sábado, julio 30, 2016
EL SÓTANO DE NESKE - LIDIA BARUGEL
Hace cinco años, en el 2011 me encontré con Contrapalabra, ese libro de Lidia Barugel, que me reveló,
en su brevedad, la hondura estremecida de su escritura. Una bala convertida en
un estilete hundido en el corazón de un pájaro. Una palabra que rompió en
pedazos el aire de la tarde. Hoy El sótano de Neske de nuevo es un asombro y
una conmoción.
¿Cómo logra
Lidia contener la pena y la herida de aquellos seres reducidos al milimitraje
de un encierro y a una muerte prevista? Trasmutando la oscuridad en vuelo, el
agobio en un cincel que horada la piedra, el silencio en el soliloquio de un
piano que jamás dejó de hacer vibrar sus cuerdas destrozadas. Por la vastedad
de la imaginación, el poder de los lazos afectivos, la trascendencia de la
música, la incandescencia del alma.
Porque tanto como conoce la intensidad del dolor, sabe hacer travesía en el interior del
corazón de un niño de diez años, hasta lograr vencer los disparos que
irrumpieron para dejar inerte los sueños.
Y crea un
tesoro que va abriendo sus compuertas como un acto de magia. Lidia traza la
geografía del alma de un niño que se escapa de su encierro en un corcel de
viento, que dibuja en el aire todas las memorias de una vida signada por una
mirada que mira y un corazón que se mueve a ritmo de campanario, que hace
tañer, aún cubiertos de felpa, las notas de una Flauta Mágica.
Una obra que
le otorga a la muerte, como una ofrenda, el aroma de una hoja de laurel, como
la que Neske colocaba en el agua para refrescar a Dromer y a su hermana melliza
Anki. Una novela que se mueve al compás del aquel trocito de marfil
astillado, en el cual el niño depositaba
todos los cantos que los sepultureros creyeron dejar atrapados en aquella
bóveda mortuoria.
Lidia hace el
milagro de la resurrección. Convirtió el sótano en un espacio para que Dromer
pudiera vencer a la muerte con su caballo con alas, mientras una cisterna de
lágrimas se derramaba desde sus confines. Y dibujó con la acuarela de sus manos a una Neske y a
un tío Joos, cuyo temblor dinamitó los muros y reconstruyó el espacio y el
tiempo, hasta hacerlos porvenir.
Esta novela
tiene honduras imprevisibles, bellezas incontestables, aproximaciones inéditas.
Es un espejo para que cada quien encuentre en sí mismo el poder irreversible de
la vida, cuando logra trascender los muros de los carceleros y a la propia
muerte.
mery sananes
jueves, julio 28, 2016
JOHAN SEBASTIAN BACH - LA PASIÓN SEGUN SAN MATEO COMPLETA
Johann Sebastian Bach
Las Pasiones según San Mateo y según San Juan son, con toda seguridad, las obras de arte más grandes que ha producido jamás el espíritu humano. También pertenece a esa categoría la Misa en sí menor. El lector comprenderá que no diga nada sobre esas obras. Cuando las oí cantar –y la Misa no la oí nunca entera, sino en trozos- me pareció como si un mar inmenso se hubiese derramado sobre mí. El coro de la obertura de la Misa, el gran grito del Kyrie eleison, seguido del silencio de las voces, mientras los instrumentos tocan la más hermosa de las músicas, me pareció siempre más allá de toda expresión. No habría palabras para hacérselas comprender a los que no han oído esa Misa y las Pasiones. Las palabras son, pues, superfluas. Estas obras procedían de lo más profundo del alma de Sebastián.
Pequeña crónica
Caracas, Ediciones Desorden, 1975.
Caracas, Ediciones Desorden, 1975.
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Juan Sebastian Bach,
Pasión Según San Mateo
ERA LO QUE TENÍA QUE DECIRTE
Estos son pensamientos de Zaira Andrade
recogidos en una de las tantas libreticas que ella llena
cada vez que se detiene a dejar migrar sus
asombros hacia el pais del viento
Nosotros los recogemos porque forman parte
esencial de estas Embusterías y porque su
trayecto de vida es la mejor prueba
de la capacidad innumerable del
hombre
Si todos los dias
te digo lo mismo
eso era lo que tenía que decirte
Deja fluir tus lágrimas de felicidad
son las más escasas
gózalas
No ocurre por azar que seas regalada
tu ejercicio de
amor
ininterrumpido y vital
hizo con disciplina su tarea
La energía de luz con la que
a veces viajas, es consciente
y veloz
fotos / mery sananes
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viernes, julio 15, 2016
EN LA PUNTA DE UN DEDAL
Hoy he venido a escribir una carta. No un poema, ni un
escrito, ni una reflexión sobre materias trascendentes. Ni un verso que
deslumbre.
Sólo una carta sencilla, que no cuide la concordancia ni
hurgue en el país de los sinónimos.
Una carta manuscrita, con sus tachaduras y con una letra
en espiral que aproveche las mayúsculas para dibujar un beso en su trazado.
Una carta colmada de aromerías que enamore al transeúnte
que la encuentre por azar en las estanterías de la noche.
Una carta como un soplo de brisa que pudiera escurrirse
por debajo de las puertas hasta alcanzar el horizonte de unos rizos o el
remanso de unos párpados a los que se le han sembrado veleritos de alegría.
Una carta de esas que ya no se escriben, porque se ha
secado la tinta que dibujaba filigranas de azul sobre un tapiz de nubes. O porque se han quedado solos los buzones que
alguna vez fueron recintos de melancolía y parajes secretos de una palabra-suspiro.
Una carta que hable del día y del sabor del vino que se escancia
en los viñedos de la memoria, del jade de las colinas que se cuela por entre
las rejas, o del rumor de agua que se quedó detenido en el giro de las ramas
que se mecen.
Esas cartas que se escriben sobre las puntas de un dedal y
que luego se vuelcan sobre un papel impregnado de hierbas y que llevan siempre
en su sobre algún talismán invisible a los ojos.
Una carta color violeta que lleve en su interior algo de
la noche y mucho del sol. Que llegue derramando florerías, como si en vez de
una carta fuera un vergel.
Una carta marinera, como si fuese una caracola, que tuviera
en su interior las honduras del agua, en cascada de acordes.
Una carta escrita en el lenguaje de los pájaros como quien
pone en palabras el asombro que se anida en las pupilas de un niño.
Una carta que no diga nada, que se asemeje a los papelitos que solemos
dejar bajo las almohadas de los hijos, para que no olviden que existen los
encantamientos.
Una carta escrita sobre el ala de una mariposa, en vuelo
de infinito hacia el territorio de los siempre.
Una carta que diga, por ejemplo, hoy el sol amaneció
empapado con la lluvia de la noche. Y las hojitas de los árboles brillan engolosinadas
mientras aguardan el paso de los espejos.
O que diga: qué maravilloso azar, que coincidencia tan
extraordinaria que en un julio se produzca una conjunción de limonares y
guayabos, de geranios y azahares, de aguas vertidas sobre los lechos de las
semillas y ríos que escancian la sed de la risa.
Que diga: ellas están hechas del mismo cordaje de amor.
Una riega sus flores, otra macera sus confituras. Una escancia la leche, otra
enjuga las lágrimas sobre un mismo recinto de epopeyas silenciosas.
Una deja su estela de flor, otra esparce sus
bienaventuranzas como si pudiera abrirle surcos al cielo. Ambas están hechas de
azúcares vertidos de una caña color de atardeceres.
Una carta que no está escrita para espantar dinosaurios
sino para convocar la alegría de ese lejos que se convierte en cercano, porque
todo aquello que se deposita sobre esta tierra,
con la dulzura de una simiente, se convierte, se extiende, se continúa
para siempre, por más sequías y devastaciones que se acometan.
Una carta que certifique esa estancia de donde venimos,
ese milagro de convertir el grano en pan, aún sin el surco, de endulzar el
guarapo, de hacer de los duros trajines una memoria de la alegría que se
construye silenciosa y persistentemente sobre los días, para que no se apaguen
nunca los candiles de los sueños que se tejen en el corazón de las flores de
baile y en los pétalos de los geranios, de las extrañas y de las azucenas que
aún no han nacido.
Una carta que diga por ejemplo: algún día este será el
lenguaje que los hombres hablen entre sí y éste será el cantar que perdure como
la señal de lo que somos: hijos de hortelanos, enamorados peregrinos de la vida
que se vive, trasegadores de lo amargo en dulce, esforzados mineros de mar en
labores de coral.
Una carta que establezca que, más allá de todo testimonio
de la tristeza y los tormentos que nos ha tocado sumar, del expediente al
desamor que ha levantado una humanidad empeñada en la muerte, sobrevivirá en
nuestra geografía celular, en la exacta estructura de las moléculas, en el
incesante aleteo del corazón desasistido,
la fragancia de la flor, como
férrea armadura, frugal equipaje, instrumento de labranza con la cual construir
la historia de lo que en verdad somos.
Una carta que conserve en sus pliegues la ternura que nos
viene de esa escuela de milagros, como el equipaje que nos permite sobrevivir
estos tiempos sombríos, que no parecen cesar de tanta muerte como contienen.
Una carta hecha con sonidos de laúd y travesuras de píccolo.
Una carta que retome siempre el hilo del melado en el que
se cuaja la confitura, o el corcel de los tiempos niños en los que cabalga la
ilusión.
Una carta para guardarla en el vuelo de las tórtolas, el
canto del petigre, en las enredaderas de
jazmines, y que se pueda deshojar cuando haga falta una brisa fresca llena de fragancias.
Una carta que no concluye porque alguien la seguirá
escribiendo en los cuentos que le inventen a los nietos.
Una carta que recoja las claves mágicas de todo lo que
vive, más allá de las ausencias.
Una carta que dejo en las sístoles del día, en las
comisuras salobres de los peces, en el ángulo de las caricias que aguardan quedamente
la sagrada resurrección del abrazo.
Una carta niña de esas que se entregan escondidas en un
cesto lleno de gajitos de mandarina y fresas maduras. Una carta, en fin, con
sabor a duraznos.
mery sananes
en este otro julio
16 de julio del 2012
16 de julio del 2012
fotos / ms
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MS Cartas
lunes, julio 11, 2016
TODO ÁNGEL ES TERRIBLE
¿Alas de pájaro o de ángel?
en el aire el vuelo es el mismo
sólo que el hombre
sigue ensayando como alcanzar
la dimensión alada del suspiro
mery sananes
27 junio 2016
Todo ángel es terrible
Arroja desde
los brazos el vacío
hacia los espacios que respiramos,
quizá de modo que los pájaros
sientan el aire ensanchado
con un vuelo más íntimo
Rainer María Rilke
Elegías de Diuno
I Elegía
jueves, julio 07, 2016
TU EDAD DE EQUINOCCIO
Hijo
Siete del siete irrumpiste en un verano de inviernos,
sobre colinas embriagadas de agua dulce y cosechas tiernas. Te aguardaba como a
quien no le habría de caber entre sus manos el asombro de la vida. Y llegaste como
un torbellino de risas sobre un huerto sembrado de hojas de páramo y frailejón.
Y desde entonces hasta hoy has sido la nube que se
posa sobre la fugacidad de una estrella. La arteria vital de un río que a ratos
se desborda. El solar de los rosales que tu madre vigila para que no le falte
jamás su aroma a los días.
Cómo describirte, hijo, lo que fue y sigue siendo
nuestro tiempo juntos. Aún no sé quién enseñaba y quién aprendía. Nos
encontrábamos siempre en ese punto que conjugaba las preguntas y las
respuestas, como un camino que había que ascender. Tú querías comerte el mundo
y yo alimentaba mis saberes con tus desconciertos.
Girábamos en torno a un leño encendido o a la cazuela
de arcilla en la que tu madre preparaba aquel caldo de leche y queso en el cual
danzaban los granos de maíz y los gajitos de arepa de trigo. Y cómo nos
gustaba, hijo, asomarnos a aquel balcón de la casa de la abuela Victoria desde la cual
divisábamos la noche atravesada de constelaciones y cocuyos.
Y ahora que habito aldeas siderales y que puedo
mirarte desde el cobijo de una tempestad o un rayo atado a la cola de un
cometa, he podido ver cómo crecen esos ojos que tu abuela Luna me entregó para
que yo los depositara en el anclaje de tus sueños.
Y convertidos ahora en centinelas de las galaxias cada
día lo iniciamos con ese abrazo que precedía las horas de escuela, o el que
reparábamos, con herramientas de luz, al encontrarnos en los mediodías, aún resplandecientes
de noche.
Sé que son muchas las cosas que tenemos por contarnos.
Y que en este tiempo de estar alejado de esa vereda que conduce al río o a la
montaña, te estás formando en ese código de vida que hicimos nuestro aún antes
de nacer. Lo decía siempre tu abuelo Isaac: siempre más alto con justicia y
humanidad. Y una balanza sin contrapeso, una escalera tocando los destellos
lunares y un corazón hecho de pomarrosas.
Viniste hijo a dejar tus propias huellas sobre las que
no pude culminar. Y hoy cuando alcanzas edad de equinoccio, trayecto de
montaña, estación creciente de la vida, yo te traigo ese canto que se me quedó
dormido en la garganta, un racimo de luceros y un recinto donde aposentar los
sueños.
Te traigo la algarabía de los días de campanario y las
piedras de cuarzo. Y bajo la almohada una carta escrita con hilos de fósforo. En
ella encontrarás todo los te quiero que voy guardando para plantarlos como
farolitos que hagan relumbrar cada uno de tus pasos.
Estaré contigo, como siempre lo he estado. Y juntos
jugaremos a encender las velas de esa torta que tu tía siempre pide que no
falte para celebrar la fiesta de tu andar.
Y nos reiremos juntos, como siempre, en la esquina de
algún cuento, a orillas de una canción que no me he aprendido y en los confines
de los afanes de tu madre en cuyo regazo florecieron tus alas.
No olvides nunca, hijo, que estoy siempre a tu lado.
Que basta que gires para encontrarme. Te quiero y te abrazo.
Tu padre
en este 07 de julio del 2016
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MS - Cartas - De Alberto para el el Chirri
lunes, julio 04, 2016
UNA PLANTA HECHA DE PLUMAJES
Paul Klee / Feather Plant 1919
a paul klee
La vida se desgaja
aromada de níspero
o naranja
y sale en vuelo
hacia las pupilas
Se detiene en el fruto
que aún no ha nacido
y se derrama
como un arcoiris mudo
reclinado sobre
el horizonte
Y allí el pintor
descubre sobre el lienzo
una planta hecha de
plumajes
o un ave a la que le
nacen hojas en sus alas
para ir a sembrarse
en el silencio de un
pájaro carpintero
mery sananes
junio 2016
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MS - Atrilerías - A Paul Klee
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