olorosa a leño encendido
y a café recién colado
El único lenguaje que conocía
era el de los pájaros y con ese
vocabulario emprendía monólogos
con las matas de ciruelas
y con el pilón de donde manaba
un pan que sabía a panela
En sus ojos traía un mapa
de las estrellas que su padre
le había enseñado a través
de las noches largas en los que
ambos descifraban los misterios
de la cosecha y de las aguas
En sus manos traía como doblada
en un pañuelo diminuto la sonrisa
hacia adentro de la madre
que se derramaba siempre como
una miel sobre los días tumultuosos
y las horas menguadas
Y se vino a anidar en estos campos
sin montes ni granos ni noches ni
luceros sostenida en su estatura
de versos atrapados en el redil
de una nostalgia que jamás ha perdido
Y de pronto un día se le soltaron
los hilos entretejidos de sus manos
y la sonrisa de la madre se convirtió
en un manjar de aguarrosas una alacena
de confiterías un solar de membrillares
Y comenzó a hablar un lenguaje
que desgranaba vocablos como los cascabeles
del maíz desde la mazorca tierna
para hilvanar cuentos como los del padre
desde los cuales cualquier sueño se hace posible
Desde entonces acompaña nuestros pasos
con tesón alfarera y persistencia de horizonte
para regalarnos cada día una mañana
que no se parece a ninguna otra porque
viene aliñada de la magia de sus silencios
y las filigranas de su corazón
En su regazo siempre hay una estampida
de risas de niños que se duermen sobre
sus suspiros y en sus ventoleras siempre
hay un despliegue de inocencias que dibujan
el mundo como si estuviera naciendo
por primera vez aunque nadie lo note
ni lo observe
Tiene el don de la ofrenda que se amasa
como si fuera una vasija para que en ella
quepa toda la sed de la que estamos hechos
a la que ella da de beber aguas de toronjil
y hierbabuena
Ya el planeta se habría caído de su órbita
si no lo sostuviera ese afán suyo de asemejar
la vida a un solar de frutos frescos a una
estancia de jardinerías a un episodio confitero
y en ese vértice volandero anclamos por siempre
nuestras ansias de ser sembradores de alegría
en el anverso de sus plantas bordadas
de peonías y cayenas para no alejarnos
jamás de sus predios de encantamientos
floreceres y porvenires
foto / danielita barrolleta
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