Si el beso
que inventé
hecho de anís
y pomarrosas
no se hizo
río de azúcares
de qué sirvió
que fuéramos
pasajeros alados
asombrados transeúntes
de la vida
Si el racimo de azahares
que junté
no se hizo estación
infinita de primavera
de qué sirvió
que nos creyéramos
floricultores de los días
Si la ofrenda que entregué
hecha de confitura
de duraznos
no se hizo torrente
de alegría
de qué sirvió
que fuéramos leñadores
en el territorio de los frutos
más dulces
Si el amor que derramé
a manos llenas
no contuvo los anhelos
ni abrió las compuertas
de ritos de agua y colibrí
de qué sirvió
que fuéramos centinelas
de la tristeza
estremecidos capitanes
de la esperanza
Eso que fuimos
sin embargo
y lo que seguiremos siendo
hasta el día en que el manto
de luceros que tejemos
se vuelva mortaja
y envoltura
tal vez sirva
para regar sobre la tierra
una semilla de amor
que crecerá mañana
cuando florezcan
en todos los rostros
las rosas encendidas
de los enamorados
vendavales del cielo
texto y foto
mery sananes / 1982