De manos de Yoyiana Ahumada y de la maga Zaira
Andrade, ambas habitantes permanentes de estas Embusterías, me ha llegado este texto de Rodolfo Izaguirre que
no requiere presentación alguna.
Sus palabras trazan el recorrido de esa travesía hacia
el sol, con una inmensa belleza y un prodigar de amor compartido que se
sostiene como una imperdible lección de vida. Belén emprendió primero su vuelo
en noviembre del 2014. Y Rodolfo la acompaña porque sabe bien que ella, como la
danza: “es lo que queda en el aire después que el bailarín pasó por él! Y en
ese aire navegaron siempre ambos y lo seguirán haciendo donde exista brisa,
viento, canto de las hojas en su recorrido hacia el vientre de la tierra.
Este texto recoge “las páginas finales del libro
sobre Belén que será editado pronto”. Mi abrazo para ambos. Mi saludo afectuoso y este territorio mágico que
les pertenece. mery sananes
NAVEGAREMOS
HACIA EL SOL
Rodolfo
Izaguirre
Estas son las
páginas finales del libro sobre Belén Lobo que será editado pronto. No es un
libro sobre el Ballet o la Danza Contemporánea que ella conoció y transitó
suficientemente. ¡Es sobre Belén! Al escribirlo tuve siempre presente una bella
definición del ballet que leí alguna vez: “’Es lo que queda en el aire después
que el bailarín pasó por él!”
Lo hizo Belén
y al pasar por ese aire se convirtió en un ser absolutamente real, pero
inventado. Un Hada de Azúcar, Aurora, uno de los Gatos Reales, la Bella
Durmiente, una Fille mal gardée, la inocente pero apasionada Giselle. Una
coreografía de Grishka Holguin; otra, de Norah Parissi. Alguna danza
tradicional, los programas estelares en la naciente televisión. Un asombro que
brotó en el país venezolano en permanente estado de violencia política, social
y en algunos casos de trágicas asperezas personales y de familia.
También yo
sentí crecer en mí una sensibilidad que se estrelló contra la misma violencia
que azotó a la mujer que me acompañó cincuenta años y a la bailarina que apartó
el aire para pasar por él.
Ella padeció,
como todos los venezolanos de mi generación, tres dictaduras militares durante
el arco de una sola vida: Juan Vicente Gómez, en la niñez; Marcos Pérez Jiménez
en la juventud y el socialismo bolivariano en la afligida senilidad. De niña,
convertida en enfermera, asistió a la madre que agonizaba. En la radiante
juventud se negó a estrechar la mano a Pérez Jiménez y a Alfredo Stroessner el
sátrapa paraguayo y en la senectud rumió el enrarecido odio que le producían
las vulgaridades de los mandatarios populistas.
Mientras yo,
convertido por la semejanza de las situaciones en una gota de agua frente al
espejo de Belén, asistía a los cuatro años de edad a mi primera manifestación
de violencia mientras veía por la celosía de la ventana los saqueos a las casas
de los gomecistas. Escuché a la pavita cantar en la mata de mango anunciando la
muerte de mi madre; no pude evitar, por haber sido el mejor alumno de la
escuela, darle la mano a Higinio Moríñigo otro sátrapa paraguayo, pero en
revancha me convertí en el peor alumno que haya conocido la educación
venezolana y me expulsé años más tarde de la muy anciana y polvorienta Sorbona
y de toda conducta académica. ¡Me hice libre y rebelde!
Belén y yo,
pero también los venezolanos víctimas de la hora actual bolivariana, somos
perfectas flores de loto: surgimos del pantano para estremecernos de amor!
Una tarde,
Belén me miró con una intensidad que me era desconocida y dijo: “Mi amor, junto
a mí te has hecho águila y relámpago. ¡No permitas que esta gente bolivariana
nos estropee la vida!
Años mas
tarde, dos días antes de que la muerte entrara en la Quinta Nancy, Belén fijó
nuevamente sus ojos en mí y me conmoví como nunca me había conmovido porque vi
que su mirada provenía desde muy lejos, desde la cumbre helada de los
infortunios. Y repitió lo que me había dicho aquella vez: “No olvides que tú
eres el águila y el relámpago y así quiero que quedes cuando me haya ido”.
Descubrí que
siendo un águila vivo durante el día en las alturas y resplandezco bajo el sol,
pero dejo que el búho, la lechuza, los murciélagos se apoderen de la noche y lo
hagan bien. Soy un relámpago! ¡Soy aire y fuego!
Me imagino y
vuelo kilómetros y planeo en amplios y elegantes círculos y mi mayor anhelo no
es otro que escudriñar con mis ojos y con perfecta agudeza el terreno que
vislumbro y saber que lejos de mí, en el Tibet, soy un águila de alas doradas y
me consideran el pájaro de la vida, destructor de todo y creador de todo. ¡Soy
el águila bicéfala! El emblema romano de los triunfos y del orgullo de los
Césares. El poder del imperio porque devoro al león y lucho victorioso contra
la serpiente.
¡Murió Belén!
Esparcimos sus cenizas y a medida que el águila planeaba en mi memoria escribí
este texto con lágrimas sintiendo que el aire me escuchaba, es decir, sentí a
Belén que permitía por última vez que flotara el aire mientras ella pasaba por
él transformada ahora en la perfecta soledad que me abriga, y sentí dentro de
mí que ella aprobaba lo que yo había escrito. Desde entonces no me canso de
reiterar este breve texto que transcribo a continuación. Lo escribí pensando en
ella y en mí, pero también en todos los que viven en la pareja que fuimos y lo
leo en las conferencias y lugares públicos en los que tengo que hacer acto de
presencia y lo consigno aquí y me obligo a hacerlo porque es una manera no sólo
de enfrentar a cualquier régimen despótico o militar sino de acariciar el amor
y la dicha de haberme sumergido junto a Belén en la portentosa aventura de
vivir:
“Cada uno de
nosotros arrastra su propia memoria. ¡En nosotros viven el águila y el
relámpago! Somos la fuerza y el propósito de transformar al mundo. Si queremos,
si aceptamos y decidimos enfrentar los desórdenes políticos y económicos que
obstaculizan los caminos del país, lograremos rescatar nuestra dignidad.
Pero si nos
negamos a ver el aire sagrado que corre por nuestras almas será poco lo que
avanzaremos y los obstáculos permanecerán. Si lo hacemos, si lo logramos, nos
encontraremos de nuevo en esa línea que creíamos perdida, la línea imprecisa
del horizonte que confunde el azul del cielo con las profundidades del mar y me
veré a la salida del laberinto con la sangrante cabeza del Minotauro en mis
manos y entonces, Belén y yo y todos los venezolanos, juntos, navegaremos hacia
el sol”
02/junio/2019
RODOLFO IZAGUIRRE Residió en su infancia en Caracas (Esquinas de Pescador a Cochera), junto a sus padres Pablo Izaguirre y Tula Tosta.
Inició su carrera en el cine gracias a la proximidad de su residencia en París a la Cinemateca Francesa, lo que le llevó a abandonar la carrera de derecho.1
Gracias a su labor, convirtió a la institución en el epicentro de un proceso de formación de futuros cineastas y espectadores. Colaboró durante treinta años en la Radio Nacional de Venezuela con el microprograma de difusión cinematográfica El cine, mitología de lo cotidiano. Actualmente es columnista dominical del diario El Nacional. Desde el año 1995 hasta 2016 colabora como conferencista del Festival Atempo de Caracas.
Obra:
- El cine venezolano (1966)
- Historia sentimental del cine americano (1968)
- Acechos de la imaginación (1993)
- El cine: La belleza de lo imposible (1995)
- Alacranes (1966; obra clave dentro del desarrollo de la ficción urbana)
- En el tiempo de mi propia vida (2018)
BELÉN LOBO: "Yo nunca me he apartado de la danza. Desde el momento en que no pude estar más en escena, he vivido para ver la danza, para asistir a lo que se hace en la danza de mi país. Ya no me movilizo tanto por todo el país como lo hice hasta hace unos pocos años, pero me las arreglo para saber lo que están haciendo los jóvenes. A veces sueño que bailo y en mi sueño soy ágil y liviana, como lo era a los veinte años. Y cuando veo un ballet en el que yo llegué a participar lloro de nostalgia… un bailarín muere dos veces… porque el retiro es una muerte adelantada. Yo tengo ahora mucho amor alrededor, creo que lo mejor que hice en mi vida fue casarme con Rodolfo Izaguirre y tener mis tres hijos. Eso me ha salvado del exilio que implica la imposibilidad de bailar.” http://elestimulo.com/climax/belen-lobo-bailo-el-siglo-xx-de-venezuela/
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