Se cumplía la condena de muerte que le había decretado Juan Vicente Gómez, desde 1928, por ser portador de una ‘idealidad avanzada’ que constituye la base de una nueva perspectiva histórico-historiográfica del acontecer caudillista de este expaís. Una perspectiva hasta hoy silenciada e ignorada.
Clementina fue el enlace, el correaje, la estafeta entre Pío y nosotros, para llevar adelante una tarea que apenas comienza, después de 25 años de fundada la Cátedra que lleva el nombre del Floricultor de Hazañas.
Y con ella construimos una relación afectiva que perdura más allá de ausencias y silencios. Este año se cumplen tres de su vuelo hacia su tierra niña, esa que dejó plasmada en el libro que escribiera: Recuerdos de mi infancia en la Hacienda El Callao.
Y también se cumplen los 25 años del octubre en el cual iniciamos las actividades en ese recinto piotamayista, que en forma ininterrumpida, ha laborado y labora, en investigación, docencia y extensión, en el compromiso de crear ideas y pensamientos nuevos, capaces de conducir el destino del colectivo hacia una realidad diferente.
La dulzura de Clementina, que se derramaba en las confituras de piña y membrillo que nos ofrendaba como un ritual, nos acompañó y acompaña siempre en estos tiempos, anunciados por Pío, y que parecen ser una síntesis de todos nuestros errores y nuestra falta de visión para apartarnos de los caminos trillados, de las imposiciones violentas, de una historia que sólo deja tras de sí para el colectivo huellas de padecimiento, dolor y miserias.
Por eso, Clementina es siempre un farolito encendido, un cauce de sonrisas, un estruendo de trinos, que nos guía e ilumina.
A ella, hoy, le dedicamos las siguientes palabras:
Hoy vivimos el tiempo de tu vuelo supremo a los arcos del azul en los que pensabas en tus oraciones que ya elevabas desde la hacienda El Callao y que ahora compartes con los habitantes de los jardines de lo eterno.
Hoy ponemos a andar el recuerdo en tus andanzas de sembradora de ilusiones, en cariños de porvenir y pregonera de un titiritero mayor, a quien dedicaste buena parte de tu peregrinaje de amor y creación, para elevar plegarias que tramonten los cielos para tocar el alma de quienes siguen reclamando una existencia sin el dolor de los granujas.
Militamos por eso en tu esperanza compartida con el hermano de las luchas y la esperanza por un mundo de verdadera condición humana y lleno de justicia, belleza, amor y libertad.
Y hacemos de tu nombre y tu vida, hoy y cada día, el vuelo supremo de la papagayería de todos los infinitos que están y estarán contigo, en esa decisión que emprendiste para que siempre se haga presente el combate por la vida a que nos instó e insta tu hermano mayor José Pío Tamayo.
Mi China, recibe otra vez nuestra declaración del quererte de siempre y todavía.
Mery y Agustín
Cátedra ‘Pío Tamayo’
02 de noviembre del 2007
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