jueves, agosto 08, 2019

EL VUELO AGOSTO DE UN PAÑUELO




En un agosto como éste
lejos de tus enseres
de la silleta donde jugabas a contar
los almendrones y las uvas de playa
  en la acera de aquel solar aromado
de azahares y pan de avena
en un instante inatrapable
de un tiempo sin medida
de improviso y sin que se meciera
uno solo de los estambres violeta
de la espiga de la caña
desde el alero de tu delantal
y el movimiento de adagio que
surcó tus ojos alzó vuelo aquel
pañuelo mágico que giraba entre
tus dedos como un molino de sueños
mientras guarecías en él los dolores y
las penas de los transeúntes que se
asomaban a tus costados con un
desvelo adosado a  su pecho




Era un pañuelo hecho de besos
y de pétalos que se confundían
en tus manos con las semillas de
granada y la corteza de las guayabas
con las que hacías las confituras
          que obsequiabas a todo el que
se acercara a tus predios encantados

A veces guardabas entre sus pliegues
racimos de hojas que desde el
patio inundaban la casa con sus
esencias de gajitos de naranja

Con él recogías el llantén y la hierba mora
para preparar guarapos que curaban
todo mal y sorteabas la maleza en busca del
cilantro de monte con el que iluminabas
tus manjares con ese sabor a mordedura
de hierba y a río de verde menta




Cuando te lo pasabas por el rostro
tus ojos encandilaban de tanta transparencia
y en aquel gris de honduras que prevalecía en
tus cristales se podía llegar hasta los recodos
de un corazón estremecido de amores que
repartiste como si aquella diminuta
tela blanca doblada sobre sí misma
pudiese al abrir sus compuertas
convertirse en un inmenso alpistero

Era el mismo pañuelo que secaba
la sal de las faenas en las que te volcabas
sobre el fogón para que tus manos 
trazaran la geometría del maíz 
endulzaran el guarapo aliñaran  con
los vergeles de tu alma los milagros
de tus empanadas en las que todo guiso
cuajaba y todo anhelo de amor se saciaba

Era la tela que te resguardaba mientras
extenuabas las paletas de madera en
el mango verde hasta que el hervor
lo moldeara como un camino de
huertos corriendo alegre
al interior de  los recipientes



El pañuelo en el que guardabas los secretos
más dúlcimos de la vida en el triángulo
indescriptible de tu sonrisa
y en la tristeza que siempre se vislumbraba
en el fondo de tu andar como si aún llevaras
entre tus brazos a ramón

En el que cupo todo el mar que pintan
 de azul los cielos cuando te llegó
la noticia de aquel andamio que no supo
de alturas y se precipitó sobre tu ojos
como un campanario quebrado





El pañuelo que convertiste en una cesta de
mamones y jobos para ir a endulzar las heridas
del hijo en aquella ventana convertida en
campo sonoro de una sinfonía que nunca ha
cesado de irrumpir en el silencio con su
continuo de cuerdas y sus arpegios de viento

El pañuelo con el que cubriste a toda prisa
el dedito atrapado entre metales que dejó en
la acera su pedacito de canto

El que usabas hecho caricia cada sábado
para acurrucar entre sus pliegues los
encantamientos de una niña que en tu regazo
conoció la ternura y la urdimbre
del amor que como un delta se derramaba sin
estruendos para que los peces conocieran el
sabor a papelón de los ríos de tu pueblo

El que dejaste a orillas de aquel golpe que
cavó un pozo en el nido de los tejeritos
como si se hubiesen robado los mediodías
secuestrado el cordel de la luna atrapados
en un redil los cocuyos que alumbraban
tus noches de velar el camino hacia la
molienda azafate vacío para plenarlo de
panes con el tesoro de tus dedos


El que depositaste a orillas de nuestro
desespero para que con él continuáramos
tu trabajo jardinero tus labores de maga

Y cómo nos hemos aferrado a ese pañuelo
en cada hora de los desencantos
las ausencias las ramas quebradas
de árboles que aún no han nacido

En él escribimos cada jornada en la que
hemos batallado por reconstruir los hilos
de una alegría que reside en el palomar
de tu vestido del cual siguen saliendo
sin cesar trinos de paraulatas cantos de
turpial y las cuenterías de tu risa
navegando en la catedral de luz de las
flores de baile encendidas en tu nombre
por siempre y para siempre
en los agostos de tus abrazos







mery sananes
08 de agosto del 2011

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