viernes, febrero 04, 2011

TÚ TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO


TU TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO

Entrevista realizada por VÍCTOR-M. AMELA a: MOUSSA AG ASSARID,


Una amiga, Lidia Barugel, desde Argentina, me envía este texto. Bien vale la pena leerlo. Refiere el testimonio de Moussa Ag Assarid (2009), pastor tuareg, musulmán sin fanatismo, venido desde el desierto del Sahara hasta una universidad francesa, sin que la ciudad, los ruidos, la academia o el agua que corre abundante por los grifos, haya podido quitarle, su habilidad para aprehender el tiempo que, en cambio nosotros secuestramos en el interior de los relojes, para que sea quien guíe nuestra inútil existencia.

Y sin embargo, lo que Moussa rescata de su reino de infinito y silencio, donde todo es simple y profundo, divisado a través del índigo que lo colorea de azul, es una pertenencia a lo que todos tenemos acceso, aún en medio de los barrios más desolados o las ciudades más compactas.

Y es la capacidad de mirar las estrellas, de dialogar con la ausencia de palabras, advertir que cada pequeña cosa proporciona felicidad, aprender que es posible no tener que soñar cada día con llegar a ser, sino irse haciendo en ese trajinar, si uno logra detenerse, por un instante, de tiempo que no de reloj, a escuchar el latido del corazón.

¿Quién le entregó El Principito a quién? Porque si el periodista tenía el libro en su mochila, Moussa cargaba las estrellas en su retina desde hace muchos milenios. Y a través de ellas ya había aprendido, en el libro del desierto, que lo esencial es invisible a los ojos.

En este tiempo de heridas y atropellos, de desmanes y carencias, de muerte que se multiplica y vida que se contrae, es bueno inventarse un diminuto desierto de arena, donde reencontrarse con lo esencial, para de allí extraer la fuerza, la creación, la inventiva capaz de hacernos resistir, detener y revertir toda tiranía, toda dictadura, toda injusticia, venga de donde venga, hacia un mundo de tiempo que no de relojes.



No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...! Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo

- ¡Qué turbante tan hermoso...!

 - Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.

EL AZUL ES EL COLOR DEL MUNDO

- Es de un azul bellísimo...

 - A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...

- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?

- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.

- ¿Por qué?

- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.

- ¿Quiénes son los tuareg?

- Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.

HACE FALTA QUE UN PUEBLO DESAPAREZCA PARA
QUE SEPAMOS QUE EXISTIA

- ¿Cuántos son?

- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.

- ¿A qué se dedican?

 - Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...

EN EL DESIERTO SE OYE EL LATIDO DEL PROPIO CORAZÓN

- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?

- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.

- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?

- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

- ¿Sí? No parece muy estimulante. ..

- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

- Saber eso es valioso, sin duda...









ALLI TODO ES SIMPLE Y PROFUNDO Y CADA COSA
PROPORCIONA FELICIDAD

- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!

- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?

- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso.
¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!

- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?

- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...

- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...

- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.

TODOS LOS DÍAS DE MI VIDA HABÍAN CONSISTIDO
EN BUSCAR AGUA

- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?

- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...

- ¿Tanto como eso?

- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.

- ¿Qué pasó con su familia?

- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome...

UN DÍA ENCONTRÉ A EL PRINCIPITO

- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?

- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...

- Y lo logró.

- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.

- ¡Un tuareg en la universidad. ..!

CADA ESTRELLA ES DISTINTA DE OTRA
COMO ES DISTINTA CADA CABRA


- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.

TENÉIS DE TODO PERO NO OS BASTA
ALLÍ NADIE QUIERE ADELANTAR A NADIE

- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?

- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!

- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.

- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...

- Fascinante, desde luego...

- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té.
Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...

- Qué paz...

- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.



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