viernes, mayo 19, 2006

OTRAS EMBUSTERIAS DE SARITA


LA PALABRA MÁS BONITA

Hacía rato que Sarita jugaba con sus hermanos.

De pronto, se detuvo en medio de uno de los juegos.

¿Cuál será la palabra más bonita? – preguntó en voz alta.

No creo que sepas – contestó su hermana – ¡Hay muchas palabras bonitas!

”Mamá”, ¿no es una palabra bien bonita? – averiguó el hermano.

Sarita ya se había ido en busca de su madre.

“Papá”, también. Pero, ¿qué nos importa? – dijo la hermana, algo molesta – Esas son sólo cosas de Sarita. Sigamos jugando.

¿Cuál será la palabra más bonita? – casi llegó a preguntar.

La madre estaba en la cocina, entre un montón de hortalizas frescas recién cortadas. Un sabroso aroma salía desde allí e invadía todo el espacio. Y alertaba los sabores por venir.



¡Está tan ocupada! – se dijo Sarita – Le preguntaré a papá y se lo cuento.

El padre entraba en la sala, acelerado, y con cara de elefante acorralado.

¿Cuál será la palabra más bonita? – logró preguntar esta vez Sarita.

Ahora no – le respondió su padre – Apenas lograré almorzar. Estoy con un presupuesto que debo entregar urgente. Pregúntaselo a tu abuela.

Sarita corrió hasta la habitación de la abuela y la encontró en su mecedora.

Estaba dormida, con un bordado a medio terminar sobre su falda.

¡Qué hermosa sonrisa tiene! – comentó para sí, Sarita - ¡Cómo cuando uno está soñando muy bonito! Mejor, le preguntaré a la maestra.

Apenas Sarita llegó al aula de clases, le hizo la pregunta a su maestra.

¡Ay, muchachita! ¡Qué hago contigo! ¿Por qué no ocupas tu tiempo en los ejercicios de cálculos? – respondió su maestra, a la pregunta de Sarita - Adelanta tus tareas de Matemáticas y dedícate, por una vez, a lo que hacen todos.

Sarita intentó adelantar todas las tareas de cálculo hasta la hora del recreo.
Pero su cabeza no le respondía, y tenía que rehacerlas una y otra vez.

Es que - como todo lo de ella - sólo estaba para la pregunta que le preocupaba.

Sarita se puso a jugar con los números hasta que sonó la campana salvadora.

Sarita regresó a su casa y encontró a su abuelo regando la huerta.

Un olor a tierra y hortalizas removidas invadía el sitio.

Varias palomas, en busca de lombrices y gusanos, giraban alrededor del abuelo.

Oye, abuelo, ¿cuál será la palabra más bonita? – preguntó Sarita.

¿Has hecho esta pregunta a alguien más? – averiguó el abuelo.

Les pregunté a mis hermanos y siguieron jugando. Intenté con mamá, pero cocinaba. Con papá, pero trabajaba. Con la abuela, y estaba soñando. Con la maestra y me pidió que me dedicara a los ejercicios de cálculo. Me faltabas tú.

Acércate y dame un abrazo – dijo el abuelo - ¿Qué sientes?

El calor de nuestro abrazo – dijo Sarita – y el tictac de nuestros corazones.

¿Por qué será?

Porque nos tenemos mucho cariño, por supuesto.

Sarita le sonrió al abuelo.

Y se apretó a él en un intenso y prolongado abrazo.

Ahí tienes tu palabra – respondió el abuelo – Tiene mucho de juegos, de sabores y aromas, de trabajos, de sueños y de cálculos. Es lo que sientes: amor.

Un palomar de arrullos aleteaba en el aire.

ARMANDO QUINTERO LAPLUME
Cuentos de la Vaca Azul

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