miércoles, febrero 24, 2016

UN AFECTO VERTICAL





Ayer se nos fue, habitada de silencios, Amaya Llebot.  Con ella anduvimos mucho tiempo reinventando territorios de sueños y trinitarias. En la Escuela de Letras de la FHE de la UCV compartimos inquietudes, alegrías y pesares.

Fuimos testigos de un empeño de trabajo y creación que tropezó con uno y otro obstáculo. Sin embargo, su huella quedó inscrita en muchos. Y ayer y hoy la vemos levantarse desde su silencio para  establecer las sonoras espigas que habrán de servir al alumbre mayor de los destinos anclados en los recintos de la esperanza y el porvenir.

Hace poco más de un año le escribí una carta que nunca imaginé sería una de las últimas. Le reiteraba lo que siempre supo: que la quise y la quiero. Y que seguiremos en el empeño de asumir las siembras que ayuden el despertar que mira hacia la vida y ahuyenta los espacios tomados por el vacío.

Y por ello, Amaya, no te despido. Despliego tu vida, tu quehacer, tu sufrimiento. Quiebro los muros de tu encierro y te saco al aire libre a que respires de nuevo en los solares del vivir que te fueron negados.

Trazo tu memoria sobre el ruido de los otros. Te rescato.

Quede esta carta entonces, escrita en diciembre del 2014, en el día de su travesía a otras dimensiones, como el testimonio y la expresión de mi afecto.

23 de febrero del 2016


Amaya

Cómo comenzar esta carta, si en verdad, es continuación de las muchas que te he escrito y que sin embargo no han llegado al buzón de tus angustias.

Son tantas las batallas que te ha tocado enfrentar, tantas las congojas que acallaron aquel andar apresurado, y apasionado a la vez, con el cual emprendías todas tus labores, que es como si de pronto tu coraza hecha de puro coraje y aromas, compromiso y entrega, se hubiese ido a sembrar en el huerto de tus sueños.

Y hoy, me acerco a tus andenes, como si pudiera desgajar los catéteres, las vías, los tubos por donde circula un oxígeno, que poco o nada sabe de tus cantares, y derramar sobre tus horas una estación de primavera. 

Quisiera acercarme a tus parajes y llenarlos de aquel encantamiento que cubría tus sonrisas, de aquella audacia con la que arropabas las vicisitudes, y con ese don de ternura que siempre le obsequiaste a tus quereres.

Y hoy, cuando tienen atadas tus alas al borde de unas sábanas que no están bordadas con las señales de tu vivir, quisiera reconstruirte un tiempo de alegrías, una melodía de pájaros cantarinos, un abecedario de peces. Y entrar por los oscuros pasillos con fogatas de luz y una melodía en los pliegues de la blusa que fuese esparciendo sus notas como un árbol que le regala al viento sus hojas de otoño, tan sólo para verte sonreír de nuevo.

Guardo de ti, Amaya, las mejores memorias. Y de tus combates, la entereza de quien se yergue ante quien te avasalla, con un manojo de rayos de sol entre sus dedos. Hoy sólo he venido a dibujarte el mapa de tus embelesos, a recoger todo el afecto disperso, en tantos lugares cercanos y distantes, de quienes estuvieron cerca de ti y pudieron abrevar de tus saberes pero por sobre todo de tu espíritu amoroso, fraternal y solidario.

Recuerdo a tus padres,  y sé de la estirpe de dónde provienes. Sé de sus huellas y de las tuyas. Y hoy sé que vencerás de nuevo los obstáculos, las desarmonías y harás tuya, como siempre, esa decisión de hacer de los silencios y las ausencias un aula de desde la cual dirimir los horizontes, contabilizar las nubes, definir las tonalidades violetas de una flor que aún no ha nacido.

Quiero dejarte un remanso de azahares, un atardecer pintado de bromelias, una noche en la cual puedas alcanzar a escuchar la risa de El Principito desde su planeta lejano, un nido donde recostar tus días.

En fin, Amaya querida, todo el instrumental de que se arma el corazón en los días de desasosiego, para reinventar un sonido de dulces campanarios a la vida.

Te pienso y te acompaño en esta travesía, te dejo mis manos para que te apoyes en ellas, mis sueños niños, la ilusión de ir a verte en tu solar de hierbas. Todos mis deseos de que podamos vencer una vez más los obstáculos.

Te dejo mi creencia en tus poderes, para que con ellos puedas salir ilesa de estos obstáculos.

Y decirte que te quiero, con un afecto que atraviesa los años, sin que haya aminorado la verticalidad de su tejido. Te abrazo, mery

02 de diciembre del 2014

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