viernes, noviembre 28, 2008

ISADORA DUNCAN - EL BAILARÍN DEL FUTURO




El bailarín del futuro será aquel cuyo
cuerpo y alma hayan crecido
tan armoniosamente juntos
que el lenguaje natural del alma
se habrá convertido en el movimiento
del cuerpo humano.
El bailarín no pertenecerá entonces
a nación alguna sino a la humanidad.

ISADORA DUNCAN


La concepción de la danza y de la vida de Isadora Duncan, reflejada en esta cita y en innumerables partes de sus trabajos, es una convocatoria certera a una humanidad que aún no se desarrolla. Para ella, como para Walt Whitman, otro visionario de los tiempos que vendrán, lo natural, espontáneo, sencillo y elemental en el hombre es ese desenvolvimiento de su verdadera y auténtica condición de ser creador. Un don que no se vuelve privilegio de algunos, sino que está en la esencia misma de todo ser que vive.

Sólo que ante la dimensión gigantesca del horror, ante la creciente miseria colectiva que convierte al ser creador en un despojo, lo que es un bien común se convierte en arte, en expresión en la que algunos logran rescatar ese resplandor oculto que sin embargo pervive en todo hombre.

Allí en esas fronteras se le recluye, etiqueta, clasifica y hace desaparecer su vínculo con el sueño, la esperanza, la lucha desigual contra los límites, lo establecido, las cercas, lo que devora la vida.

Por ello, la tarea del hombre incompleto, desarticulado, despojado y devastado de hoy debe consistir, no en nutrir la noción de escaparate que inoculiza, domestica, quiebra lo que es verbo, pasión, desenfrenado intento por alcanzar el punto en el cual comenzamos a ser hombres, sino en hacer resurgir esas fuerzas creadoras como el mayor instrumento del que dispone el colectivo para rectificar la vieja y misma historia que recorre los siglos, con su rostro de ensañamiento, violencia e iniquidad.

Eso es lo que está en la base del movimiento de Isadora. Lo que esta en su mensaje. Lo que intentaba hacer con los niños, en cuya espontaneidad encontraba una armonía que se conjugaba con la del viento, con la de los pájaros, con la de las nubes, pero aún más, haciendo del cuerpo, la mente y alma humana, una unidad que no se disocia, sino que se junta para el imaginario de una humanidad que está en el futuro.

Vale la pena detenerse en los significados esenciales de la obra que nos dejó. No se trata sólo de señalar que es aquella que rompe los moldes de la danza clásica, para sentar las bases de la danza moderna. Su combate era y es recuperar al hombre para que sea capaz de danzar a la altura de su poderosa maquinaria de creación, que es lo mismo que caminar por la vida, con libertad, justicia y amor.

¿Acaso en la Séptima Sinfonía de Beethoven no está presente ese movimiento de Isadora, como el canto majestuoso a la vida que habrá de recorrer el hombre cuando, como el mar de Saint John Perse, libere al fin su infinito oleaje de floreceres?


Mery Sananes
28 de noviembre del 2008



1 comentario:

Anónimo dijo...

Leí hace tiempo el libro de Isadora acerca de su vida, hay una parte donde ella habla sobre su papel de madre y el significado que tienen sus hijos que vale la pena destacar, aunque el final de sus hijos haya sido tan trágico así como su muerte.