La vida es la incertidumbre
de los sueños pasajeros,
la vida es el ‘Yo te quiero’
de una mujer a la lumbre.
La vida escala la cumbre
del cerro de las tristezas,
la vida es naturaleza
deshojada por el viento.
Es un sol de sufrimientos
que marchita la grandeza
EMC
Elías Manuitt Camero nació el 27 de febrero de 1929 en Altagracia de
Orituco, Estado Guárico. Egresó de la Escuela Militar en 1951. Se casó con
Amelia Castellanos, con quien tuvo tres hijos: Elías, Flor y Amelia Margarita.
En 1956, está destacado en Maracay y forma parte de la
conspiración contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Participa en el levantamiento
del 01 de enero de 1958, es detenido y remitido a la Cárcel Modelo, de donde
sale el 23 de enero, a la caida de MPJ.
A
comienzos de la década de los 60, aún cuando ocupaba cargos
oficiales, actúa clandestinamente en conexión con el Partido
Comunista de Venezuela. En junio de 1962 abandona el ejército para
unirse a las
guerrillas de Falcón.
En el Frente ‘José Leonardo Chirinos’ fue
designado Sgdo Cdte y miembro del Estado Mayor. El 14 de octubre de 1964, suscribe, junto a Douglas Bravo, el 'Manifiesto de Iracara', en el que se establece la necesidad del acercamiento de la guerrilla a las FAN. A principios de 1966 realiza una gira por Corea del Norte, China y Vietnam. Regresa a La Habana donde ejerce la representación de las FALN en Cuba.
Al
definirse la derrota de las guerrillas sale hacia Cuba donde permanece
entrenando guerrilleros. En marzo de 1967, asume, sin haber participado
ni aprobado la operación, la autoría de
una acción que fue criticada por todos, el asesinato de Ignacio Iribarren
Borges. Consideró que debía salir en defensa de los combatientes. Eso selló su
caída y repudio en el mundo político. Un hecho que explica con mucho detalle en
el libro que se acaba de publicar, que recoge las entrevistas que le hiciera
Agustín Blanco Muñoz: Venezuela un país
podrido. Habla Elías Manuitt Camero. Una verdadera radiografía de este expaís.
En 1976 regresa a su pueblo natal. Divorciado de su primera esposa, se
había vuelto a casar con la Dra. Teresa Hernández, pianista y médico cubana con
quien tuvo un hijo: Ernesto. Poco después su esposa lo abandona y se marcha a
Cuba. El 08 de febrero de 1988 un disparo desde su mano lo conduce a territorios del adiós.
Elías Manuitt Camero era músico, compositor y poeta. Tocaba la guitarra
y el cuatro. Improvisaba coplas y versos. Estos poemas fueron recogidos por la
Cátedra Pío Tamayo de la UCV, quien los publicó, en 1990, bajo el título Sueños de amor y libertad. Esta carta
sirvió de prólogo a esa publicación.
Elías
Esta
carta la había comenzado a escribir desde hace muchos años, tantos como los que
la línea de tu vida ha dibujado sobre este país terrible y doloroso. Tantos
como los que lleva al agua recorrer el río, como los que estuvo Pablo Guédez
cantando por los caminos del pueblo y los que estuvo Amalia Méndez con una
verdad a flor de labio, endulzando la sonrisa de los niños de la calle.
Tantos,
Elías, como las cantorías que fuiste bordando por la tierra adentro para dejar
las señales de tu estirpe llanera. Y sin embargo, cuántos contratiempos,
cuántas dificultades cuántos escollos para llegar a tus sitios, esos en los que
fuiste a reencontrarte con tus anhelos y en los cuales no pudo el monte, ni el
campo, ni la brisa de la tarde hacerte desistir de esta despedida que no
aceptamos ni queremos.
Que dirían, Elías, los
pájaros mañaneros que no te vieron amanecer. Qué dirían las flores silvestres
que contemplaban tus largas caminatas como recordando los días de andar en
otros combates. Qué diría el potro que se quedó aguardando tu vigilia. Qué
dirían los gallos que no te escucharon de madrugada preparar tu tonada. Qué
dirían los luceros de las noches de
Orituco que no vieron más asomarte hasta ellos para hablarles de tus sueños de
amor y libertad.
Yo, que me quedé con esta
carta atrapada en el corazón, no sé qué decir, Elías, porque tu despedida
golpea demasiado duro las ilusiones y las esperanzas. No las del mundo que
vendrá, que por ella diste la vida y consagraste la muerte, sino las que están
aquí en estos tiempos sombríos y que debieron
contener la suficiente fuerza para detener tu mano. No para el consuelo
pero si para el afecto compartido, el amor solidario que levanta, fortifica y
reconstruye.
Elías, cómo nos ibas a dejar
con este manojo de versos que teníamos que sentarnos a desgranar juntos en la
brisa. Ese racimo de sueños que fue tu vida, tu andar y tu desasosiego. Esos
versos que nos ponen a temblar de emoción, porque son evocación y realidad de
un tiempo y una verdad que siguen igual de
vigentes y plenas. La poesía combatiente que se convertía en antorcha en
las noches largas de ir por los campos defendiendo el derecho a una vida
distinta. El verso en vuelo de gaviota que se eleva mensajero de recados de
amor y plenitud. El poema-saeta, poema-proclama, poema-homenaje y poema-espiga
que fuiste tejiendo en tu andar aventurero y terrible.
Elías, como te ibas a ir
cuando tenemos tanto por hacer. Sostener
la ilusión, el anhelo de todo lo que habrá que cambiar para vencer la muerte
que te mató, la muerte que te llevó cuando había combates por librar, peleas que dar, esperanzas que
compartir y memorias que desenhebrar para dejar el sentido verdadero de la
historia que no se ha escrito y que tú llevabas moldeada en el pecho que jamás
tuvo temor a la balas enemigas.
Qué bala tuvo el valor de
hacerle caso a la orden de tu mano que estaba hecha para abrir surcos en la
tierra, para las caricias a los hijos, a la compañera, o para montar el gatillo
de los fusiles de la revolución. Qué ocurrió que el revolver equivocó la senda
de su fuego, de su lumbre para encandilarte y ennochecernos así.
Elías, qué hago ahora con
esta carta que tendré que amasar hasta
convertirla en tierra de abonar, espiga desgranada o vuelo de azulejo para que
te alcance en el viento en el surco, en el agua, en el paisaje en movimiento que es el mar.
Qué les diré ahora a los
hijos de la angustia, a esos seres que caminan solos, con sonrisas que se apagan
desde adentro, a quienes diste tu verso y tu pensamiento. Quién ahora tejerá
cantos para Cristela. A quien le darás ahora el corazón. Como bailarás un golpe
tuyero sin que esté de duelo el sendero. Y como le dirás ahora a Dulce Cecilia
que su mirada en la ventana rompía un cristal de rosas. Quién oirá a las aguas
del caño pronunciando el nombre de Cecilia Jiménez. Y quién escribirá
cartas a –flor, a todos tus hijos,
anunciando un mañana de carnaval de trompetas.
Qué ocurrió, Elías, con el
gladiador que tenías en el alma, armado para silenciar el escándalo del tiempo.
Que le pasó al galope por donde iban tus sueños y tu cantar, las ancas llenas
de sal, con riendas que teje el viento, inventándole rutas marinas al sol de
tus llanuras. Qué quebró la ilusión de ese tiempo de jugar que algún día
vendrá.
Elías qué hago con la
palabra, con la copla, con el sueño que andamos cultivando, si no sirvió para
llegar hasta tus sitios y regalarte una sonrisa, construirte un muro de
contención, un árbol repleto de frutos y una alegría que te mantuviera con
nosotros, hacedor de versos y fabricante de papagayos y revoluciones.
Ay, Elías, por qué en tu
soledad no percibiste la melodía de la vida que pusimos a volar con el viento.
Y ahora qué haremos con este racimo de cantos que se quedó anclado en las
raíces de los árboles.
Tu ausencia, tu despedida,
nos dice una vez más lo que es esta
tierra, lo que es esta historia terrible, este tiempo de devastaciones esta
hora de cantos quebrados. Porque no fue tu mano la asesina. Fue este país al
cual le han arrebatado la capacidad de conmoverse ante la vida y la muerte. Fue
este tiempo de oscuridad el que aceitó el arma para el disparo, el que inventa
todas las formas de muerte. Un tiempo de masacre.
Tu disparo Elías, es un nuevo
expediente a esta sociedad, a esta historia dolorosa, a este proceso donde
todos, como decía Pío Tamayo hace más de cincuenta años, nos hemos convertido
en cómplices de las armas asesinas. Tu vida y tu muerte son radiografía e
historial de un tiempo y una sociedad que hay que cambiar.
Por esa sagrada razón subiste
con tu traje de campesino de siempre a conocer los secretos de los cerros para
encender fogatas en lo alto. Por esto te enfrentaste una vez al dictador y otra
a la democracia que lo había derrocado porque en ella se asentaba la misma
miseria, la misma desesperanza de los muchos, el mismo crimen desatado. Por eso
fuiste potro y posta, guerrillero y soldado comandante de una batalla
derrotada, que dejó estelas de ausencias y traiciones.
Por eso un día retornaste a
tus viejos sitio enamorado como siempre del silbo del viento, del canto del
chirulí, del paisaje que dibuja el río en el lecho, del olor de la fruta al
madurarse, con tu soledad a cuestas, tus sueños de amor y libertad retenidos,
tu ira y rabia encendidas en tu corazón de capitán de aguas dulces.
Regresaste
con un equipaje de tristeza tan grande como el horizonte de tus llanos y con la
vieja arma de los combates librados aguardando un tiempo de resurrección, no de
muertes, sino de pan que se reparte, de racimos de flores, de bienaventuranzas
para todos los hombres. Allí estaba quieta, sin guerra ni frente, sin batalla
ni victoria.
Tierra hermosa
desde el jaguey hasta el caño
tierra inocente de engaños
donde se enredan las coplas
donde se oyen cantaurías
en las tardes y en las noches
donde el caballo es el coche
que viaja en la lejanía
EMC
¿Fue
ella, Elías, la que despertó esa madrugada llamándote a disparar? ¿O fuiste tú
quien la tomó para echarla a correr otra vez por el trayecto que deja el fuego,
la llama y la fogata? ¿Qué versos se cruzaron que ella se hizo dócil entre tus
manos? ¿Qué le dijiste para convencerla de hacer el camino contrario a su
blanco? ¿Qué historias escribió ella para ti en esas horas de mengua? ¿Y qué
ocurrió para que en un instante aquella arma de mil leguas y mil disparos,
hechos para consagrar la vida, se convirtiera en estallido de muerte, allí en
el territorio de donde habían emergido versos y emociones, cantos y coplas,
esperanzas y decisiones?
Elías,
tu disparo nos alcanza a todos. Algo se nos quiebra en el interior del cerebro,
algo se nos descompone para siempre en los espacios del corazón ilusionado.
Algo nos va dejando una ausencia que nada puede plegar. Porque tu disparo, ese
disparo último, que equivocó su rumbo y te hirió en el alma se hizo estallido
de repetición. Y su eco no deja de sonar por doquier con un mensaje y unas
señas que hay que recoger, retomar, no para que se silencie sino para
transformarlo en melodía y esperanza, cono tú lo quisiste. Y por eso, hay que
seguir trabajando, silenciosa y tenazmente, para convertir el fuego en faro de
luz que permita advertir que tu gesto desolado no es otra cosa que lección, alerta,
llamado y sacrificio.
No
es un camino de rosa, es un camino de sangre, dijiste. Y era tu pecho el que
hacia la ofrenda de rosas, tu vida la que entregaba el cauce de sangre para
convocar a batallas victoriosas. Que mañana no digamos que esta sangre corrió
en vano. Petición y reclamo. Llamada para que toda la sangre derramada cumpla
su ciclo de agua, lluvia y roció. Por que si ni regresa convertida en flor y
canto, en anuncio de alegrías,
acompañando un tiempo nuevo, se habrá vertido sin norte y sin horizonte.
¿Dónde
están en esta hora, Elías, tus compañeros de ruta, que no se alzan contra tus
asesinos, contra todo el desencanto, la desilusión y la desesperanza que te
hirieron de muerte, cuando antes ni los cercos, ni la represión, ni los helicópteros,
ni los TO, ni la bombas pudieron detenerte? ¿Qué ocurrió a los que ayer te
acompañaron y hoy están celebrando con festejos y jolgorios esta democracia que
te asesinó? ¿Acaso todos ellos dejarán pasar tu crimen como si nada hubiera
ocurrido? ¿Seguirán sentados en las mesas de negociaciones todos los mercaderes
de esta democracia sin detener ni un segundo los cálculos de sus ganancias,
aunque haya muerto un hombre, un comandante, un ilusionado peregrino de la vida
que un día empuñó el fusil para tratar de cambiar el mundo?
Fue
el mismo hombre que deambuló por los andes de la ilusión con una gran derrota a
cuestas y sin embargo se prendió de sus sueños libertarios y revolucionarios para
no sucumbir. El mismo que en La Habana fue estandarte de la lucha y desasistido
comandante de una guerra que no se terminó de librar. El mismo que una vez
pacificada, mediatizada, negociada y reprimida, vino a asentarse en Altagracia
de Orituco para cultivar la tierra y recoger los frutos mientras hacía una y
otra vez el camino de la memoria por lo que no se construyó, lo que falta por
conquistar, las pérdidas que infringió
el enemigo y las que se sembraron desde adentro, hiriéndole de una muerte que no
conoció en el combate.
En
Altagracia de Orituco libraste tu última batalla contra un enemigo invisible
que se ha hecho más poderoso que los ejercitos mercenarios. Un enemigo que ya
no se distingue, que no se le ve disparar, sino que se confunde entre la gente
sencilla, y que lejos de agredir directamente llama a la concordia la
conciliación y el acuerdo para que la riqueza permanezca donde está y la
miseria también pero sin rebeldía.
Lo
hiciste con la convicción de estar aportando el sacrificio exigido para la
construcción de una sociedad que promete entregarle algún día su recompensa, en medio de esa paz concertada
que se produce en una sociedad que ha alcanzado sus más altos niveles de
degradación económica, política, social y moral, haces tu último disparo,
Elías.
No
al aire de los cohetes de feria y los fuegos artificiales. No al frente de
guerra de un armado enemigo. No al blanco de la viejas deudas de humanidad
pendientes, sino a tu propio corazón de amapola y crisantemo.
¿Y
sabes qué ocurrió, Elías? Que tu sangre aventurera se enhebró en la tierra, se
hizo sendero en el río, se posó en el interior de los turpiales y fue canto en
el horizonte. Mensaje y señal, llamarada y aviso para los navegantes del
futuro.
Hoy
va prendida de estos sueños de amor y libertad que un día nos enviaste para que
los hiciéramos un haz de versos para regalárselo a los hombres sencillos, a los
obreros de la revolución, a los enamorados de la vida, a los fabricantes
desilusiones.
Y
en nombre de esos sueños, Elías, te prometemos no cesar en esa tarea difícil de
abrir cauces, levantar expedientes y hacer y escribir la historia verdadera. Y
para esa labor no dejes de enviarnos recados, no dejes de acompañarnos, que te
necesitamos. Necesitamos tu reciedumbre, tu valor y tu coraje, porque con la
desazón que te llevaste y los sueños que nos entregaste, haremos un cometa de
vuelo largo, para que la brisa de los campos lo convierta en estrella encendida
de siempre y para siempre.
mery sananes
Información sobre los libros
Tlfs 0416 638 7320 / 0414 333 6515 / 212 6052536
abm333@gmail.com / dbarrolleta@gmail.com / merysananes@gmail.com
Leer mas!