domingo, julio 17, 2011

POR EL ATRIL DEL AGUA



Y si de pronto la palabra
se tensara como una cuerda
y la mano fuese un arco
para dibujar sobre ella
acordes en clave de sol

Si se escapara el abecedario
por los canales del viento
y los versos tuvieran resonancias
de oboe y fagot

No se prendería acaso
el amor de los scherzos
y la melancolía de los adagios

No navegaría la risa
en el bajel de allegros
y la tristeza en las alas de un
violoncello

No se detendría el asombro
al borde de una fuga
para ascender por los tubos
del órgano hasta la estatura
de los dioses

Sé que la palabra construye
desde el país del alma
una música sustantiva
que viaja en los piquitos
de las aves
en la diminuta nervadura
de las hojas
en el crisol de la lluvia
que juega a ser eternamente
contrapunto de un clavicordio
enardecido que no tiene otro
destinatario que el corazón
del hombre
y que allí se posa para hacer
su nido con sonidos de viola
tempestades de píccolos
y nostalgias de tubas

Hoy sé que la palabra
se vuelve timbal para irse
a dialogar con los solsticios
y que a su paso deja una estela
de girasoles en concierto
de estrellas en fragor de mandolinas
de nomenclaturas para solos de clarinete
que el palabreo de las cuerdas
tiene incandescencia de luciérnagas
que el suspiro es la respiración
de las sílabas a orillas de una
flauta transversa
que las vocales dictan su lección de amor
en el interior de un contrafagot
que las consonantes son un revuelo
de pájaros desde el hospedaje cóncavo
de un contrabajo
que los verbos son un aluvión de mariposas
que nacen de trompetas en fiestas de
aleluyas
y que el poema es una travesía
inconclusa por el atril del agua.

texto y foto
mery sananes / marzo 2006

recogido en Palabras conjugadas
Caracas, CPT-CEHA-UCV, 2916
pp. 61-62


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