miércoles, junio 28, 2023

RAMÓN PARÍS ALDANA - GUITARRA HABITADA DE SOLES Y COCUYOS





Esta guitarra
que llevo por dentro
habitada de soles
y cocuyos
tiene por caja
un río sonoro
y por cuerdas
una cinta de música
y estrellas


RCC, p. 19


Este 24 de junio, Día de San Juan,  se cumple otro año de aquel día de 1989, en que los santos del tambor, los dioses del canto y de la flor, se llevaron a Ramón París Aldana a los espacios de la brisa que echa al vuelo los sones de negro y la batalla tamunanguera. Dicen los conocedores que requerían de su presencia en otros paisajes para que su guitarra siempre sonora contara los repiques en la fiesta de san juan.

Para celebrar una presencia que jamás ha dejado de acompañarnos dejamos aquí algunos de sus poemas y el prólogo a Los cantos del silencio (Caracas, CPT, UCV, 1987) publicado dos años antes de su partida.Un años después en 1990 recogimos sus Ríos, cantos y caminos (Caracas, CPT, UCV, 1990.)

Invitamos a leerlo!



RUFINO

Hasta el sol
             de ese día
rufino anduvo oloroso
             a terrón
a maizales mojados
y nos brindó su risa
                         de espiga
              y de agua clara
rufino trabaja tanto
            como su buey pintado
todos los aperos del trabajo
los guardaba en su viejo caney
               y por las noches
               con meticulosa calma
los limpiaba con grasa
para hacerlos más suaves
se hizo hombre de  bien
trabajando la tierra
y amando sus montañas
con su arado
                    surcaba sin cesar
                         la tierra negra
y se acostaba soñando
con campos espigados
su casa huele a líquenes
a orquídeas a granos
                          a limoneros
porque rufino repartía su vida
                              de sol a sol
entre el surco
                y la espiga
entre el grano
            y el futuro
entre el canto
                        y la noche
soñando siempre
                   con campos espigados
por eso en este día
el día en que lo mataron
los bucares del hato
sangraron como heridos
y el espigal florido
               lanzó espigas al aire
y no pasó la luna
                 por La Piedra Grande
ni alumbrar quiso
             los riscos y los montes
porque el cuerpo sangrante
                                 de rufino
yacía sin vida
                    entre los matorrales
al pie de La Piedra Grande
rufino terán ha muerto
un pelotón de soldados
cometió el fusilamiento
y regresaron al pueblo
con una sombra de muerte

LCS, pp. 16-17



MI AMIGA MUERTE

Buenas noches
        señorita muerte
gusto tengo
        e saludarla ahora
usted se acuesta
        siempre con mi sueño
y se despierta
        apenas abro los ojos

Debajo de mi piel
        siento que corre
contando los minutos
        de mi vida

No me deja
        ni a sol ni a noche
ni a risa
        ni a tristeza
ni a dolor
        ni alegría
siempre pendiente
        de la vida mía

No se preocupe tanto
        por mi suerte
que desde que yo nací
        yo la cargo amarrada
a mi cintura

RCC, p. 49


Será verdad
        guitarra
que el día sea
        mejor
para el amor

Yo prefiero
        la noche
metida hasta
        los huesos
para buscar
        sediento
la luz
        de su mirar

RCC, p. 42

Acceder al prólogo en Leer más



Es en el silencio donde se fraguan los cantos más sonoros. En los campos desiertos, en la tierra reseca, en las filas de las montañas, en los cauces de los ríos, en el rostro de los hombres que aman el sol, los mediodías y los surcos, en las manos de los alfareros y los que van moldeando la tierra hasta hacerla sembradío y huerto. Es en el silencio de la faena y en el coraje de los hombres que van componiendo una canción anónima para entregársela al viento, al horizonte, al tiempo infinito que aglutina los sueños, los anhelos, las esperanzas colectivas.

Por ello en las batallas, más allá de las derrotas y las victorias, queda el canto de los hombres que fueron al combate decididos por la vida. Y el enemigo por poderoso que sea, sólo puede vencer momentáneamente al hombre, pero nunca al canto que se levanta de su pecho enamorado y que queda vibrando en la brisa, aguardando su tiempo de hacerse coro y concierto en una tierra de todos.

Estos poemasLos cantos del silencio- son el trayecto del hombre que va entre las filas cargado de un equipaje de música, de entrega, de amor. Son los cantos que se forjan desde la ausencia, desde la pena honda y terrible de la muerte que se enasta en el corazón compañero, en el pecho amigo y que desde ese espacio de la lucha construye la dimensión de los sueños. Se prende en lo que se queda, canto de paraulata, fogón encendido, flor de la montaña, como mágicos talismanes que indican la dirección del vivir.

Y es el amor que crece entre soledades, manantial de besos que se esparcen para avivar la batalla. Y es la memoria de los sitios y los rostros, entregados al tiempo y al porvenir como banderolas de luz. Es el testimonio del combatiente, que no concluye su oficio guerrillero al quitarse el traje de campesino, sino que lo graba en las tierras que lo vieron pasar, en el espejo de las aguas que le quitaron la sed, en los rayos de luz que se aposentaron en su rostro y en los luceros encendidos que poblaron sus noches. Que lo multiplican quienes quedaron sembrados en el espacio de su entrega y su valor, y que tendrán un tiempo de germinar y regresar, cantores de la alegría que habrá que construir.

Estos poemas son profesión de fe y testimonio. Mano extendida y espacio para el sentimiento que hay que cultivar para las batallas necesarias. Ramón París Aldana es hombre que viene de las tierras tocuyanas y que hoy hace posada en Barinas. Estudiante, combatiente y agricultor, tiene vividos  cincuenta años y la mayor parte de estos poemas fueron escritos entre los años 63 y 67, en medio del fragor de la lucha clandestina, la represión y la esperanza. Muchos otros quedaron dispersos al pie de árboles cuyas raíces los hicieron lecho de tierra. Y los que aguardan enredados en la brisa que recogió los himnos y canciones combatientes, proletarias y campesinas.

Coplero y poeta de todo lo que se extiende ante la vista, sobre los montes, más allá del horizonte, en los azules de la alegría y los violetas de las lágrimas que se van cabalgando en los arcoris montañeros. Su verso se hace honda y arco, eco del grito que dibuja sobre el silencio el trayecto de la muerte y dulce balada de amor que borda suspiros en el rocío que moja las hierbas en las madrugadas.

Y con ese equipaje el poeta rescata el tiempo de la guerra, para salvarlo del olvido, con el canto, con la melodía que resuena en los territorios que se pueblan de la decisión el hombre por la vida y la plenitud. Para darle dimensión de arado y poesía, su ritmo de insurreccion, su cauce de futuro. Por ello este libro no es término ni conclusión. Es prólogo, señal en tiempo lento, de los cantos de la vida, los cantos de la alegría, los cantos de la plenitud que el hombre habrá de entonar en la mañana de una historia hecha de hogaza, de cántaro y de flor.

mery sananes

diciembre 1986
publicado en este espacio
el 27 junio del 2013



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