sábado, diciembre 19, 2015
UN EJÉRCITO FRUGAL DE LIMONARES
Qué haremos para que esa voz apagada
que deambula por los corredizos de la ausencia
que riela por los sacudimientos de la tristeza
que se hace silencio de tanto no ser escuchada
adquiera sonoridad de metales atravesados por
un viento gigante que haga despertar la noche
y la estalle en un estruendo de nisperales
Qué bosques sembraremos en los áridos
desiertos de nuestra propia inutilidad para
que los pájaros resuciten el trino perdido
y retomen el vuelo enamorado de los hombres
que no saben de talas ni devastaciones
Qué milagros invocaremos para que se
funde alguna vez antes del arribo de las cenizas
que arrojan los adioses un tiempo del hombre
en retoños de ternura y socavones de porvenir
Cuándo nos decidiremos a ir a rescatar
la memoria perdida del mañana que aún
no soñamos tan acongojados como estamos
de parir segundos de alegría en medio
de un río de siglos iracundos
Cómo haremos para llegar al corazón
del otro que ni siquiera sabe que sobrevivimos
aguardando que en sus pupilas anide un instante
la dimensión del abrazo que nunca dimos
y que le duele hasta el hastío ese espejo
cóncavo que no refleja ni la lágrima que
quedó atrapada en el regazo
de unos párpados enceguecidos
Qué hacer para que se restituya la rebeldía
de los ciruelos en este enmohecido territorio
de los vagones por donde transita la muerte
en el iluso registro de una historia que se eterniza
sobre cauces que ya no descienden presurosos
hacia el mar de los bajeles que desafiaron
el azul de las alturas derramándose como un poema
sobre las trincheras de un océano embravecido
Y pregunto a los orfebres de la palabra a los
arquitectos de la sintaxis a los que aún en sus
gargantas se asienta el tremor de unas cuerdas
tensadas para el canto y la resurrección
qué aguardamos para que irrumpa al fin desde
el fondo del pozo que nos contiene el grito
que resuene en las altas cornisas de una historia
hecha a la medida del llanto vertido sobre la
inmensidad de una tierra ancha y ajena
Qué habrá aun de ocurrir para que el ojo
ciego de mirar se vea al fin a sí mismo
para que la voz quebrada de los sinsabores
adquiera de nuevo su clave de mediodías
y estire el sol hasta cubrir todo paisaje
devastado de sombras
Por qué más bien no salimos al fín
al unísono como un ejército frugal de
limonares a plantarle florerías a los fusiles
estamparle suspiros a las metrallas
apacentar de jazmines los caminos
componer un adagio sin melancolías que
contenga la previsión del mañana
y asiente primoroso la primera piedra
de la edad del hombre
texto y foto / ms / 30/11/2009
Etiquetas:
MS Libro del Hombre
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