domingo, diciembre 23, 2012

LEDO IVO Y EL SASTRE DE LAS MARIPOSAS


Ledo Ivo ha decidido irse, como un río, para ir a fabricar el agua de las lágrimas. Como quien se va a la mañana siguiente en busca del sastre de las mariposas. Sé que lo conocí por Juan Carlos Mestre y este poema que le dedicó. Cuando lo leí, supe que iba al encuentro de dos poetas de la estatura de la vida. Y poetas así siempre acampan en el porvenir y se quedan para siempre, aún en medio de los mayores naufragios. Aquí no hay despedida. Pero sí hay que ir a su encuentro, en ese viajar entre la sombra y la luz, para que con sus señales podamos algún día fabricar faros marineros, candiles de pueblo, faroles de plazas, incendios de amaneceres. mery sananes



CAVALO MORTO de Lêdo Ivo

En Cavalo Morto, las muchachas acostumbran a salir de paseo con los soldados. Y luego a quererse.

Sucede entonces algo inverosímil: después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un alfabeto azul y blanco, el nombre de los enamorados: José Antônio, Manuel, Joâo.

Las muchachas vuelven más jóvenes de esos amores entre la maleza. Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna. Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos. Sólo existen los soldados del batallón.

En agosto, enero, igual septiembre, las muchachas aman en Cavalo Morto. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la arena del camino algo como un rastro de espuma o velo. Los soldados no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!

De noche, Cavalo Morto nunca está despoblado. Y si pasas un día por allí y oyes voces, risas y gemidos de amor, no te asustes por miedo a los fantasmas. Son las muchachas amándose con los soldados de Cavalo Morto.


De Juan Carlos Mestre
"La casa roja"
Calambur Editorial, Madrid, 2008

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola tarde forrada con tela de gabardina.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de gaviotas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras con el timbre de las bicicletas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere Lèdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite. Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querida Mery. Gracias por compartir el hermoso poema. Por coincidencias del destino, tuve la dicha de conocerlos en el FIP de Lima, en la sede de la embajada de Brasil. Carlos Mestre leía su poema a Ledo Ivo " Cavalo morto",y de cuando en cuando miraba hacia el semblante del maestro. Una suerte de complicidad cósmica en sus miradas. Algo indescriptible para mi alma agradecida.
Como dices: se fue como un rió...volvió a la fuente.
Sus poemas quedan... y su mágica aura también.
Un abrazo.

Carmen Brida

Anónimo dijo...

Que' pena Mery. Venía a dejarte un regalito y me entero de esta triste noticia. Me habría gustado que se quedara un poco más entre los nuestros... Que tenga un auspicioso viaje de retorno a los orígenes...
Un abrazo!

Luis Alejandro Contreras