jueves, julio 19, 2012

A PALMIRA, POR EL ETERNO REGALO DE SU FLORACIÓN


Fui uno de esos seres privilegiados a quienes les fue dado contemplar la floración de esta palma, en junio del 2003, en el Jardín Botánico de la Universidad Central de Venezuela, lugar que fue y sigue siendo mi casa.

Su aparición fue una verdadera fiesta y una celebración de la vida. En aquel momento escribimos este poema, que fue publicado en Analítica, en el siguiente enlace: http://www.analitica.com/va/arte/actualidad/2130185.asp. Lo recordamos hoy en ocasión de la nota que escribe Sergio Antillano, para contribuir a difundir el encanto de ese momento.

Entonces dijimos:

¿Se han detenido a observar a Palmira, la palma de Ceilán, la palmaflora del Jardín Botánico, que después de sesenta años de preparación, ha gestado un ramillete de espigas que durante un año habrá de trastocar los espacios azules del cielo, dibujando espirales de semillas sobre la hierba, para asegurar su continuidad?

¿Sabían que después de ese inmenso esfuerzo de parir infinitos hijos vegetales, nuestra palmiflora deja su territorio a las que vendrán, alegre de haber cumplido su función vital en esta vida, esperanzada de haber regalado durante décadas los pliegues de sus venas a las pupilas de quienes ascienden por su tallo a escuchar la mágica transparencia de sus cantos?

Desde este recinto piotamayista, recibimos este regalo de la palmaflora, como un hermoso talismán, capaz de abrir los ojos del corazón hacia los paisajes por donde navega el verdadero sentido del vivir.

Llama, invita y convoca a quienes pasan desasosegados por entre calles y ruidos, cementos y piedras, a detenerse un instante en ese ciclo extraordinario de vida, ese estallido de cantos, esa entrega incesante de semillitas de amor, de esta palmaflora, que habla en nombre de todas las florecitas silvestres, todas las hojitas de hierba, todas las goticas de lluvia que pueblan este triste planeta.

Estamos seguros de que esa mirada dejará aposentado en el interior de cada uno, un tesoro inmenso del cual necesitamos echar mano, para poder avanzar por estos tiempos terribles, tan alejados del verde vegetal que en conjunción con los azules, va escribiendo perennemente el testimonio floral de lo que habremos de ser.

Desde estas páginas les regalamos estas palabras que quisieran ser tan aladas como esas espiguitas que manan del corazón de la palmaflora. E invitamos a quienes quieran escribir, expresar, decir, nombrar, para que esa palabra torbellino, ese decir con aroma de tierra, de parto, de esencia que nace, se despliegue como una banderola, una centella, un horizonte tenido al porvenir.

mery sananes
09 de julio del 2003.





Quién diría
que de pronto
encenderías todas
las lámparas de tierra
en el cielo de una aurora
para esparcir diminutas
hebras de luz
en infinita gestación de amor

Quién diría
que en el interior
de tu savia iridiscente
navegaba un río
de colibríes
y que en la musicalidad
de tus hojas
en los atardeceres
de brisa
anunciabas un estalllido
de timbales en flor

Quien diría que desde
lo alto del lucero
donde fue a erguirse
tu enramaje para bordar
en silencio tu vestido
de espigas
habrías de irrumpir
un mediodía
para poblar de hijos
el pasto
y esparcir tempestades
de amor
sobre la hierba

Te preparaste
pliego a pliego
la vida entera
en alegre ascensión
desde el alumbramiento
que fue al que será
para recrear
una y otra vez
agigantada la vida

Quién diría
que en tus verdes aguas
ibas pariendo
bosques de azules
mientras trasmutabas
tu despedida
en el encantamiento
de los tallos que vendrán

¿Aprenderá alguna vez
el hombre a leer en el poema
vegetal de tu arquitectura
la lección eterna de la vida?

¿Aprenderá a escuchar
en el largo silencio de tu tiempo
el sonido exacto que va tejiendo
en tu interior un aluvión de alas?

Si tan sólo tuviéramos
tu temple
amaneceríamos un día
inundado el corazón de soles
y recuperaríamos entonces
ese equipaje de flor
que nos fue dado
en el principio de todo
para que hiciéramos del planeta
una enredadera de jazmines
un huerto de palmas
una eterna explosión
de espiguitas capaces
de teñir el universo entero
del verdiazul de tu alegría

¿Te imaginarías palmaflora
cuántos pajaritivos
se asomarían a las pupilas
de los niños
a beber del pozo
de sus suspiros
y del almacén de sus sueños?

Ojalá y esta vez
tus mariposidades
acampen en el territorio
devastado del hombre
para que le regales
el solar de tus ternuras
y los hilos de plata
con los que algún día
habrá de reconstruir
su verdadera humanidad

mery sananes
julio / 2003


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