martes, junio 04, 2019

NAVEGAREMOS HACIA EL SOL



De manos de Yoyiana Ahumada y de la maga Zaira Andrade, ambas habitantes permanentes de estas Embusterías,  me ha llegado este texto de Rodolfo Izaguirre que no requiere presentación alguna.

Sus palabras trazan el recorrido de esa travesía hacia el sol, con una inmensa belleza y un prodigar de amor compartido que se sostiene como una imperdible lección de vida. Belén emprendió primero su vuelo en noviembre del 2014. Y Rodolfo la acompaña porque sabe bien que ella, como la danza: “es lo que queda en el aire después que el bailarín pasó por él! Y en ese aire navegaron siempre ambos y lo seguirán haciendo donde exista brisa, viento, canto de las hojas en su recorrido hacia el vientre de la tierra.

Este texto recoge “las páginas finales del libro sobre Belén que será editado pronto”. Mi abrazo para ambos. Mi  saludo afectuoso y este territorio mágico que les pertenece. mery sananes

NAVEGAREMOS HACIA EL SOL
Rodolfo Izaguirre



Estas son las páginas finales del libro sobre Belén Lobo que será editado pronto. No es un libro sobre el Ballet o la Danza Contemporánea que ella conoció y transitó suficientemente. ¡Es sobre Belén! Al escribirlo tuve siempre presente una bella definición del ballet que leí alguna vez: “’Es lo que queda en el aire después que el bailarín pasó por él!” 

Lo hizo Belén y al pasar por ese aire se convirtió en un ser absolutamente real, pero inventado. Un Hada de Azúcar, Aurora, uno de los Gatos Reales, la Bella Durmiente, una Fille mal gardée, la inocente pero apasionada Giselle. Una coreografía de Grishka Holguin; otra, de Norah Parissi. Alguna danza tradicional, los programas estelares en la naciente televisión. Un asombro que brotó en el país venezolano en permanente estado de violencia política, social y en algunos casos de trágicas asperezas personales y de familia.

También yo sentí crecer en mí una sensibilidad que se estrelló contra la misma violencia que azotó a la mujer que me acompañó cincuenta años y a la bailarina que apartó el aire para pasar por él.

Ella padeció, como todos los venezolanos de mi generación, tres dictaduras militares durante el arco de una sola vida: Juan Vicente Gómez, en la niñez; Marcos Pérez Jiménez en la juventud y el socialismo bolivariano en la afligida senilidad. De niña, convertida en enfermera, asistió a la madre que agonizaba. En la radiante juventud se negó a estrechar la mano a Pérez Jiménez y a Alfredo Stroessner el sátrapa paraguayo y en la senectud rumió el enrarecido odio que le producían las vulgaridades de los mandatarios populistas.

Mientras yo, convertido por la semejanza de las situaciones en una gota de agua frente al espejo de Belén, asistía a los cuatro años de edad a mi primera manifestación de violencia mientras veía por la celosía de la ventana los saqueos a las casas de los gomecistas. Escuché a la pavita cantar en la mata de mango anunciando la muerte de mi madre; no pude evitar, por haber sido el mejor alumno de la escuela, darle la mano a Higinio Moríñigo otro sátrapa paraguayo, pero en revancha me convertí en el peor alumno que haya conocido la educación venezolana y me expulsé años más tarde de la muy anciana y polvorienta Sorbona y de toda conducta académica. ¡Me hice libre y rebelde!

Belén y yo, pero también los venezolanos víctimas de la hora actual bolivariana, somos perfectas flores de loto: surgimos del pantano para estremecernos de amor!

Una tarde, Belén me miró con una intensidad que me era desconocida y dijo: “Mi amor, junto a mí te has hecho águila y relámpago. ¡No permitas que esta gente bolivariana nos estropee la vida!

Años mas tarde, dos días antes de que la muerte entrara en la Quinta Nancy, Belén fijó nuevamente sus ojos en mí y me conmoví como nunca me había conmovido porque vi que su mirada provenía desde muy lejos, desde la cumbre helada de los infortunios. Y repitió lo que me había dicho aquella vez: “No olvides que tú eres el águila y el relámpago y así quiero que quedes cuando me haya ido”.

Descubrí que siendo un águila vivo durante el día en las alturas y resplandezco bajo el sol, pero dejo que el búho, la lechuza, los murciélagos se apoderen de la noche y lo hagan bien. Soy un relámpago! ¡Soy aire y fuego!

Me imagino y vuelo kilómetros y planeo en amplios y elegantes círculos y mi mayor anhelo no es otro que escudriñar con mis ojos y con perfecta agudeza el terreno que vislumbro y saber que lejos de mí, en el Tibet, soy un águila de alas doradas y me consideran el pájaro de la vida, destructor de todo y creador de todo. ¡Soy el águila bicéfala! El emblema romano de los triunfos y del orgullo de los Césares. El poder del imperio porque devoro al león y lucho victorioso contra la serpiente.

¡Murió Belén! Esparcimos sus cenizas y a medida que el águila planeaba en mi memoria escribí este texto con lágrimas sintiendo que el aire me escuchaba, es decir, sentí a Belén que permitía por última vez que flotara el aire mientras ella pasaba por él transformada ahora en la perfecta soledad que me abriga, y sentí dentro de mí que ella aprobaba lo que yo había escrito. Desde entonces no me canso de reiterar este breve texto que transcribo a continuación. Lo escribí pensando en ella y en mí, pero también en todos los que viven en la pareja que fuimos y lo leo en las conferencias y lugares públicos en los que tengo que hacer acto de presencia y lo consigno aquí y me obligo a hacerlo porque es una manera no sólo de enfrentar a cualquier régimen despótico o militar sino de acariciar el amor y la dicha de haberme sumergido junto a Belén en la portentosa aventura de vivir:

“Cada uno de nosotros arrastra su propia memoria. ¡En nosotros viven el águila y el relámpago! Somos la fuerza y el propósito de transformar al mundo. Si queremos, si aceptamos y decidimos enfrentar los desórdenes políticos y económicos que obstaculizan los caminos del país, lograremos rescatar nuestra dignidad.

Pero si nos negamos a ver el aire sagrado que corre por nuestras almas será poco lo que avanzaremos y los obstáculos permanecerán. Si lo hacemos, si lo logramos, nos encontraremos de nuevo en esa línea que creíamos perdida, la línea imprecisa del horizonte que confunde el azul del cielo con las profundidades del mar y me veré a la salida del laberinto con la sangrante cabeza del Minotauro en mis manos y entonces, Belén y yo y todos los venezolanos, juntos, navegaremos hacia el sol”

02/junio/2019

RODOLFO IZAGUIRRE Residió en su infancia en Caracas (Esquinas de Pescador a Cochera), junto a sus padres Pablo Izaguirre y Tula Tosta.
Empezó a estudiar derecho en La Sorbona de París, al estar cerrada la Universidad Central de Venezuela por el presidente Marcos Pérez Jiménez.
Inició su carrera en el cine gracias a la proximidad de su residencia en París a la Cinemateca Francesa, lo que le llevó a abandonar la carrera de derecho.1
Después de participar activamente en la creación de agrupaciones literarias de izquierda, como Sardio y El Techo de la Ballena (1961),2​ entre 1968 y 1988 se centró en la dirección de la Cinemateca Nacional de Venezuela, fundada por Margot Benacerraf en 1966.
Gracias a su labor, convirtió a la institución en el epicentro de un proceso de formación de futuros cineastas y espectadores. Colaboró durante treinta años en la Radio Nacional de Venezuela con el microprograma de difusión cinematográfica El cine, mitología de lo cotidiano. Actualmente es columnista dominical del diario El NacionalDesde el año 1995 hasta 2016 colabora como conferencista del Festival Atempo de Caracas.
Obra: 
  • El cine venezolano (1966)
  • Historia sentimental del cine americano (1968)
  • Acechos de la imaginación (1993)
  • El cine: La belleza de lo imposible (1995)
  • Alacranes (1966; obra clave dentro del desarrollo de la ficción urbana)
  • En el tiempo de mi propia vida (2018) 

BELÉN LOBO"Yo nunca me he apartado de la danza. Desde el momento en que no pude estar más en escena, he vivido para ver la danza, para asistir a lo que se hace en la danza de mi país. Ya no me movilizo tanto por todo el país como lo hice hasta hace unos pocos años, pero me las arreglo para saber lo que están haciendo los jóvenes. A veces sueño que bailo y en mi sueño soy ágil y liviana, como lo era a los veinte años. Y cuando veo un ballet en el que yo llegué a participar lloro de nostalgia… un bailarín muere dos veces… porque el retiro es una muerte adelantada. Yo tengo ahora mucho amor alrededor, creo que lo mejor que hice en mi vida fue casarme con Rodolfo Izaguirre y tener mis tres hijos. Eso me ha salvado del exilio que implica la imposibilidad de bailar.”  http://elestimulo.com/climax/belen-lobo-bailo-el-siglo-xx-de-venezuela/

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