La herida se agiganta y detiene a orillas de los faroles del asombro y el aturdimiento de los acantilados trazando un recorrido en el cual la alegría no es sino el anverso enamorado de una tristeza milenaria
que venía ya en el entretejido de un corazón que no cesa esperanzado de aguardar la hora en que nosotros como los pájaros cumplamos
la función exacta para la cual fuimos hechos
Sólo que en esta hora aún nada sabemos de pájaros ni de alas ni de vuelos ni siquiera de esa tarea simple y esencial de atrapar ramitas para construir los nidos que habrán de conservar la especie sino que dinamitamos los árboles y encementamos la hierba como si
sólo supiéramos ser sepultureros de todo lo que vive
Y en el árbol y en la hierba quedan atrapados las migajas de hombres en las que hemos sido convertidos para que la maquinaria incesante de destrucción no detenga su gesta hasta que aún el pájaro cese
en su canto para dar lugar al silencio cómplice de las mortajas colectivas y anónimas
Por ello una ausencia solitaria y desprevenida es el estallido de todas las ausencias que no pudimos retener más allá de las pupilas y que nos fueron dejando como un pozo hondo del cual ya no mana agua ni piedra ni cielo
Y sin embargo mientras subsista la resurrección de campanarios en salmo de amor vendrá la fortaleza para horadar las penas de los cementerios y la soterrada rabia de los ataúdes hasta que
advenga de nuevo la risa niña de la vida en consagración de los amaneceres que aún no han comenzado
No hay comentarios.:
Publicar un comentario