De pronto amarizó en mis alpisteros.
Sabía bien que las únicas brasas
que se encienden en mis huertos
son las de las estrellas.
Me dijo que había venido,
enviado por un mensajero muy especial,
a aprender el canto de los pájaros,
para después sembrarlo,
en su respiración de flauta,
en los mares de su vivir.
Gracias Hilario!!
noviembre 2018
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