los hilos de la tristeza que siempre
enarbolaron su diáspora a través de los días
y lograbas acallar los sobresaltos
para devolverle a las mañanas
su relumbrante claridad de fogón encendido
Tenías esa magia que te sembró yayita
envuelta en esa sonrisa de hacia adentro
que desenvolvías para ofrendarla como
un café calientico al que tocara a tu puerta
abierta de par en par como tu corazón
Nunca cesó tu trajinar por aquellos espacios
olorosos a mango dúlcimo y a hierbas
y rosas que brotaban en cada esquina
del huerto particular que construías para
quien se hiciera depositario de tus encantamientos
En silencio cuajabas delicias para nutrir
nostalgias y destilabas caramelos para hacer
con las piñas manjares con sabor a tus amores
Siempre la mesa servida de tus sueños
fue tu hostal preferido para darte a todos
como una alacena desbordante de mieles
Nunca cesó la ternura de tu mirada
con la que nos envolvías a todo con un
abrazo con sabor a panela y especies
A pesar de los pesares nunca dejaste
que la ausencia quebrara la transparencia
de tus antojos ni la disciplina de tus quereres
aunque añoraras inadvertida todas las sonrisas
que inscribiste en los párpados de yayita
Fuiste contenedor de todas las soledades
que se colaron sin aviso entre los ventanales
de una vida empeñada en escanciar penas
y nunca cesaste de ser celebradora de auroras
Hoy no te marchas como no lo hiciste nunca
de los espacios que nos regalaste para que
aprendiéramos a ser siempre alfareros del tiempo
y celosos cultivadores de la alegría
Sólo te devuelves silenciosamente como
solías hacerlo en las noches menguadas
hacia el regazo de las frondas que aun no nacen
para descansar en ellas las fatigas que nunca
le dibujaste a tus días de trajín
Sólo mueves tus aposentos hacia
nuevos espacios para ir a reentablar las conversitas
nunca interrumpidas con ramonita y con yaya
para descifrar los secretos del llantén
y la yerba mora los prodigios de un mango
hecho con savia de papelón y los milagros
de las guayabas que se deslizaban entre los tejados
hasta convertirse en confitura sobre el azafate
de los tiempos y sabores que no se agotan
Y por ello no dejará jamás de esparcirse
el pan calientico que emanaba de tus dedos
hechos a la medida de un maíz que siempre
se volvía tierno entre las envolturas de tus manos
gigantes de confitera mayor
Ni nunca dejaremos de enviarte nuestros
recados de cada día aprendidos en tu escuela
de silencios y en tus lecciones de entrega
y consentimientos para ver florecer en los ojos
de los niños tu corazón hecho de hebras
vegetales esparcidoras de aguaceritos
que habrán de alimentar para siempre
tu estirpe de flor y azúcar
27 de octubre del 2007
tus hijos del barrio libertad
Johann Sebastian Bach
Schubler corales / Cantata 140
http://www.epdlp.com/asf/bach21.wmv