lunes, mayo 16, 2016

LA VERDAD Y LA MENTIRA EN LITERATURA





Tal vez pueda afirmar que la forma de escritura que más se aviene a mi templanza es el papel que se redacta sin otra métrica que la respiración ni otro límite que el aire. 

Hurgando en mis memorias, encontré estos textos. Dos cartas dirigidas a Jesús, amigo y alumno de aquellas aulas de la Escuela de Letras que alguna vez fueron mi residencia. 

Uno habla sobre la verdad y la mentira en literatura. El otro sobre los libros y la palabra. Ambos pretendían responder inquietudes planteadas, más allá o más acá, de las definiciones convencionales y el conocimiento cercado. 

Y mis reflexiones apuntaban entonces y hoy, a convocar el asombro con el cual cada quien pueda nutrir su propio conocimiento del mundo, y alcanzar el más hondo sentido de su vivir. 


mery sananes 
mayo 2016


Jesús


Hace más de dos meses me dijiste que querías que conversáramos sobre un tema en particular: la verdad y la mentira en la literatura. Desde entonces hasta acá, muchos motivos involuntarios, ajenos, han impedido que podamos intercambiar ideas sobre esta temática. Pero no por eso he dejado de pensar en ella. Tú eres alguien muy especial para nosotros. Alguien por quien sentimos un afecto de esos que se anidan en el corazón y allí se queda, como un equipaje cálido que nos acompaña.

Y a falta de haber podido, hasta el día de hoy, hilvanar las palabras para preguntar y repreguntarles si son guijarros que el río hace danzar en su cauce o sin son saetas disparadas al interior del hombre,  para irrigar la vida, te escribo estas líneas que dibujan sobre el papel una diminuta espiral que tu deberás tomar para hacerla girar y girar, hasta que alcance la dimensión de la armonía.

En verdad ¿cómo hablar de la verdad y la mentira? ¿Abordaremos acaso la literatura como si fuese un discurso especial, con sus propias leyes, su ámbito de realidad-irrealidad, que podemos desde afuera, dirimir y definir? Esto es tan difícil como calificar la palabra que inventamos para que el paso tenga un lecho de tierra húmeda donde sembrarse.

¿De qué verdad podríamos estar hablando? ¿De qué mentira? ¿Podrá alguien, en algún sitio, establecer el límite exacto entre una cosa y otra? Tocamos el propósito de la palabra, el peso de su materia, la dirección de su vuelo, la específica densidad de su vulnerable y frágil estructura.

Porque si decimos mentira ¿acaso no estamos jugando a quebrantar la ruta de los aterrizajes para adentrarnos en el espeso bosque que cubre los agujeros por donde se asoma el canto de las chicharras? Y si decimos verdad ¿no se trata acaso de que hayamos hecho el recorrido desde los copos más altos al pozo hondo y vertical que invoca las más cristalinas fuentes de agua?

La palabra es un bajel de velas blancas, el espacio diminuto entre los pétalos aromados de un jazmín bañado de rocío en el amanecer. Es el trino que se adhiere a la flor y la estelita de plata que dibujan las caracolas en el océano inmenso de la tierra cuando despierta.

Tiene el don de los ojos que la ven, de la caja de resonancia de quien la recibe como un talismán y la devuelve al viento, enhebrada en hilos de hierba. Tiene la dimensión del infinito cuando la toca el amor. O puede volverse pequeñita, para recostarse en la corteza de los árboles viejos, para marcar allí el círculo del tiempo en las señales del siempre.

Esa es la palabra que cultivamos. La que construimos callada y solitariamente desde nuestro taller de ilusión.  Es la palabra vegetal que trepa sobre los muros para pintarlos de verdiazul. Y es la palabra mariposa que hace su viaje desde la oruga hasta el vuelo vertical de las cascadas, tan sólo para describir el arco de una luz.

Es la palabra suspiro que nadie puede atrapar entre sus manos, pero que resiste en su ingeniería sideral la fuerza de todas las tempestades. Es la palabra silencio hecha a modo de cuenca, vasija o ritual para que se convierta en el espejo de los mapas estelares y el paisaje sagrado de las pupilas encendidas. Es la palabra honda que se dispara como un barreno de fuego sobre los espacios deshabitados de ternura.

¿Pero será acaso verdad todo eso, Jesús? ¿O será el anhelo que quiere hacer de la palabra una arcilla moldeable a los sueños? ¿Tendrá la palabra realmente el poder mágico que le otorga el sentimiento? ¿O aparecerá en medio del océano, materia fulgurante, para distraer a los Ulises? ¿Verdad o mentira? 

La palabra no es sino el espejo que te mira, para que tú te veas en él. ¿Cuál es la imagen verdadera? ¿La que se estampa sobre el espejo de agua cuando te vuelcas sobre él?  ¿O la que el agua te devuelve? ¿Y qué ocurre entre ese trayecto entre tú el espejo? ¿Cuál de las imágenes atraparemos? ¿La que se detiene inmóvil o la que se arremolina, cuando el pez muerde el aire, haciendo con sus aletas un discurso oceánico y musical?

¿Sabe la garganta acaso cuando emite un sonido que es un arpegio o cuando deja salir un grito hondo y largo que se quiebra al final en infinitas aristas de cristal?

La literatura existe porque el hombre un día tuvo que inventar la palabra para atrapar con ella todo lo que había perdido al levantar la primera  cerca de la historia del mundo. Entonces creyó que poniéndole límites a las cosas se hacía propietario de ellas. Y se equivocó. Jamás volvió a recuperarlas.

Perdió el vehículo del viento y el equipaje frugal de las montañas. Extravió el movimiento de la mano que construía arcos para que pasaran por ellos la luz y se dedicó a levantar ladrillos para hacerle muros a su corazón. Se le escapó el don de la mirada donde la poesía fluía como un incesante manantial, para quedarse sumido en la oscuridad.

Y allí en ese pozo hondo e incesante, como un orfebre fue fabricando la palabra. Con ella reinventaría  la vida  que truncó desde su propio nacimiento, para postergar para el futuro la verdadera humanidad.

Con ella se hizo un abrigo, la hizo color y movimiento, grito destemplado, sonido silbante de una bala homicida, piedra de amolar, canción rota, concierto de lluvia, océano de lágrimas, granada que estalla en fruto ácido, compuerta que se cierra, ventana que se abre, amuleto que se hace ritual, caricia breve que recompone el universo en su sola marejada, aluvión o estrépito, golpe de ataúd, pena de penas, solar de jazmines, resaca de todo lo sufrido, sinfonía del universo.

¿Verdad o mentira? El mago siempre serás tú.
                                                      
                                                                                        mery
noviembre / 1999




Jesús
                        
Los libros no son más que accidentes geográficos, en los que algún muro de contención delimita el cauce de las aguas, y les construye un camino que solo es temporal.

Las palabras siempre vuelven a escaparse por entre las rendijas de las piedras para regresar a su residencia de viento y de rocío.

En realidad, siempre he creído que la palabra se inventó el día en que el hombre dejó de comprender la relación de hermanos que existía entre él y el otro. Desde entonces, ha llenado el universo de palabras para tratar de explicar esa incomunicación, que nos dejó absortos en el  mayor de los silencios y en la más terrible soledad.

Como si una cuadrícula gigantesca hubiera hecho añicos el paisaje, quebrándolo en pedazos, hasta exilar de la vida los arcoíris.

A veces, sin embargo, somos ilusos, y tomamos la palabra como si fuera arcilla que pudiéramos moldear a la medida de nuestros sueños. E inventamos cántaros y tinajeros, para con ellos esparcir de jazmines los corredores del alma.

Por eso, mi querido y dulce Jesús, cuando pongo en tus manos estas hojas de papel, que quisiera más bien  estuviesen hechas de hierbas olorosas, lo hago como quien abre las puertas de un huerto que sólo fructificará cuando de nuevo la palabra recobre su condición de talismán, su oficio volandero de cometa, su esencia de bajel.
                        
Mientras, sé que en tus manos, tendrán el cobijo de quien también es ilusionado  peregrino en medio de estas tierras devastadas, y de quien dibuja en el silencio melodías que la brisa transporta como polen de futuros amaneceres.
                                      
                                                                    
                      
mery 
                       mayo de 1999


Escuela de Letras
Universidad Central de Venezuela




          

1 comentario:

pablo mora dijo...




Ay quien te juzgue poesía
Pablo Mora



Ay quien piense saber de poesía sombra antigua puede ser la más cercana y almácigo el horizonte más sentido es la primera noche el primer día la queja de mujer sobre la arena el grito del hombre frente al mar o el mar en fuga apenas escuchar vivir la muerte el soñar de la cigarra en celo armas de la noche ángeles en vela oleaje mujer que sube y llega paz de las aguas la gaviota en guerra sabor de virgen agridulce en cierne costa desierta el viaje que regresa
ay quien crea entender la poesía la sombra en llama corazón de pie loca sombra la última sonrisa embestida del rayo el pronto amor sonora soledad candente claro la del pájaro en árbol lluvia al hombro la canción del desvelo en dulce rosa risa grana unos ojos verdes grises campo sin nombre corazón desierto mayo crudo en acecho un almendro sueño del agua rosa celestial alma bien podada una flor mujer rosa desnuda tú en mi cuarto plena mujer desnuda el alma de noche verdad desnuda el alba viva eterna desnuda estrella costa del ocaso la desnudez la gracia el verbo el ánfora
ay quien ose catar la poesía viento ardido el sol rosa y alto y puro viento alegre los salmos del riachuelo manso viento las almas de la aldea viento de amor el mar la maravilla luna partida sueño en agonía el silencio mordido por las ranas garzas pintadas de lunitas verdes torre abierta los sueños de paseo ala del mar soberbia amplia alegría tardo suspiro inmenso asombro vivo
ay quien piense pulsar la poesía río en la mar el hombre en sacro duelo el gran dolor el hombre enviajecido el hombre pequeñito de papel nacer entrenacer piedra viento ola fuego hombre vida sueño verdadero hombre solo el simple niño desandando el amor la muerte la redención del hombre el cuerpo un volumen un sistema una máquina un mapa negro un hueco negro sin tierras sin ojeras gesto reflejado arrastrado por el río dolorido en la arena sepultada más allá una frente un brazo el pecho un remolino de plumas un aullido una humedad morada asoleada cuerda cuerpo de Dios abandonado llama anaranjada luz negra arena quemada por el muro a lo largo del muro hierve sangra cayendo uno a uno serpiente ondulando aullando reverso de la luz para medir la exactitud del agua cada hombre contiene una palabra retenida en el interior de su pupila un canto inexprimido en su garganta un torrente de suspiros pasto de perros y de aves somos hombres calcinados cortezas vacías de lo que antes éramos y el mismo cielo, todo un hombrecito! agranda enigma tus portones entraremos de cabeza contra el dolor contra la muerte fuego encendido contra la noche oscura sombra antigua olvidado asombro que a las costas de la divina antigüedad nos ata no se entiende en verdad el mediodía en verdad de verdad tan solo enigma
ay quien te juzgue humana poesía se pierde o se gana un relámpago lluvia de palabras silenciosas bosque de latidos y esperanzas presagio peligro miedo la luna con gatillo arañar hasta rabiar sonreír debajo de los árboles aligerar los ríos y los soles la llagadura igual que de costumbre el amor la muerte la redención del hombre estancia sin salida lugar vacío espera ciega imposibilidad feroz de lo posible aúpa el sufrimiento armado mientras amaga un golpe que nunca inflinge busca volver de golpe el golpe enveta bolivarianas fragosidades en la línea mortal del equilibrio azular y planchar todos los trilces hasta apretarse duro duro el alma zurcir cada lindero cada almácigo los versos antisépticos sin dueño enigma solamente solo asombro

http://pankarta-poesiasociedadanonima.blogspot.com/2009/06/ay-quien-te-juzgue-poesia.html