde. Creo que jamás la canción tuvo punto final, que la existencia no es más que un plagio y que los poetas escriben las mismas cosas con uno que otro colorido. Creo en esa continuidad profunda que, de siglo en siglo, traspasa de poeta en poeta; que sólo existe un poema y un poeta y hasta una sola palabra para quienes existen, existieron y existirán. Creo que ‘nuestra poesía no es nuestra, la hacen a través nuestro, mil asistencias, unas veces agradecidas, otras inadvertidas’. Creo en la POESÍA, SOCIEDAD ANÓNIMA. En que nadie es nadie, salvo nuestra salvación en la obra común, en el canto coral que ilumina la esperanza. Creo que nunca se está solo. Solos, no somos nada, nadie; juntos, inmortales. Creo en la obra colectiva y anónima, aún en ciernes, transformando y creando conciencia impersonal. Parte del sueño de una superconductividad. Apuesto al saber, al diálogo, a la liberación, a la completitud creadora. Apuesto al hombre, a la palabra y a la vida. Al sueño y al regreso. Al juego, al abrazo y a la danza. Sobre todo a la revancha. A la esperanza desnuda. Al orgasmo del mundo que hace cauce. A la belleza que se expande”.
Como a la mayoría de los poetas su color favorito es el azul, por ello su pintor preferido es Joan Miró, pues fue quien le enseñó el verdadero rostro del azul. No es exigente en cuanto a las comidas, ciertamente no tiene propiamente una favorita. Pero pudiera ser la Pizca Andina o la Polenta del Piamonte. Pero donde sí tiene preferencias es en las bebidas, le gustan el ron con leche en pleno invierno torinés. O el Viejo Ron de Caldas, con el que enguayaba sus carajillos. En la música le gusta “la que me brinda el Poder de la Palabra”, magnífico website cultural. “La que me regalan los pájaros que alborotan mis insomnios. La de la fuente que baña mis tardanzas. La música del agua. La sinfonía del agua. La del agua, eternamente corredora o loca. La de la lluvia cuando llega despacito al guanábano de mi alma”.
Lo único que cambiaría en su vida es la muerte, más nada. Pero si su vida fuera otra y hubiese tenido la oportunidad de escoger, “sería jardinero para oírle las penas o los chismes a las rosas. O atendería una posada allá en los Alpes, para oírle los pasos al amor”.
Este es Pablo Mora, poeta de alma, vida y corazón. Respetado por todos y admirado por muchos. Un hombre extraordinario cuyas lecturas de textos son todo un acontecimiento, un espectáculo inolvidable. Un amigo querido que dice: “¿La vida? El olvidado asombro de estar vivos. Vivos todavía bajo el granado trigal de la noche insomne. El hombre proviene de una despeñadera enloquecida. Insinúa una suave sonrisa diluvial. Se astilla ante el antiguo malecón del puerto. Desgarra el alma fulgurante de la flor. Se inclina sobre los fogonazos de sus huesos. Se aferra a las entrañas de su viejo pan. Llovizna sobre la polvareda de sus sueños. Desguaza furente el huracán en alta mar. Desgaja las indomables fauces de la sombra. Se eterniza sepultado en la fragua de la guerra. Se esfuma entre las ventanuras del azul. Nos acusa, nos grita y nos reclama”.
http://www.letralia.com/ciudad/anaberta/070516.htm
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