https://embusteria.blogspot.com/2011/02/los-boleros-en-embusterias.html
lunes, mayo 31, 2010
EL BOLERO: HUERTO DE IMAGINERÍAS
El bolero es
como la colmena a la abeja, la oruga a la mariposa, el nido al pájaro cantor.
Es la casa donde habitan las nostalgias de esa perplejidad que somos. La
guarida de las pasiones que nos nacen en los linderos de una comisura o en el
andén de un suspiro.
El escondite de
la melancolía y el paradero central de los amores que van y vienen, sin saber
que su solo aletazo deja en el costado una herida que no sana.
El territorio
donde todo es posible, la compleja conjuncion entre el olvido y la memoria, el
arribo y la partida, el derroche que alcanza el encuentro y la tristeza mayor
de las ausencias y las despedidas.
El bolero es el
amor que baila y es la danza que se fragua en el espíritu, cuando cesan los
acordes. El espacio geográfico del estremecimiento. Y es el regazo donde
descansan los sueños que jamás se realizan.
Puede adquirir
la majestuosidad de las grandes sinfonías y la ternura del verso más dúlcimo.
En un bolero se llega hasta a navegar el mundo entero y aún quedarse en un
muelle a la espera del bajel que no ha llegado.
Es la siembra
mayor de ese ejercicio inclemente de recordar lo que al fin no fue. El solar de
las renuncias. Y el albergue de las esperanzas. El insomnio de las pasiones que
no se cuidaron.
Es la melodía
que se queda grabada en la estancia de los deseos y que se vuelca como una
atarraya sobre los párpados de aquel a quien se ama.
Es el huerto de
todas las imaginerías. El telar que mide la longitud de las lágrimas y recoge
la musicalidad de los primeros rubores. Es el lugar de todas las camaraderías.
Porque el bolero no tiene más horizonte que el corazón desbordado de florerías
que pone en manos de los transeúntes del amor.
Su origen está
en la primera canción de cuna y conserva aún la fragilidad del sueño que se
arrulla. Desviste al rostro de sus corazas y deambula sonoro entre los pliegues
del alma.
Quien lo cincela
en su voz se hace dueño del aire que nutre las respiraciones y de las sístoles
que invaden la sed. Quien lo recibe se hace cantor a su vez y resplandece en su
garganta un torbellino de luminarias que van dibujando los infinitos pliegues
del amor.
Un bolero es una
carta que depositamos en el viento para que alcance el cántaro que alguna vez
nos dio de beber. Es una fragancia contenida en una melodía que cuando toca sus
raíces se derrama sobre las horas como una enredadera.
Es un espacio
sorprendido, una conmoción que registra todas las tonalidades de la caricia
cuando traza en el vacío los arcos de su laberinto. Es la palabra en tiempo de
congoja y el verbo sacudido de una noche que no concluye.
Es el refugio de
la desazón y a la vez la floresta donde crecen silvestres los imanes del
abrazo. Es el dictamen absoluto del frenesí y el itinerario de la lluvia que
moja las recaderías de amor.
Es el campanario
donde se mecen las ilusiones niñas que se niegan a crecer. Un alfabeto que no
requiere de consonantes porque su lenguaje es un murmullo de aguas sobre un
continente extinguido. Un adagio sin allegros. Un compás que se repite como una
tolvanera de pétalos.
El éxtasis de un
instante que se fuga sin que podamos detenerlo pero que renace cada vez en la
sonoridad de una guitarra que busca sus cuerdas en la altivez de los pistilos.
El
desbordamiento de un tiempo que perdura en el breve porvenir de los pelícanos y
en la intrincada ingeniería de los andantes.
Una marinería
que viene y va del mar a los ríos, que trasvasa las piedras, se detiene en los
guijarros, le borda luceros a cuerdas hechas de hiedras, que se derrama de las
islas para irse tierra adentro, como un son que nunca se repite, porque cada
vez que ancla sus pasajes en la cosecha de besos que inventamos, las
embarcaciones surcan rutas inéditas en compases del más alto frenesí.
Un bolero, en
síntesis, es la vela mayor de un tiempo que embriaga de amores las estaciones
de un vivir que no se vive, sino que se sueña sin tristezas, en la conjunción
de los colibríes danzando su algarabía en el diminuto mosaico de una flor.
Este bolero, no
ha terminado aún.
texto y foto / mery
sananes
25 de mayo del
2010
Publicado en Media Isla
el 29 de abril del 2010
Invitamos a visitar esta galería de boleros
https://embusteria.blogspot.com/2011/02/los-boleros-en-embusterias.html
https://embusteria.blogspot.com/2011/02/los-boleros-en-embusterias.html
Etiquetas:
José 'Pepe' Sánchez,
MS Imaginerías,
Rafa Galindo
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Que hermoso homenaje al Bolero. Mi favorito acompañado de vinillos es aquel que dice: "tu me acostumbraste a todas esas cosas..."
Qué belleza de rezo es lo que dices, querida Mery, en tu huerto de imaginerias! Pues no es síntesis del alma, sino abanico que se abre para alumbrarla. Y, a la luz de tus palabras, se revela mi absoluta sumisión ante el bolero que nos cose el corazón a los recuerdos, a la memoria, a los olvidos y hasta a la visión de un promisorio nunca jamás, cual un atardecer que se contempla sólo cuando cerramos los ojos, un atardecer que sólo pulsa y vive en nuestro firmamento interior.
Y es a la luz de tus palabras que mi pecho será entonces colmena para la abeja, nido para el pájaro o larva para la mariposa, siendo todas esas pequeñas maravillas música pura, alado canto que teje el amoroso memorar cuyas punzadas se sienten insobornables en el plexo, pero también en el aire que sopla a sotavento en nuestros adentros; y el cuerpo se sabe bajel y mar a la vez.
Pero es, también, rezo de certeza toda esta belleza que se despliega en la glosa que nos legas. La belleza es inseparable de la certeza. Incluso en los amores contrariados o imposibles, aquellos que nos han sumido en la más absoluta de las angustias y las desesperanzas. Porque el bolero es hospital de la memoria que atiende a los amores, independientemente de que hayan sido ellos logrados o no. No podría abandonar mi culto a esos cantos sin sentir que traiciono mi vivir. El bolero lava nuestros ojos y corazones, es catarsis y revelación, anagnórisis silente, que con sus murmullos logra que murmuremos hacia adentro…
Bien lo dices, sinfonía y verso último (acaso fugaz), canción de cuna y cuna del desengaño, pues, también es “insomnio de las pasiones que no se cuidaron.”
¡Quisiera agregarte tantas cosas! ¡Y tantos boleros! Aquí dejo, por lo pronto, un bolero que versa del desengaño, en la voz de un trovador un tanto olvidado, un maestro del bolero: José Luis Moneró. Cuando en casa se despliegan aquellas colectas tituladas “Doce canciones” o “Un millón de recuerdos”, no hay quien se atreva a pedirle que haga silencio o le de paso a otro cantor… Lo dejamos cantar todo cuanto quiera, pues arrulla nuestros oídos y arroba nuestros corazones…
https://www.youtube.com/watch?v=_QoZxRRdQQA
Publicar un comentario