jueves, enero 10, 2013

ALAS EN TEMPESTAD




Con aquellas lluvias día a día aumentaba el temor. Estaba bien difundido que todo habitante debía evitar caer en las garras de las gotas que conducen al sueño.

Cuando Aurelio llegó   le pidieron tener cuidado y control de sus pasos: ¡Cuidado con mojarte!  Pero él sentía muy adentro el deseo de conocer aquel pueblo.

Por ello se adentró en el mismo, alado por  su impresionante  flora y por la música de vuelo de alas. Fueron horas de un profundo e inolvidable vivir.

Y en medio de estas alucinaciones se dio cuenta de la presencia de unas nubes que crecían con el viento y  en la propia cercanía de la oscuridad. Su primer impulso fue no hacerle caso a lo que veía. Pero entonces Recordó  la advertencia de que la lluvia del lugar era fatal y decidió de inmediato regresar.

Su paso quería ser veloz pero lo atemperaba una flor o un sonido de alas en tempestad. Y había andado un buen trecho cuando sintió una gota que se convertía en presagio. Por eso aceleró el paso hasta donde ya no podía.

Casi que corría cuando sintió una y otra gota. Todo entonces fue correr en busca de un techo salvador. En el recuerdo un  sonido de pájaro en flor.

La lluvia podía desatarse. Por eso corría y volvía a correr. Las gotas se multiplicaron. Su carrera se hizo angustiante. Por ninguna parte un mínimo refugio. Y de pronto ya no sintió gotas sino un gran torrente. Su cuerpo todo se inundó.

Y cuando al fin llegó a los sitios donde había gente y techo, todos lo veían como con lástima y compasión. Quiso hacer preguntas pero a todo aquel que intentaba hablarle lo evitaba para no decirle la verdad: todos los que se habían mojado así nunca  regresaron.

Por todas partes se desplazaba Aurelio. Cada vez que preguntaba  recibía del viento la respuesta del silencio y continuaba. Su obsesión era lograr la manera de mantenerse despierto. Por ello seguía y seguía a pesar de que eran ya muchas las horas sin probar bocado. Lo atacaban inclementes el hambre y el cansancio.

Pero no podía detenerse a descansar. Y seguía y seguía sin parar. En su memoria mantenían las flores que se vuelven fuego en la ristra de los cantos que hacen vuelos de alas.

Nadie lo miraba ni escuchaba.

Y ya cerca de la noche alta, se detuvo en una pila de agua del camino y tomó de manera desaforada. Luego se sentó un momento dominado por el peso del tanto tomar. Sería cosa de minutos y esto para emprender su andar con más fuerzas.

Al amanecer corría  en el pueblo la noticia del hombre que se había mojado de lluvia y que anduvo deambulando tres días antes de caer en las garras del sueño.

Nadie le informó nunca a Aurelio que la única manera de seguir en las alas de la tempestad era si el mojado  se podía despojar de la ropa hecha aguas y enterrarla en una fosa profunda, mientras se rezaba la oración de los Salvados de las lluvias y se ofrendaba rosas y lirios de aquella tierra donde estaba sembrado el amor de todas las tempestades.

Nadie nunca se sinceró con Aurelio. Y por eso ahora nos cuenta sus aventuras desde  el cielo de las tempestades, que vuelan por  las lluvias de sueños donde moran los pasos dormidos de los atardeceres.



Agustín Blanco Muñoz
Serie Cuenterías
enero 2013

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Así es, nadie le contesta a Aurelio, nadie le dice la verdad. No desaparecer nunca fue fácil.

Zhivka Baltadzhieva

Anónimo dijo...

Es una soledad que origina nuevas realidades.

Beatriz Piñeiro Varela

Anónimo dijo...

Me agrada mucho, abrazos y gracias

Rosina Valcárcel

Anónimo dijo...

HERMOSO RELATO, ESTIMADO AMIGO, GRACIAS, MUCHAS GRACIAS POR DIFUNDIRLO, CARIÑOS

ELSA OVIAÑO

Anónimo dijo...

El desafío pudo mas ...La belleza entró por su piel y pudo mas,hasta atraparlo...Hasta dejarlo atado en su propia jaula.

Margarita Parada Palma

Anónimo dijo...

Profesor: este es un relato conmovedor. Me alegra mucho conocerlo como un narrador de gran sensibilidad y calidad.

Paula Santander

Anónimo dijo...

A uno le queda encima la angustia de Aurelio. Que cuento tan bello y tan duro. Saludos profesora.

JB