viernes, julio 01, 2011
LA CUENTA DE LOS OTROS
La de quienes
todo lo dividen para quedarse
con la mitad de nada
atrapados en sus miserias
Y nos dividieron el aire
el que respiramos y el que
se ausenta atrapado
en el suspiro que no brotó
en el amanecer
Nos partieron en dos la sonrisa
con una mitad que se queda adherida
a la corteza del árbol
al vuelo de los azulejos
a los tréboles florecidos
y otra que se envuelve
en el silencio se recuesta
sobre el corazón
desguarnecido y se guarda
como un talismán
para el regreso
Nos dinamitaron los oropeles de la alegría
en tantos trozos como alberga el
absurdo de los otros
y guardamos los que nos tocan
en los cofres de las confiterías
para que cuando
regresen en busca de sus
tesoros y se trepen
por las escalinatas de la risa
se les derrame entre sus manos
como un aguacerito de siemprevivas
Nos doblaron cuidadosamente
los papeles en los que se
escribe la vida
y los volvieron a doblar
hasta que quedaron divididos
en partes perfectas
y tomamos las nuestras
y depositamos en ellas
el sueño de los gaticos
que bajan del cielo
y la melodía del maíz
que danza en el madero
desvistiendónse para que
nadie vaya a la escuela
sin el pan que nace del pilón
Nos configuraron una cuadratura
perfecta con la noche
y en las estaciones que nos roban
aprendimos a dibujar con el fulgor
de las estrellitas fugaces
recaderías de azul para
que en los espacios de
nuestra ausencia encuentren
siempre el fulgor del amor
que dejamos en ellos
Nos contabilizaron los días
con sus arteras maneras
de fraccionarlo todo
y resulta que en los nuestros
sólo sobrevive la columna que
se plena de los abrazos
que perduran después
de habernos ido
Nos fracturaron las caricias
sólo que las nuestras se cuelan
entre los postigos
ingresan clandestinamente
en las alacenas vacías
en el atardecer de las lámparas
en la punta de un guijarro
que ha perdido su camino
hacia la mar
en el caleidoscopio solar
de las mañanas
Pero la tristeza que se nos queda
prendida del alma
cuando sus grandes números
nos deshabitan
esa no la han podido
quebrar y con ella
tejemos rúbricas sobre las
cuerdas de un cello en el interior
de un clavecín en el piquito
de un cardenal
Sazonamos las lágrimas
con el arpegio de los besos
y sembramos palabritas
de amor entre las hierbas
en la desembocadura del cielo
sobre los aleros que dan
de beber a los fogones
donde se cuecen los días
sin quebraduras
para que en cada regreso
al regazo de donde nunca
debieron partir
las horas recobren
el festejo mayor del vivir
texto y foto / mery sananes
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