sábado, octubre 05, 2024
CARTA A PÍO TAMAYO EL FLORICULTOR DE HAZAÑAS
CARTA A
PÍO TAMAYO
EL FLORICULTOR DE HAZANAS
mery sananes
05 de
octubre de 1983
Esta carta a Pío Tamayo fue escrita
el 05 de octubre de 1983, al instalarse la Cátedra Pío Tamayo de la UCV. Cuarenta y uno años después, sigue siendo nuestro homenaje al Floricultor de
Hazañas. Entonces como ahora queríamos romper el cerco de silencio que se ha
dispuesto sobre una vida y un pensamiento que están por rescatar en un tiempo
cercado de pasado.
Hoy, a 126 años de su nacimiento, 89 de su muerte y 41 de la Cátedra Pío Tamayo de la UCV, la volvemos a publicar, como todos los años. La tiranía sólo ha cambiado de
nombre. La muerte sigue suelta por territorios de penuria y dolor. La libertad
y la justicia no son más que esqueletos vacíos. Y es esencial conocer a este
joven tocuyano que, armado con su idealidad avanzada, y en medio de una tiranía
que no le perdonó ni su actividad política, ni su pensamiento porvenirista, supo
sembrar en este continente infinitas semillas que aún aguardan por
germinar.
EL MUNDO UNA INMENSA SEPULTURA
Pío
Es como si el mundo se hubiese convertido en una
inmensa sepultura. En un oscuro calabozo. Y los hombres hubiesen olvidado que
más allá de los muros amanece cada día renovada la vida. Que más allá de los
ruidos, la naturaleza desgrana su concierto de hojas y alas. Que más allá del
horror están los sueños. Y más allá de la quietud el corazón aguarda el
territorio exacto en el que habrá de desplegar su oficio aventurero y
peregrino.
Es como si el tiempo sólo hubiese servido para
cambiar de traje a los tiranos, de nombre a los carceleros, de rostro a la
opresión. El gallardete de la muerte que se quiso aferrar a tu nostalgia
viajera, a tu nave de arcones piratas, a tu melancolía colmada de infinitos, se
enseñoreó sobre esta tierra, sin que le hubiesen dado batalla. Ya lo habías
intuido desde tu combate solitario y desigual. Y lo habías advertido para que
se redoblara la pasión libertaria, la aspiración justiciera.
Pero adivinaste, más que la fortaleza del enemigo, la
fragilidad de quienes lo adversaban, y pudiste prever el porvenir inmediato en
el cual se acordarían los bandos opuestos y se reconciliarían las ideas en
pugna. Por eso, Pío, sé que hoy no sentirías asombro alguno, porque vi muchas
veces posarse en tus ojos, como pena de aguacero, la certeza de que los hombres
no habían aprendido aún tu canción de guitarra y amapola.
DESDE LA VOZ OSCURA DE ESTOS TIEMPOS INVOCAMOS LAS CUATRO ROSAS DE TU PECHO
Es como si se hubiese enterrado la esperanza. Y por
eso, Pío, hoy he venido a buscarte una vez más, porque necesito las cuatro
rosas de tu pecho, la banderola de tu amor, y tu palabra de tallo de maguey,
para hacerme viajero de la noche hasta la mañana aurorada en que te encuentre
de pie, celebrando la victoria.
Por eso te escribo hoy con la voz oscura de estos
tiempos, pero con la dúlcima alegría de haberte conocido, de haberme detenido
en tu tristeza, en tu pasión, en tus inmensas ganas de vivir. Y querer
prolongarlas, multiplicadas en la vida que otros te inventarán, en la que
repartiremos el saco de confetis de tus besos, las canciones que el sol dibujó
sobre los ríos claros de tus años y los amaneceres que me construí moldeados
desde tu puro corazón.
PÍO NUNCA DEJÓ DE ENVIAR SUS SEÑALES DE PORVENIR
Pero ¿cuál carta habré de escribirte primero? ¿Cuál
he de contestar? ¿La que me escribiste en día de tu partida, cuando recorriste
los campos de tu tierra, los azahares de tu huerto, los muros de la vieja
casona, el abrazo de la madre, los muebles de tu cuarto, para emprender la
aventura de ser un hombre a la medida de tu corazón? ¿O las que me escribías,
apoyado en el viejo piano del ‘Júpiter’ mientras soñabas a ritmo de brisa y
colibrí? ¿O aquellas en que las letras saltaban al compás de las piedras del
camino, mientras conducías camiones relucientes de polvo y metal? ¿O aquellas
misivas pequeñitas, escritas a las orillas de los libros que devorabas en la
biblioteca de Don Bartolomé?
Recuerdo las que enviaste desde la flor de la caña y
la miel de su tallo, donde te colmaste de toda la dulzura que después te fuiste
a repartir a manos lenas. ¿Contestaré a aquellos primeros versos en los que
amoroso dibujaste versos de azúcar y confituras de amor? ¿O, Pío, a los
primeros sonrojos de tu corazón enardecido de justicia, desbordante de
libertad? Llevo grabada la dimensión del sueño, la decisión del combate, la
convicción honda de que la vida triunfará sobre los tiranos. Y tengo envuelta
entre hojas de membrillo y azahares tu mirada limpia, de lluvia y manantial,
derramada sobre los tiempos, como una canción que no ha sonado todavía.
Son tantas las cartas. Pío, que es como si hubiesen
llegado todas juntas. Como si de pronto una mágica y milagrosa solución hubiese
mojado los papeles haciendo aparecer por doquier el trazado nervioso de tus
letras. Cartas que me sabía de memoria porque cada noche me las recitaba la
brisa. Cartas que algún menguante dejaba en silencio hasta la próxima
creciente. Y cartas nuevas, venidas de todos los sitios donde sé que estás,
repartiendo besos de caramelo y la rosa de los vientos de tu amor iluminado.
Cartas que suenan a espigas que crecen, a zumo de caña que se destila, a
vertiente de agua clara.
Y NO HEMOS DEJADO DE IR AL ENCUENTRO DE SUS RECADOS FLORICULTORES
¿Cuál habré de contestar primero? ¿A las muchas que
me escribiste desde cada puerto al que arribaste, cada casa amiga donde fuiste
a hacer posada? ¿Desde cada bajel que te llevaba de nuevo, sin rumbo fijo,
buscando conjurar los males, dejando la simiente siempre renovada de tu
dulzura? ¿O aquellas en que hacías profesión de fe militante, en que entregabas
tu pecho, como rosa abierta a los disparos del enemigo? ¿A las del poeta
enamorado de todos los amaneceres de la vida? ¿A las del hijo que se detuvo en las
embusterías de la madre para inventar viajes nunca antes imaginados? ¿A las del
hermano amoroso, las del amigo oferente y solidario? ¿O, Pío, aquellas
desgarradas, terribles en que fuiste diseñando la medida de la muerte que otros
quisieron entregarte, sin saber que no podrían destruir jamás la canción que
salía inmenso de tu corazón?
Ocurre Pío que también mis cartas han ido al
encuentro de las tuyas. Y hasta he tomado prestado cartas y versos y palabras
que he recogido para enviártelas prendidas de un anochecer, o adheridas a las
grietas de los muros, para colarme hasta tus sitios con el olor de los campos.
Cuántas no te he escrito, Pío. Cuántos mensajeros no he tenido para hacerte
llegar señales de almíbar y cantos de guerra que sostuvieran tu vigilia,
acompañaran tus horas. Cuántas veces, Pío, no me doblé hasta los pliegues de
los ojos de la madre para junto con ella llevarte o mi modo de quererte y
detenerme sobre las neuralgias que se asentaban en tu frente, esparciendo una
canción de cuna para tus aventuras.
Cartas arrugadas y dobladas muchas veces para burlar
la vigilancia y las requisas. Papeles mágicos y encantados que la alquimia
transmutaba en un hermoso mapa de paisajes. Cartas que el fuego enemigo quiso
volver cenizas y que convirtió en antorchas. Cartas de amor sin carceleros.
Cartas que no fueron leídas ni escuchadas pero que anduvieron en el correaje
del tiempo, tocando a tu puerta y a la mía, asomadas en las risas de los niños,
en los ojos de la madre, en la melancolía de la novia, en la convicción del
combatiente, a orillas de todos los sueños.
BUSCABA UNA TROCHA QUE CONDUJERA AL CENTRO MISMO DE LA TIRANÍA
¿Sabes? Estuve entre los manifestantes reprimidos de
Panamá y entre los rostros de los hombres de pueblo que recorriste, enastada en
el pecho la banderola roja de tu amor. Contigo navegué el Mar de Dairén hice
travesía por todos los puertos, con tu inquietud de poema comenzado. Te
acompañé a las reuniones clandestinas, en las detenciones y las salidas
apresuradas. Hice de aprendiz de tipógrafo y me anduve entre los inmensos
rodillos que fabricaban los diarios, adherida a tus crónicas, tus reportajes,
tu verso submarino y musical. Y contigo me fui hasta las fronteras, buscando
una trocha, un piquete, que condujera al centro mismo de la tiranía.
Estuve en tus botas claveteadas de agricultor e hice
mi aprendizaje de la vida en las hazañas de las que fuiste floricultor. Estuve
mientras se cuajaba el maduro verdor de las sementeras en sazón, entre
cañamelares y maizales, haciendo camino de arado, señal de azada sobre la
tierra. Estuve en el agua del arroyo que bebió el campesino con sus manos y
entre los versos primeros que manaron del Tonel de Diógenes. Estuve junto a ti
cuando escuchaste, venida de la cresta del monte, resonar la melodía de la vida
que hizo morada en la cima volcánica de tu corazón. Estuve entre los primeros
libros socialistas, en las discusiones en las que tu emoción fue dibujando una
historia del hombre distinta. Y estuve en tu convicción revolucionaria, en tu
certeza de que la decisión significaba una entrega abierta y sin reveses. Y estuve
en la alegría que siempre acompaño tu combate.
Y LA TIRANIA QUISO DERRIBAR TU FORTALEZA DE COMBATIENTE POR LA VIDA
Estuve en las mismas alas del avión de Lindbergh. Y
si no estuve en el cortejo de la Reina Beatriz I, sí estuve Pío en el silencio
emocionado que recogió tu verso de indio tocuyo. Y estaba a tu lado cuando te
prendieron y te llevaron y te encerraron. Estaba aLlí entre los estudiantes, en
el castillo, recibiendo tus clases diarias, tus charlas al anochecer, tu
lección de idealidad avanzada, haciendo de clavo y soporte para el paño rojo de
tu carpa. Y cuando te dejaron solo, me oculté entre las telas desgastas del
viejo catre, para acompañar el ritmo de tu tos. Y estuve en el espasmo de tu
respiración. Y me escondí en las ampolletas con las que dabas la batalla a las
fiebres y las infecciones. Y ¡ay! Pío me aferré a la repisa aquella que se
llevaron los verdugos y entre las cenizas eché a correr la pena de no ser
fragua y vendaval. Estuve en el Toque de Animas de Alcides. Y me ovillé entre
los grillos queriendo hacerlos más livianos.
Estuve sentada a la mesa de tus afectos los 24 de
diciembre y nunca llegué tarde un año nuevo para ser mensajera de tus
bienaventuranzas. Estaba, Pío, entre quienes prolongaron tu vida con el afecto
que te derramaron. Junto a ti, en el banco del parque, donde salías a enviar recados
de rocío. En el barrio Namur, bajo un candil que se agigantaba para no dejar
apagar tu rumor. Candil que la muerte quiso secar que sólo pudo convertir en
fogata. Y estoy, Pío, entre quienes hoy seguimos prolongando por siempre y para
siempre tu claro sentido de la vida, tus sueños hechos a la medida del hombre,
tus besos de caramelo y tus versos de cañamor.
Y SEGUIMOS HURGANDO EN ESOS SIGNOS CLANDESTINOS QUE SÓLO SABE DESCIFRAR EL CORAZÓN
Prendida estuve entre las cuerdas de tu garganta para
sostener la voz rota en la que resonaban aún melodías maravillosas. En la
delgadez de tus manos de sembrador y artesano. En el paso rápido de la madre
que convirtió tus quebrantos en suspiros de brisa. Debajo de los almohadones
que la ligereza de tu cuerpo apenas doblaba. Y estuve de pie entre tus risas
primeras, en el gesto que regalaste a la novia y en el amor que ella te entregó
como un estandarte que habrías de llevar a donde fueras. Estuve entre las
ventanas abiertas por donde te asomaste al mundo. En el ruido de las
multitudes, en tu tristeza y en tu esperanza. Signos clandestinos que sólo el
corazón sabe descifrar.
Estuve, Pío, en los rayos del sol que se hicieron
arcoiris para siempre en la cuenca de tus ojos. En las guirnaldas de flores que
trenzó el amor de los campesinos. En la tierra que se hizo surco, nunca
sepultura. En el largo llorar de la madre y en el lago vivo que nunca se hubo
de colmar. Estoy en el futuro y en el camino que recorres. En la sonrisa con la
que venciste el dolor. En la caricia, Pío, de balada. En los horizontes que no
se cuajan jamás. En tus deseos infinitos de vivir. En los pechos que contienen tu idealidad avanzada, que habrán de abrirse en macetas de rosas.
ANTE LOS SEPULTUREROS DE TODOS LOS TIEMPOS REQUERIMOS COMO NUNCA SU ESCUELA DE IDEALIDAD AVANZADA
Y por todo eso vine hoy a escribirte, Pío, he venido
a buscarte. Porque si otros tal vez quieren ejercer de sepultureros, yo indico
los surcos por donde has de crecer una y otra vez. Los sitios en los que estás,
altivo e rostro, oferente tus manos, dúlcima tu mirada. Los campos de batalla
en los que están junto a los fusiles que disparan y junto a los que tus manos
recogen para que sólo sirvan para construir la vida, que no la muerte. En las
cárceles y las mazmorras donde tu presencia es arroyo claro y flor de caña. En
los campos llenos de sol en los que eres espiga y colmena. En los espacios
abiertos, iluminados de luna, en los que eres el amante para los hijos que
habrán de nacer, para edificar la vida inmensa. Yo doy tus señas, Pío, para que
otros como yo vayan a tu encuentro. Que necesitamos como nunca tu afán
aventurero, tu templanza de indio tocuyo y tu dulzura de confitura de merey,
para irrumpir en la oscuridad con los hilos de fósforo de tus días de yunque y
fogata.
mery sananes
05 de
octubre de 1983
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MS Cartas - A Pío Tamayo 1983
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3 comentarios:
¡Pio Tamayo ! Indio Tocuyo que florece en todos los corazones de la tierra, para que cada latido se una a los corazones de las estrellas, Sol, Luna, Planetas. Recibimos tu esencia y tu herencia....el agua de manantial eterno no la tomamos toda...y vuelve a brotar; me consta. Te abrazo y te amo, pensamiento y ser iluminado por todas las galaxias de la humildad. Sigue con nosotros, aguanta tus pasos, bendice está Tierra con tu Amor
Agiganta, en vez de aguanta
Gracias Mery Sananes por tu hilo perfecto de amor, gracias por mantener y mantenernos, con todos los infinitos sentidos, el placer de entendernos, y agarrar con esos mismos sentidos: La vida, la tuya, la mía y la de todos los QUE respiramos en ésta Tierra, que nos dá todo y que no sabemos devolver sus favores
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