Este escrito tiene dos años. Lo reproducimos, hoy, en ocasión de cumplir Mateo sus 79 años, porque tiene la misma vigencia que entonces y para celebrar, una vez más, una obra cuyo sentido y contenido trasciende sus lienzos, para ir a tocar la capacidad de creación y de magia que anida en el interior de cada hombre.
UN SUELO PARA EL HOMBRE DONDEQUIERA QUE ESTE
El suelo al que pertenece Mateo Manaure, desde hace 77 años, no es para él un simple dato geográfico. Es el territorio donde escudriña e investiga para encontrar, en pinceladas, en trazos, en hebras de color, la dimensión mágica de la tierra a la que pertenece el hombre, dondequiera que esté. Desde 1947, cuando obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas hasta hoy, Mateo ha delineado una obra que va desde la figuración hasta la abstracción. Pero ¿quién diferenciará el tránsito entre la línea que delimita la forma y la que la subvierte para retomarla en otra instancia y dimensión?
DIO RESPUESTA A LA TRISTEZA DE LA TIERRA
Mateo, desde sus rostros hasta sus policromías, dio respuesta a la tristeza de la tierra con una sinfonía de colores que tiene como objetivo despertar al hombre a la hazaña de construir una casa para todos. Tal vez por eso, y en la visión de quien no domina ni conoce la plástica, sino como receptora de una obra de creación, los Suelos de mi tierra son la mayor ofrenda de Mateo al porvenir.
SEMBRO EN SUS OBRAS LOS SUEÑOS DEL HOMBRE
En esa labor de inventar y recrear texturas, tonalidades, trazos, Mateo se sembró en su tierra para recrear el proceso que va desde la galería subterránea que nutre los ocres de las raíces hasta el vuelo luminoso de espigas violetas extendidas sobre el amarillo girasol de los mediodías. Como si pudieran germinar en esos suelos todo los sueños del hombre. Navegar en ellos, detenerse a hacer un surco entre sus pliegues para una floración colectiva, es inventar el porvenir. Como si en su corazón hortelano Mateo hubiese podido transmutar los grises en sepias, las sombras en auroras, los pozos en cauces de ríos color de amapolas.
PINTAR EL ALMA DEL COLOR DEL AMOR
Allí está la clave y el designio. La raíz desde donde el hombre puede retomar su función floricultora, su oficio de constructor de vida, su labor de creador de armonías. Quien se asoma a esos suelos, se le pinta el alma del color del amor que esparcen por la tierra los eternos enamorados de la vida. Y Mateo es uno de ellos. Desde la noche de luciérnagas y silencios que le hicieron brotar todo el asombro, desde los confines de la madre, que lo nutrió con los deberes del río y el rocío de los pastos, desde los pájaros que colmaron sus cielos con sus alas color naranja, Mateo es un niño que todavía juega a combinar los pasteles para inventarle un nuevo arrebol a la tarde.
TAPIZ IRREVERENTE LANZADO AL PORVENIR
Lo que nos ha entregado es un trozo de suelo, como quien dice un espacio de sueño, que nos toca componer, cultivar y desarrollar. Tenemos sus alas de color para volar tan alto como queramos. Su batalla persistente con la línea, el ángulo y el infinito que se disuelve sin que haya un horizonte entre suelo y cielo. Tan sólo una amalgama, tapiz irreverente que algún día cubrirá la tierra con su risa.
AQUÍ PERMANECE VERTICAL ENASTADO AL PAISAJE
Aquí está, entre nosotros, de pie y vertical como en cada uno de sus días, enastado a su río, su tierra, su paisaje, trabajando persistentemente para producir más hebras desde su corazón, más follaje desde el bosque de sus sentimientos, más dimensiones al violeta. Aquí está y nosotros, desde la Cátedra Pío Tamayo, le enviamos nuestro afecto y nuestro saludo.
ENTRE SUS MANOS SE BORDA LA ALEGRIA
Invitamos a quienes lo conocen a volverse a mirar en el espejo de sus ocres, en la policromía de sus columnas, en los espacios de sus cuvisiones, en los rostros azules, en los murales y vitrales que juegan a robarle la luz al sol. Y a quienes no lo conocen, que lo busquen, que pregunten por él, que se informen, que hay entre nosotros un hombre sencillo y puro de corazón, que pasa silencioso entre la gente, mientras entre sus manos se bordan los colores de todas las alegrías.
FESTEJEMOS SUS AÑOS INFINITOS
Festejemos y celebremos pues a Mateo, en esta fecha en que cumple 77 años, que no es más que un lapso brevísimo del tiempo infinito que este permanente recolector de alas de pájaros, de piedras de río, de las partículas diminutas que guardan los lechos primigenios de la tierra, le ofrenda a la humanidad, envueltos en los hilos de amor de su eterno corazón niño.
mery sananes / octubre 2003 / octubre 2005
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