sábado, febrero 12, 2011

PÍO TAMAYO - CARTA A SU HERMANO TOÑO




Querido Toño

No tengo acto de qué arrepentirme; seguí los mandatos de mi conciencia y si alguna vez me equivoqué hay que culpar a la imperfección humana, pero nunca a la intención. Muero sereno y conforme con mi conciencia. Decía Juliano, en su tienda de campaña, en los últimos momentos de su vida de Emperador, mientras Amiano Marcelino, historiador cristiano al lado del Apóstol grababa para eternizarlas las bellas frases de aquella oración postrera: ‘Oh Helios, Oh sol, ¡Cuán bello eres! -Exclamaba el moribundo en un rapto de final entusaismo-; un día seré como tú, porque en el destino pleno de todas las criaturas está el día en que han de confundirse con la Divibidad y todos seremos Dioses’. Dijo y murió mandando hacia el Sol, su última mirada.

Yo, en esta hora que aparece acercarme al término fatal, hago mía aquella frase de ese hombre inquieto, de alma bellamente atormentada: ‘Muero sereno y conforme con mi conciencia”.

¿Por qué te escribo hoy? Porque quiero decirte, aprovechando minutos de receso en los ataques tremendos, que me voy amándote como al hermano bueno, amándoles con la fuerza de mi corazón afectivo. Si hay un poco de dolor al anticiparles mi adiós, es precisamente el dolor que me llevo; el de dejarlos, cuando hubiera deseado hacer tanto por ustedes, vivir largo al amparo del cariño mutuo. Por lo demás, no temo la muerte, ni la llamo, ni la rechazo, la acepto tranquilamente, como un hecho ineludible.

¿Qué te he de recomendar? Cultiva siempre en el predio rico de tu espíritu las cualidades nobles que te distinguen; húyele a las satisfacciones mezquinas de los egoístas, y vivirás colmado de contento interior que es el más puro de los deleites.

Esta carta debe llegar a ti en los minutos inmediatos a mi muerte. No olvides que he sido sencillo y limpio de corazón. Procura enterrarme en El Tocuyo, pueblo al que he amado y cuyas gentes me quieren. No deseo ninguna celebración religiosa ni aquí, ni en el acto del sepelio. Condúceme a una casa amiga en aquel pueblo, donde puedan reunirse los que quieran acompañarme al cementerio. Anuncia muy llanamente: ‘Ha muerto Pío Tamayo (37 años). Su madre, hermanos y demás deudos, invitan al acto del entierro... y en seguida la dirección.

No pude revisar, corregir ni compilar nada de mi obra. En esas condiciones no deseo que se publique ninguna cosa. Guárdalas simplemente.

Te dejo a mamá. ¡Qué gran tesoro, hermano! ¡Quiérela ahora por mí y por ti.

Te amo y digo adiós,
                                      Pío
28 de septiembre de 1935.


Pío Tamayo se sembró en su tierra tocuyana
el 05 de octubre de 1935, a escasos siete días de
haber escrito esta carta

Pío Tamayo, Diario del Floricultor, Tomo 2, Comp. Mery Sananes, Caracas, CPT-CEHA-UCV 1986, p. 247-248

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