viernes, julio 31, 2009

EMBUSTERÍAS DE DURAZNO



La memoria tiene un sabor
a duraznos
y el olvido es un durazno
sin morder
que se arremolina sobre los ojos
aguardando

ms



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miércoles, julio 29, 2009

A LA ABUELA, 25 AÑOS DESPUÉS


Llegó un julio cualquiera de un año que se pierde en el hilo de los días. Y se nos fue un agosto cuando aún su fogón estaba encendido para madrugar confituras que repartía a todos los transeúntes. Su tiempo no lleva las cuentas del calendario, porque existió mucho antes de ese julio y permanece después de aquel agosto, en cada flor de baile que desviste su corazón de luz a las noches de menguante.

Se sabía el lenguaje de todo lo vivo. Las ciruelas nacían al arrullo de su voz y los azahares echaban al vuelo sus perfumes con sola verla en el dintel de un patio sin casa. Llenaba los azafates de los hijos con panes de maíz aliñados con las gotas de su corazón. Y conocía la virtud sanadora de todas las hierbas, que ofrendaba en guarapos para calmar toda sed y toda pena.

Parió hijos como quien pare tesoros que le entregó a la vida, prendida de sus solapas sus lecciones de coraje, de valor, de entereza y sobre todo de amor. Hizo florecer todas las sequías que se le inscrustaron en sus días, haciendo milagros con la panela, con la corteza dura de los panes, con el dedal de café que calmaba el hambre y saciaba la sed.

De su fogón salían los manjares más deliciosos, aunque no tuviera a su alcance más que la ternura que le brotaba de sus dedos y la mano con la cual aquella paleta de madera iba cuajando los caldos.

No conocí cielo más claro que aquel que destilaban sus ojos tristes. Ni un regazo más cálido que aquel donde pastaban sus sueños todos los niños que pasaron por sus solares descubiertos.

Cuando venía cargada con sus jobos y sus mangos, sus pomarrosas y sus ciruelas, el mundo parecía estallar en los colores de su risa y en el calor de sus abrazos.

Toda su angustia la envolvía en el pañuelito blanco que arrugaba en aquel boquete de su delantal, en el cual guardaba las penas y las trasmutaba en alegrías.

Nunca partió, sino que se fue en busca de Marcos y de Rafael. Y siempre regresa con su aluvión de flores de bailes a quitarnos la tristeza de encima y a regalarnos el don franco de su sabiduría.

Y en este julio y en este agosto, que traía las penas del abril que se nos llevó a Chilita, ha regresado más aromada que nunca, a seguir velando por los niños sin regazo y por los hijos que parió envueltos en hojitas de yerbaluisa y guayaba, con la ilusión de que pasemos ilesos de corazón por este duro vivir.



Regresas cada julio
ataviada de noche
con tu aroma de flor
y tu corazón de baile
esparciendo golosinas
de pomarrosa y hierbaluisa
a los atardeceres sin luz

Con tus manos encantadas
húmedas aún de bálsamos
y viandas rehaces cada nicho
para depositar en ellos
tus florerías de amor

Luego vuelves silenciosa
al manantial de las madrugadas
donde se nutre tu savia enamorada
de las circunvalaciones de la miel
en los gajitos de los girasoles
hasta completar el ciclo que va
de tu regazo al recinto boreal
de tu ternura tendida en el azafate
aliñado de tus bendiciones

ms / 30 de julio del 2007


Nunca supo la hondura de la ausencia
que dejó aquel agosto de penumbras
porque ocupaba su tiempo
en macerar hierbas para mágicos brebajes
en aliñar los días con la sazón de sus pasos
en preparar viandas que repartía en todos
los vecindarios que le cabían en el corazón

Experta en el arte de las confituras
convertía la piel de las toronjas en un
derroche de mieles
y procesaba pacientemente el aromado
equipaje de las guayabas hasta convertirlas
en un río de azúcares que tomaba por asalto
los techos las paredes el fogón
hasta que la larga paleta de madera
cumplía sus labores de cuajar
aquel hervor en generosa ofrenda
de conservitas que ofrecía a los
visitantes que se detenían en el umbral
de su memoria

Conocía mejor que nadie la ciencia
del maíz de donde emergían empanadas
rellenas de un guiso de amor cuya receta
quedó estampada en la mazorca que
desgranaba como un ritual de madrugada

Guardaba celosamente en el costado
de su vestido un diminuto pañuelo
capaz de escanciar todas las lágrimas
y que cuando lo desenvolvía dejaba salir
de sus pliegues cantos de pájaros
y cuentos de aparecidos que a veces emergían
en las calles de su barrio

Aprendió del maestro esteban el oficio de albañil
y del primer amasijo de barro fue haciendo
florecer una casa de tantos cuartos como
niños iban llegando a su regazo
nunca faltó el guarapo que mitigaba las carencias
ni el mango maduro que destilaba
sus dulces hilachas entre los mordiscos
que lo devoraban

Tenía el don de la alegría construido
sobre las más terribles de las tristezas
un día se le fue marcos cuando apenas iniciaba
su travesía por los sacos de samán
y luego se le fue rafael el mayor de todos
cuando el frágil andamiaje que lo sostenía
alzó vuelo con su sonrisa de niño a cuestas

Sobrevivió tantas batallas anónimas
que sería imposible enumerarlas
pero su rostro jamás cambió su temple
porque en el anverso de sus manos
cabían todas las caricias

Se nos fue un agosto que jamás ha terminado
y sin embargo regresa cada mayo
a encender las catedrales de luz dondequiera
que estemos y vuelve cada julio a inundar
los anocheceres con su aroma de espigas solares
y entonces es como si renaciera la vida
en el polen que da cuenta de la eternidad
como si de nuevo pudiésemos cobijarnos
en su regazo de azahares a deletrear el futuro
que nos regala cada vez que en las madrugadas
se encienden las lámparas de tierra


ms / 08 de agosto del 2007

Johann Sebastian Bach
Ofrenda musical
http://historiactualdos.googlepages.com/bach-bwv1079-ricercar3-breemer.wma

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CORAZÓN DE GIRASOLES - VICENT VAN GOGH

30/03/1853 - 29/07/1890


CORAZÓN DE GIRASOLES
EN TIEMPOS DE DEVASTACIÓN



En esta nueva fecha aniversaria de Vincent Van Gogh invitamos a detenerse en sus cuadros. Su pincel y sus pupilas recogieron para nosotros los más hermosos colores de los campos, de la hierba, de los lirios, de las noches y del hombre que los habita como si fuese otro ramaje más que sabe de pájaros y de lunas.




Con Vincent Van Gogh ocurre lo mismo que con Juan Sebastián Bach. Acercarse a ellos nos otorga una dimensión del vivir que reside en el asombro. Y desde allí todo acto de creación es posible.



Trasmutar el dolor en un ramillete de girasoles, será siempre uno de los gestos más altos que pueda realizar el hombre. Porque a través de él revive el bosque que fue devastado, vuelve a refulgir la noche que se quedó en menguante, y el hombre recupera su oficio de sembrador de alas de mariposas.



Es bueno amar tanto como se pueda,
porque ahí radica la verdadera fuerza,
y el que mucho ama realiza grandes cosas
y se siente capaz,
y lo que se hace por amor está bien hecho

VINCENT VAN GOGH


Otros enlaces a Vincent Van Gogh



Embusterías de Van Gogh
31 de marzo del 2006
http://embusteria.blogspot.com/2006/03/embusterias-de-van-gogh.html

Embusterías de árboles
04 de octubre del 2006
http://embusteria.blogspot.com/2006/10/embusterias-de-arboles.html

Otras Embusterías de Van Gogh
25 de julio del 2007
>http://embusteria.blogspot.com/2007/07/embusterias-de-vincent-van-gogh.html Leer mas!

lunes, julio 27, 2009

EMBUSTERÍA DE AZUL



Dígame
asomarse a la pupila azul
de un universo para que
el retoño del cielo siga apegado
a la luna de las estaciones
que ya no saben de lirios
ni trompetas!


foto / ms
texto / abm / serie dígame

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viernes, julio 24, 2009

LA FIESTA DE LA FLOR DE BAILE

Todas estas imágenes de las flores de baile fueron tomadas
en la madrugada del día 24 de julio del 2009, en Caracas.


LA LECCIÓN DE LA FLOR DE BAILE

Esta madrugada, una vez más, como viene ocurriendo desde hace siglos desde que las hierbas cubren el planeta tierra, las flores de baile abrieron de improviso sus catedrales de luz. Y fueron los aguaceritos de julio los que apuraron su aparición en esta noche de luna nueva.



Lo sorprendente y extraordinario es que cada vez que ocurre este hecho natural, y propio de la naturaleza y sus leyes, el hombre se queda perplejo ante la belleza de esa explosión solar en mitad de la noche.



Y cada vez que se asoma a la inmensidad de ese espacio interior, la esencia de lo humano que está en el hombre que la mira, se alboroza y se conmueve. ¿Por qué esa flor abre la majestuosidad de sus señales por tan sólo breves momentos? ¿Qué claves reposan allí que el hombre no termina de comprenderlas y actuar en consecuencia para proponer y promover la acción de su propia esencia creadora y vital?




Quien mira las grandes hojas verdes de donde nacen no se imagina que de pronto brotará de sus bordes un capullo trenzado de hebras doradas que tarda días en buscar el sol y girar y girar como sorbiendo los rayos hasta despuntar la medianoche de su despertar.




Y cuando ocurre lentamente se van abriendo los filamentos para descubrir en su interior una arquitectura colosal de estambres y pistilos, de pliegues que se desbordan sobre la noche, como un manantial indetenible de azúcares. Y uno se queda abismado a orillas de su resurrección, absorto en esa lección de anatomía vegetal de la que brota, en cascada ascendente, un aroma en el que caben todas las huellas del hombre cuando sucumbió a la tentación de posar su ternura sobre una tierra que lo aguardaba, como si en ese gesto se recompusiera en todo su resplandor la mágica estructura de la vida.



Cuando uno admira y observa esa flor, uno vuelve sobre esa mágica maquinaria que somos. Nuestra estructura vital no es menos magnífica que esa visión. Y sin embargo la mayor parte de las veces ni siquiera nos percatamos de todo lo que se pone en movimiento con solo un pensamiento que se atraviesa a ras de las pupilas. Y colocarse a orillas de una flor de baile, de madrugada, ante una luna nueva, es como mirarnos en el espejo de nosotros mismos y sorprendernos de descubrir quiénes somos en realidad.



Sólo que la visión se apaga con la mañana. La flor recoge y resguarda el rubor de sus pétalos. Ha cumplido su labor, su inextinguible función de ofrendarles a los navegantes de la noche la lumbre de sus pistilos que como candiles juegan a robarle su encanto a estrellas. Y aguarda su nuevo ciclo. Y el hombre que la mira, también clausura su asombro, su propio milagro y vuelve a diluirse en su propia inutilidad.


Ojalá el hombre pudiera decidirse al fin, como lo hace en cada ciclo la flor de baile, a cumplir la función esencial para la cual fue creada su existencia. Para ver si alguna vez podemos equipararnos a esa dimensión de la belleza, la armonía y la trascendencia.
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miércoles, julio 22, 2009

MANDARINAR

a rené rodríguez soriano
y a su pasión de ana*


Alfredo Gómez

Se llama ana
pero no empapa los libros que lee
con el zumo de naranja que
gotea de su mirada a medida
que descubre detrás de las letras
un revuelo de cristales en los que
ella misma se sorbe sus pupilas




Se llama ana y además laura
en acorde de laúd y estrépito de piano
y cuando se ríe su música se esparce
sobre el universo como un allegro
en sostenido mayor

Se llama ana y alguien dijo al nacer
que su nombre era mandarinar
porque cuando deja escapar su risa del
recinto de sus tumultos derrama gajitos
de mandarina sobre los vértices
de los espejos donde los pájaros
los recogen para ir a teñir de púrpura
las nubes


Se llama ana laura y sus suspiros
pueblan los bosques con la corteza
que nace de la conjunción del sol con el río
del horizonte con la atarraya
del naranjal con el jazmín



Sólo que no siempre se ríe
y a veces empapa el fogón de
sus revuelos con sueños de un
mandarinar que aún no florece




Sólo que a veces los gajitos de
mandarina se adormecen sobre las hojas
sin que un beso mastique sus hebras de miel


ms

* Lea el texto de RRS


La pasión de Ana


ANA SE LEVANTA TEMPRANO EN LA MAÑANA. Se interna en el periódico, se pierde entre sus secciones y sus páginas. Ana lee. Lee con locura, con rabia. Ahora toma una revista, un libro de recetas, un breviario. Ana toma notas. Lee. Anota. Lee otra vez y muchas veces más, anota. Ana se sirve unas tostadas y se las engulle con todo y libro y el jugo de naranja se derrama por las páginas del libro, mientras Ana lee y lee y relee que se está leyendo en un libro que se empapó de jugo de naranja, del jugo que bebe Ana, dentro del libro que, precisamente, ella lee y relee, con la pasión de Ana. |A Salvador Elizondo, más acá


René Rodríguez Soriano
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martes, julio 21, 2009

CUENTERÍAS


 


Hoy las embusterías vuelven a tomar el cauce de las cuenterías, de mano de un mágico fabulador, capaz de convertir al adulto más serio, en un niño otra vez.

Porque siempre el niño está antes que cualquier otra cosa. Es el inicio de lo que somos. La estación primigenia. Donde los sueños son lo natural. El encantamiento lo cotidiano. El asombro el abecedario niño que se confunde con el lenguaje de las hormigas, los pájaros, los saltamontes y las mariposas.

Sólo que después crecemos, como si fuese obligado alejarnos de nuestras más profundas raíces, para comenzar a ser una pieza social que otros ubican y determinan.

El cuento es siempre un regreso al niño que somos. Es la memoria y la travesía. Es la invención que hace renacer la ternura. Desenvuelve los sentimientos más hermosos. Nos devuelve los lazos que nos hermanan con el otro, que también somos, con el aire, la lluvia, el paisaje y el universo.

Leamos pues este texto de Armando Quintero, el creador de La Vaca Azul, poeta y pintor, cuentacuentos, maestro y profesor, pero por sobre todas las cosas, un ser del que manan los cuentos como la miel de un panal. MS

-1-
Los cuentos nacen de las palabras vivas, sonoras, vibrantes y significativas. Poseedoras - aún - del aroma y del sabor del café o del chocolate que se expanden con ellas en espirales maravillosas, desde las tazas y las bocas, a los corazones enternecidos de los hombres y mujeres que las comparten.

-2-
Los cuentos nacen de las palabras que brotan en las hogueras, los patios, las reuniones, es decir, en todos aquellos espacios que comparten los que hablan y los que escuchan.

-3-
Los cuentos crecen, como los girasoles – siempre vivos y luminosos- de Van Gogh, para adornar los centros de las mesas en la sencillez de las casas, los apartamentos o los lugares donde el hombre vive, donde el hombre es.

-4-
Los cuento se donan desde adentro, como los frutos maduros y frescos de los bodegones de Cézanne: servidos para todos, en la mesa de todos.

-5-
Los cuentos son el corazón, son los pulmones, las entrañas todas de los que cuentan y de los que los escuchan. Y se dicen - “con toda la voz y con todo el cuerpo”- para verlos, más que para oírlos.

-6-
La gente que escucha los cuentos y la que los cuenta ha aprendido que se hacen más hermosos con cada cuento. Por ello, los cuidan mucho: desde el mismo momento en que los eligen, hasta más allá de los momentos en que los donan.

-7-
La gente que escucha los cuentos y la que los cuenta se divierte, por igual, en reinventar los cuentos para que los reinventemos. Como ha sido por los tiempos de los tiempos y, entre todos, seguirá siéndolo.

-8-
La gente que escucha los cuentos, y la que los cuenta, se despiertan con la llama viva que funde el esqueleto de cada historia, vibrando con sus sonidos en el viento y, asumen que “se improvisa sobre lo que se conoce, no sobre lo que se olvida o desconoce”, como nos ha aseverado Enrique Buenaventura.

-9-
La gente que los escucha y la que los cuenta conversan a través de la poesía de los cuentos, sabiendo que ninguno de ellos es inocente pero que están llenos de las posibilidades del amor, del humor, de la ternura.

-10-
La gente que escucha y la que cuenta cuentos forjan una conversación común - a su imagen y semejanza - con su tiempo, su espacio, su intimidad compartida.. A cada cual según se cuenta. Con cada cual según se sueña.

-11-
La gente que escucha los cuentos, y la que los cuenta, comparten sus miradas, sus movimientos, sus más pequeños gestos: compartiendo vidas para vivir más vidas.

-12-
A través de todos los lenguajes, la gente que escucha y la que cuenta cuentos, lee el relato que se hace, las historias que se reinventan, el cuento que revitalizan.

-13-
La gente que escucha los cuentos, y la gente que los cuenta, no perdonan a los que les mienten, o a aquellos que se mienten, ya que sus palabras - si es que las tienen - son cántaro roto, imposibilitados de servicio por su propia vaciedad.

-14-
Ante la complicidad de escuchar y de escucharse – que es su decir y su silencio preñado de palabras - la gente que escucha y la que cuenta devuelve multiplicada la voz de todos los cuentos.

-15-
Los cuentos fueron, son y serán creados, recreándose, para guardarse en la memoria de los que vienen y de los que se van.

-16-
Los cuentos serán narrados, cuantas veces la memoria los revierta, en el acto siempre vivo de la palabra que se dice.

-17-
La gente que escucha los cuentos, y la que los cuenta, sabe desamarrar los mundos fabulosos que les abren sus puertas y ventanas para abrir nuevas puertas y nuevas ventanas, que vienen de otras puertas y otras ventanas que se abrieron frente a alguien, en algún momento, en algún espacio, bajo alguna situación.

-18-
La gente que los escucha, y la que los cuenta, agradecen el amor de todos. Como agradecen la maravillosa existencia del Credo de Aquiles Nazoa, los cuentos de Luís Luksic, las tonadas de Simón Díaz, los colores y los matices de Armando Reverón, entre otras maravillosas realidades de lo posible y lo imposible.

-19-
Es desde el amor de donde nacen los mejores cuentos, las historias más grandes, las más pequeñas narraciones: las que todos aceptamos que nos dicen, porque dicen.

-20-
La gente que escucha los cuentos es hermana de la que los cuenta, o viceversa. Aún más: son uno, porque son entre ellos con los otros.

-21-
La gente que escucha y la que cuenta aprendieron que contar es fundar un único corazón no solitario: un corazón solidario, multiplicado y multiplicador. Como siempre lo ha sido, y lo será, por los siglos de los siglos.

-22-
La gente que escucha y la que los cuenta ha sido, es y será como la rosa blanca de Martí: cultivada y cultivadora, en todo tiempo y para todos, entre las palabras de cada cuento.

-23-
La gente que escucha y la que cuenta los cuentos sabe que no sirven a la tecnología. Ella les sirve, entre tantas posibilidades, para hacer correr el viento más aprisa y dibujar arco iris con las palabras que se dicen.
-
24-
La gente que escucha los cuentos, y la que cuenta:
“quebrarán las distancias
con el hilo mágico de la poesía
inscrita en las alas
de una fibra óptica
que tal vez nunca sospeche
la calidad de los pasajeros
que se cuelan entre sus redes
para irrigar la esperanza”

como algunos lo leyeron en un documento poético de estos tiempos, y que han hecho como suyo, por pertenecerles.

Texto de Armando Quintero. Tomado de ¿Cómo contar cuentos?

http://cuentosdelavacaazul.blogspot.com
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lunes, julio 20, 2009

CARTA A EDUARDO GALLEGOS MANCERA


FILTRADOR DE TRISTEZA Y
SOÑADOR DE ALQUIMIAS



Eduardo

El tiempo es una vasija que se llena con la vida. Y tú estás hecho de un barro que filtra todas las tristezas hasta hacer del dolor una ofrenda de aguas a tus camaradas.

No puedo sintetizar tu andar de otra manera, que con esos elementos primigenios de la vida: la tierra, el agua, el aire y el fuego. Porque en ti se convierten en sol las medianoches, en ejercicio vital los menguantes, en hacer permanente todas las estaciones.

En ti se reúnen, Eduardo, cualidades que son el eje y esencia del ser humano que no ha sido fracturado en su geografía vital. Tu gran hazaña es, por barro aniquilador de impurezas, haber resistido y nunca haber dejado de soñar espacios en los que todos los torrentes son cristalinos.

Sí, ya sé, vienes de raíces de agigantías que cincelaron tus susurros. Pero un buen día, tal vez acicateado por aquello que no tenía concordancia con ese corazón de niño que jamás dejaste de cultivar, tomaste las riendas de un viento suave, en busca de sueños que aún no habías logrado, porque aún no conocías hasta donde es capaz de llegar el dolor.

Recuerdo que te hiciste médico porque te empeñaste en aquello de que era necesario prevenir y curar la enfermedad. Y le diste campo a tu vocación de curandero de cuerpos con capacidad para asomarse a los sueños truncados para saber del camino de los males.

Por ello ibas más allá del individuo que venía a ti en busca de alivio, para tocar las raíces de una sociedad que encontraste quebrada y descompuesta.

Entonces este era un país de organismos solitarios que no se tocan ni se encuentran. Y por esa dirección encauzaste tus esfuerzos de amolador de dificultades y sembrador de perspectivas. Te fuiste, sin embargo, bajo la convicción de que la medicina aplicada hasta ahora en esta golpeada Venezuela, no lograba trascender al individuo solitario. Y aún no lo logra.


No ha habido aquí cobijo para un colectivo sano y con disposición a realizar la aventura de la otra historia. Por ello en ti, en aquel 03 de julio del 1998, en el que te nos escapaste, ascendiendo tal vez en volutas hacia las nubes, a sabiendas de que regresarías, estaba la sombra de la realización que no había sido y que aún sigue en los territorios de la espera.


Ya cuando te hiciste político sentías que lo aprendido en las aulas era insuficiente para enfrentar el dolor predominante en tu sociedad. Por ello Ingresaste a las filas de una organización que proponía el más alto vuelo y que no se detenía en lo transitorio sino que se imponía una tarea de gigantes: recomponer la vida, reconstruir la sociedad, crear un tiempo y una historia de humanos en la que los dioses pasaran a su sitio celestial.

Y consecuente con esto, te apartaste de por vida de todo aquello que forma parte de la vieja historia de los privilegios. Desde entonces asumiste la convicción de que lo supremo es el logro y esparcimiento de la alegría hasta alcanzar un inmenso caudal que haga de cada individuo una conciencia social y una decisión de lucha por el colectivo que tendrá que ser centro y arma mayor de la historia de hermanos verdaderos que fue el inicio y fin de tu utopía, un sueño que todavía está por levantar.

Por todas estas cosas, Eduardo, no podía ser fácil tu ruta porque vivías para soñar imposibles. Porque siempre fuiste portador de esa virtud esencial de los niños y de los poetas llamados a dejar a un lado lo doméstico, para avanzar persistentemente en la labor de ser soñador de alquimias.

Y así fuiste tejiendo tu vivir. Y sobre esa esperanza niña de tus amaneceres te sostuviste por encima de todas las quebraduras, todos los desgarramientos individuales y sociales, que te tocó presenciar en el transcurso de ese siglo XX, tan lleno de ilusiones pero tan terriblemente habitado por la muerte.

Y lo hiciste para que llegásemos a adquirir una dimensión para el hacer y el vivir distinto al que se había sembrado y aún perdura en la historia de un hombre que no ha alcanzado su humana condición. Porque aún seguimos, Eduardo, carentes de porvenir.

Cómo entonces, Eduardo, no venir a escribirte hoy, cuando soltamos tu palabra y tu alquimia, tu barro filtrador de tristezas, para que vaya a irrigar la historia, sembrarle una estrella fija, con exacta puntería, en el ojo del hombre, para que la noche, como decías, ahíta de luz, emprenda la fuga.

Porque de eso trata este libro. Agustín te conoció por los informes políticos de Jesús Flores, el sindicalista de la harina, poeta de la avena y maestro de comunismo en el Maracay de los 50. Y desde entonces supo que en algún momento se detendría en el puerto de tu mirada llena de ternura, de tus posiciones radicales en cuanto al deber ser de un revolucionario, en tu amistad que galopaba por encima de cualquier formalismo, en la poesía de la que está y sigue estando llena la vasija de tu tiempo, para recoger tu testimonio y esparcirlo con tu alquimia.

Y eso hemos venido a hacer hoy y aquí. Por todo esto sé, Eduardo, que no te escribo en ausencia. Porque tú estás en cada uno de nosotros, en los que aún sobrevive la ilusión por encima de los destructores, la vida más allá de los sepultureros, la valentía de ser niños por encima de esa almidonada presunción de ser gente grande y con posiciones definitivas.

Y te escribo en la certeza y convicción de que tu vida y tu hacer, tus mensajes, tus lecciones y poemas, son como nunca necesarios e imprescindibles en este tiempo sin vasijas, en este vivir que sabe a pena honda.

Porque lo más sorprendente de ti, Eduardo, es tu capacidad para afirmar: soy comunista por siempre. Y sin embargo, en tu memorial de ese tiempo, ese ser comunista, que siempre será tu sello, no se inmuta para hacer una verdadera radiografía de los errores y desaciertos, de las desviaciones, de los tropiezos.

Pero no te erguías como juez, porque ese no es tu oficio. Tú revelabas la enfermedad sin perder de vista el contexto social que la produce. Por eso no te cansas de alertar que el deterioro de la estructura del hombre de este tiempo está unido a una explotación, creadora de los males que tocan desde el cerebro hasta la última célula de la existencia.

Y de allí tu empeño en las cualidades de un revolucionario. Si esos dones, de los que tú eres maestro permanente, se daña, se doblega, se confunde, el trabajo comunista deja de serlo. Y la ilusión se pierde. Y no sólo te tocó advertir esto a nivel del comunismo venezolano. Tú pudiste, precisamente, por no aceptar un mundo dividido entre superiores e inferiores, conversar de igual a igual con los grandes dirigentes de la revolución a nivel mundial, ya fuese, Mao Tse Tung o Khrushchev. ¡Y hasta pusiste a Ho Chi Min a cantar ‘Bela Chao!

Y con ellos discutiste y diferiste. Y explicabas una y otra vez que la revolución, entendida como un estadio en el cual el hombre, en colectivo, alcanza su verdadera función de ser humano, es un hacer que no se planifica desde las cúpulas, desde las minorías beneficiarias, desde las mismas ambiciones de poder, sino desde las vertientes de agua purificada de un colectivo consciente y organizado.

De manera que en el testimonio que dejaste establecido en el libro con ABM, y que ahora comienza a dejar más registro de tus huellas, hay planteamientos que tienen que ser rescatados por quienes se imponen hoy la tarea de revolucionarios.

En ese hermoso y terrible testimonial, está el trayecto de una ilusión que perduró a través de todas las pruebas, pero también el ojo crítico de quien distingue los errores, quien es capaz de corregirse y corregir, quien pone toda su vida y condición a la tarea de la redención de la humanidad, como pedía Pío Tamayo.

Por eso, te digo, Eduardo, el tiempo es una vasija que se llena de vida. Y el tuyo es un barro que filtra todos los males para ser ofrenda de aguas cristalinas a quienes se acerquen a tus manantiales de ternura, de poesía, de verdades que no son estrictas, a tu inagotable alegría, a tu indomable postura de militante comunista, que para ti es ser militante de la vida en permanente ejercicio solidario con el otro, que es tu hermano.

Y hoy he venido a escribirte, Eduardo, porque tal vez es el producto de recoger infinidad de jirones que la historia nos ha enseñado en este transcurrir después de tu ida hacia confines más profundos de la existencia.

Pero tenemos entre los pliegues de las alas guardadas tu resistencia de minero, tu terquedad en la razón justa, tu camino persistente y esa convicción inamovible de que no seremos capaces de construir un mundo distinto, si antes, nosotros, en nuestro interior, no alcanzamos ese grado de humanidad que tú nos enseñaste.

Por todo eso, Eduardo, tú permaneces tanto en los tiempos en que requerimos esa sencilla lección de ser quienes debemos ser, como en los tiempos de floreceres que algún día llegarán a éstas y todas las tierras de este planeta devastado y maltrecho, en los que tú andarás celebrando como el niño que sigues cultivando, las alegrías sencillas del pan que se reparte, de la casa que duerme abierta para que por ella entre el amor a manos llenas, del crepúsculo que nos deja sus señales estelares cada día para ver si alguna vez aprendemos a deletrear sus secretos.

Me despido, Eduardo, llevándome prendida tu ternura, tu coraje, tu temple acorazado, tu envergadura de flor y tu simiente de árbol. Y en este acto en el cual presentamos tu libro, a veinte años de tu viaje al corazón de las pomarrosas, en tu presencia, que hoy toma el dulce rostro de tu hermana Cecilia, te nombramos, como siempre lo has sido Maestro Floricultor Permanente de esta Cátedra itinerante y porvenirista. Salud camarada!


mery sananes
20 de julio del 2009

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domingo, julio 19, 2009

AMANECER DE ADAGIO




Hoy amanecí de adagio

recostada sobre las notas
de un cello que no cesa de
dibujarle a los nidos de los
pájaros que se refugian bajo
el atril de mi ventana
los acordes de una melancolía
que se viste de violeta para ir
a arañar el gris de la mañana
y abrirle espitas al sol


ms


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sábado, julio 18, 2009

EMBUSTERÍAS DE RISA


Echo a andar
el firmamento en mis manos
para atrapar tu risa
que nunca más será furtiva

abm


J.S. Bach / Trío Sonata para dos flautas y continuo / 4º mov

Jean Rampal

http://www.epdlp.com/asf/bach36.wmv

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jueves, julio 16, 2009

A PABLO NERUDA 105 AÑOS DESPUÉS

Isla Negra

Pablo Neruda
12/07/1904 - 23/09/1973


Para enhebrar palabras
en un tejido sonoro
que alcance la estatura
del trino
debemos ser arquitectos
de las sílabas
ingeniero de los acentos
alfareros del aire
que en la garganta
se estremece hasta llegar
a ser suspiro saeta y beso
brisa leve para amainar
la pena
viento alto para desarmar
la ira
vendaval y tempestad
para sembrar en los pastizales
del cielo y de la tierra
la ternura necesaria
para construir la mesa
planetaria del hombre
servida de pan de espigas
aliñado con la sal
que el océano le ofrenda
a los lagos del mundo
y aromada de azahares y
confitura de pomarrosas
sobre el plato de una luna
relumbrante y eterna


ms / 2004


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miércoles, julio 15, 2009

NUEVAS EMBUSTERÍAS DE POLDY BIRD



En diciembre del 2008, supe por primera vez de Poldy. Me llegaba de manos de Cristina Castello, como parte de su equipaje de ofrendas y musicalidades. Hay tanta gente hermosa y maravillosa que anda cerca o lejos de nosotros, a quienes sólo llegamos a intuir, que cuando en nuestro camino se asoma una de ellas, con rostro e historia y un gesto que se hace de uno, ese instante se convierte en celebración.

A veces nos llegan vestidas de júbilo y alegrías, a compartir una aventura de resurrección. Otras, el hallazgo se hace en medio de una pena que quiebra la mañana hasta robarle hasta el canto de los pájaros. Así me sucedió con Poldy. Su hija, a quien tantas palabras había escrito para que quedaran allí como un velero de su amor cuando ella no estuviera, partió a destiempo, con un corazón fracturado.

Ella no pedía auxilio, y de haberlo hecho, nadie se lo podría haber dado. Pero tanto era su sentimiento de madre, que no le era desconocida la herida porque otros hijos de otros lugares y tiempos, se habían marchado y ella ya había aprendido a bordar sus cuenterías con la tristeza.

Y ella se quedó en nuestros recintos. Porque su batalla es la nuestra, sus hijos los nuestros, y sus ilusiones tienen también sonoridad de embusterías.

Ayer me llegó un papel de sus manos. Arribaba a un territorio que también le pertenece. Y con él venía este escrito, que forma parte de su libro Palabras para mi hija adolescente. En él habla de la amistad. Un derroche de sabiduría, que no viene de los tratados de psicología, ni es el resultado de profundas investigaciones sociales. Viene más bien del trajín de la vida, de ese asomarse a esa dosis de universo que constituyen los días, desprovistos de ropajes extraños, sin anticipaciones ni solicitudes, como tanto nos ha acostumbrado este tiempo de sequías al que asistimos.

Es una renovación de un sentimiento que tenemos extraviado, que dejamos caer a veces sin advertirlo, en una historia en la que todos nos convertimos en cómplices de una desavenencia que ni siquiera logramos identificar. Un espacio en el cual el aromado café de las madrugadas queda sin servir y las confituras hechas para compartir quedan en sus vasijas hasta perder su dulzor.

Estos consejos para Verónica bien nos sirven a cada uno de nosotros. Tal vez haya aún tiempo de soñar un mundo de amigos, un tiempo de mesas servidas, un solar de jazmines y una casa hecha sólo de ventanas.

Tal vez nos haga falta en el ritual de lo vivido reaprender ese viejo y hermoso oficio de intercambiar gotas de lluvia, hojas secas, ramilletes de flores, guijarros, arcoiris, un globo de colores o simplemente el corazón. Así los ojos aprenderán a ver. Las manos a guarecer precisamente lo que no se puede retener entre ellas. Y el amor a desenfundarse como una enredadera persistente y deslumbrante. mery sananes

Yo quiero un amigo
para compartir
lo que se comparte:
un ramo de lluvia,
un llanto, un jazmín,
la ronda en la calle.
Yo quiero un amigo
para recibir
lo que quiera darme:
una confidencia,
un globo, una risa,
un paso, una tarde.
Yo quiero un amigo
que quiera tomar
lo que le brindo
y pueda sentir
que en mi compañía
vivir es muy lindo.

El texto completo a continuación

LA AMISTAD * POLDY BIRD

Cuando rezo, mi niña, cuando le pido a Dios por vos, le digo: “Señor, haz que ame a todo el mundo, que su generosidad no sea solamente una palabra… pero que a sus amigos los elija parecidos a ella”.

Cuando se tiene un amigo para protegerlo y para darle y darle, solamente se consigue su rencor y su envidia. Los seres humanos, en general, no estamos educados ni preparados para saber recibir, y cuando nos dan nos sentimos como obligados a devolver, a sentir una gratitud excesiva, una dependencia irritante.

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lunes, julio 13, 2009

EMBUSTERÍAS DE GIULIO CACCINI



Un olvido así
para el recuerdo
que nunca estuvo
una manera de
proseguir en el
refugio que no
pudimos construir
un volver el grito
hacia lo que no
fuimos aún en los
pasos intimidatorios
de Giulio Caccini


abm



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domingo, julio 12, 2009

EMBUSTERÍAS DE CARLOS GOICO


Textos de René Rodríguez Soriano, poeta y novelista dominicano

¿Quién le sigue los pasos (taciturno, atrevido, retozón, mágico y lúdico), por las calles y plazas y, en alados corceles de espuma, se interna sin visa por los claros pasadizos que conducen a sus sueños poblados de sirenas, faunos y reyes sin reinos de este mundo?


¿Quién se ocupa de un duende taciturno que, una tarde de lirios y margaritas, tratando de descifrarle un guiño a la Vía Láctea, perdió el tren y se quedó sin calendario en el andén?

Si la ternura fuera un trazo rojo intenso que nos golpeara la vida con locura, todos conoceríamos a Carlos.



Carlos Goico, pintor dominicano, hoy 11 de julio del 2009, se fue con sus pinceles y sus sueños, a dibujarle en los cielos un tiempo sin males al hombre de este planeta devastado. MS


Lea el texto completo de RRS


Si la ciudad fuera un lienzo, plácidamente extendido sobre el baldío lleno de verdes juguetones, todos amaríamos a Carlos.

Papel de estraza

No atino a recordar ni lugar ni momento preciso de mi primer encuentro con Carlos. No creo que tenga importancia ahora. Lo conocí. Puedo contar cientos de historias llenas de colores ocres, pardos, mustios, relacionadas con Carlos, relacionadas con una resbalosa realidad que, aunque se intentara empañar con óleos o acrílicos, tiene color y vida. Pero no las contaré.

Pudiera hablar del día en que la contadora entró corriendo a mi oficina para anunciarme que, agresivo, Carlos andaba destruyendo azules y rojos intensos en plena calle. Venga a ver –me dijo–, acaba de quebrar un cuadro, tiene unos ojos rarísimos.

El rojo es amor, René –me desarmó Carlos, con su mirada de niño sorprendido en el instante mismo en que acaba de derramar la leche sobre el punto de cruz que bordaba la abuelita–. Pero no, tampoco hablaré del otro día en que, pálida como una lámpara, la recepcionista llamó a Juan Freddy porque Goico –por amor–, quiso pintar un fresco con su sangre sobre la alfombra de la agencia...

La realidad es simple: Carlos existe y, en cierto modo, si no somos todos, casi tengo la razón.
Todos somos Carlos

Si la ternura fuera un trazo rojo intenso que nos golpeara la vida con locura, todos conoceríamos a Carlos.

Si la alegría fuera un pez chorreando de azul por la avenida de la tarde que se puebla de amarillas consecuencias, todos soñaríamos con Carlos.

Si la tarde fuera un espacio imaginario que, de tres pinceladas tenues a la taza, hiciera café fortísimo sin cafeína, todos odiaríamos a Carlos.

Si la ciudad fuera un lienzo, plácidamente extendido sobre el baldío lleno de verdes juguetones, todos amaríamos a Carlos.

Si las islas –sin fronteras, todas– fueran un jardín flotante con un rey manco, con la sonrisa rota de miel y mariposas, todos le temerían a Carlos.

Pero, ¿quién le teme a un trazo afónico con la sonrisa trunca, gris y chata, como las uvas de la ira, mal calzado y mal peinado?

¿Quién se ocupa de un duende taciturno que, una tarde de lirios y margaritas, tratando de descifrarle un guiño a la Vía Láctea, perdió el tren y se quedó sin calendario en el andén?

¿Quién le sigue los pasos (taciturno, atrevido, retozón, mágico y lúdico), por las calles y plazas y, en alados corceles de espuma, se interna sin visa por los claros pasadizos que conducen a sus sueños poblados de sirenas, faunos y reyes sin reinos de este mundo?

¿Cuántos saltimbanquis o atildados funcionarios se ríen, lloran o se doblan de ternura ante una Alfonsina desgarbada de Carlos?

¿Cuántos rabian sus horas por las calles sin rumbo junto a una Reina amarilla o un Rey sólo siempre, negro?

¿Y, a fin de cuentas, quién viene a ser el desdentado Carlos, en cuestión? ¿De dónde diablos viene? ¿Adónde va?

Todos, a tiempo completo, lo ignoran. Y, aunque se hagan de la vista gorda, engañándose en blandas realidades de videocasete, Carlos existe. Pinta. Se desangra y nos estruja la vida con todos sus matices. Todos soñamos con él y, sin proponérnoslo, lo miramos sin verlo cada día, en cada trazo suelto, en cada esquina.

Y, aunque le pongamos todo el amargo azúcar, él nos endulza la existencia, casi sin intentarlo. Carlos Goico es así: mágico y manso. En la inmancable compañía de sus héroes mitológicos, sus pinceles, sus colores y sus lienzos, viene y se va por los recodos de las horas y el silencio. Todos somos Carlos.

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