LA POESÍA DEL HOLOCAUSTO
Carlos Morales del Coso*
SIETE DÉCADAS DESPUÉS SEGUIMOS SIN SABER
QUÉ NOS IMPIDE HABLAR DEL HOLOCAUSTO
A pesar de las más de siete décadas transcurridas desde su culminación, seguimos sin saber todavía las razones que nos impiden hablar del Holocausto con la naturalidad con que solemos hablar de otros hechos dramáticos de nuestra Historia, como pueden ser la Revolución Francesa, o la revolución soviética de 1917.
EL ARTE HA JUGADO UN PAPEL MONUMENTAL EN EL PERFILAMIENTO DE UNA CONCIENCIA SOBRE ESTE GIGANTESCO APOCALIPSIS
Algunos historiadores, como Iam Kershav, no han dudado incluso, en acusar al Mundo del Arte de esta circunstancia, responsabilizándolo de haber escarbado en los lados más más brumosos y oscuros de aquella Catástrofe, con el objeto de fidelizar a sus consumidores y fortalecer sus cuotas de mercado. Sin embargo, el hecho de que esa perversión de la que habla el gran biógrafo de Hitler haya ocurrido más de una vez, no le da derecho a nadie a lanzar un anatema tan general y tan aplastante sobre el papel monumental jugado por el mundo del Arte y el de los grandes medios de comunicación de masas, no sólo en la universalización del conocimiento de los hechos que jalonaron aquella carnicería monumental sino, también, en el delicado perfilamiento de la Conciencia que el mundo ha logrado construirse de aquel gigantesco apocalipsis.
No sería justo, y no lo sería por dos razones; en primer lugar, porque dentro de la misma Historiografía, son muchos los autores -y en este caso no me refiero a Kershaw, al que admiro- que han tergiversado y manipulado infinidad de veces el Holocausto hasta convertirlo en un arma arrojadiza que disparar contra los adversarios ideológicos de un mundo desgraciadamente polarizado como el nuestro.
EL ARTE Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN FUERON LOS UNICOS EN PONERLE NOMBRE Y APELLIDO AL DOLOR
Y, en segundo lugar porque antes de que la Historia pudiera acceder a los archivos de las cancillerías para poder ofrecer su visión del exterminio al que fue sometida la judería europea, el mundo del arte y el de los medios de comunicación fueron los únicos que se atrevieron a intentarlo y a poner nombre y apellidos a aquel pozo de dolor que nos hizo nacer desnudos a un mundo nuevo, y también desamparado, para poder reconstruir los valores sin los que no es posible hablar de Civilización.
Pero no se trata aquí de imponer ninguna hegemonía ni para el lenguaje del arte ni para el de la Historia. Ambos pueden ir de la mano; son en realidad, caminos distintos para intentar el conocimiento, así como reformular la conciencia del mundo que aquello nos dejó, y poder como especie humana mirarnos frente a frente en nuestro espejo con el objeto de encontrar los hilos por cuya naturaleza nos sea dada la posibilidad de suturar los bordes mal cauterizados de la herida que dejó la Shoah, cuyo escozor parece seguir resistiéndose a morir.
LOS JUICIOS DE NUREMBERG, EL ENJUICIAMIENTO DE EICHMANN Y EL PROCESO CONTRA AUSCHWITZ ABRIERON AL MUNDO LA DIMENSIÓN DEL GENOCIDIO
No es este el momento de analizar el papel jugado por el Arte y los medios de comunicación en esta tesitura, al que dediqué un amplio artículo en un volumen colectivo titulado El Delirio nihilista, Y a cuyo importancia dedicó en sus estudios y conferencias el profesor y superviviente Jaime Vándor a lo largo de los últimos días de su vida.
Más o menos, la cosa ocurrió así. La proyección sobre el mundo, durante las décadas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta del pasado siglo, que los medios de comunicación arrojaron sobre el mundo de los juicios de Núremberg, así como del enjuiciamiento de Eichmann en Jerusalén y el macroproceso seguido contra Auschwitz en la ciudad de Fráncfort, pusieron a la civilización de Occidente frente al hecho de que el más descabellado genocidio de la Historia había sido intelectualmente originado y ejecutado con perfección industrial en el corazón de la que, como Alemania, era tenida como una de las naciones más cultas y avanzadas del mundo Occidental. De nuestro mundo.
ESO HIZO IMPOSIBLE HABLAR DEL HOLOCAUSTOCOMO OTRO HECHO DE LA HISTORIA
La conciencia de que, como civilización no parecíamos ser mejores ni más perfectos que otras civilizaciones más primitivas y menos organizadas que la nuestra nos llenó de estupor, e hizo imposible que se pudiera hablar del Holocausto, nuestro genocidio, con la naturalidad precisa con que lo hacíamos de otros acontecimientos de nuestra Historia. Todo aquello generó multitud de debates en todos los territorios de nuestra cultura, y resquebrajó los diques que habían mantenido en el silencio el mundo del arte y la voz dolientes de los supervivientes.
LA POESÍA NO SE QUEDO ATRÁS
El cine, la novela, las memorias biográficas, el teatro, incluso el cómic se lanzaron con auténtico frenesí a aquel abrevadero del dolor que fue el Holocausto. Aunque su papel en la construcción de la conciencia fue de menor envergadura, la poesía no se quedó atrás. Durante muchos años, sus protagonistas fueron los poetas que habían sobrevivido a la Catástrofe, así como aquellos que, sin ser judíos, la habían tocado con las yemas de sus dedos y aquellos que no habiéndolo vivido en carne propia se vieron concernidos por aquel apocalipsis.
DE LAS DIVERSAS FORMAS DE ENCARAR EL SUFRIMIENTO
Una poesía la de estos hombres y mujeres construida sobre un lenguaje simbólicamente complejo -que, en el caso de Celan, condujo a un lenguaje fracturado u originalísimo- y a un universo emocional elevado sobre la culpa de haber sobrevivido a la Catástrofe, orientada insistentemente a elevar una o varias formas de conciencia de lo que ocurrió, que oscilaban entre la visión anticristiana de Uri Grinberg y Paul Celan, y la quienes como Jaime Vandor y Carlos de la Rica proponían la necesidad de un reencuentro entre el cristianismo y el cristianismo que, en opinión de la israelí Margalit Matituahu, debía extenderse a la cultura árabe, mediante el combate contra los prejuicios intelectuales y vitales que impedían el desarrollo de un mundo mínimamente armónico entre civilizaciones separadas pero condenadas a entenderse.
UN VISTA A LA OBRA DE LOS SOBREVIVIENTES
Y tras la caída a finales de la década de los ochenta del Muro de Berlín y la implosión de los criminales totalitarismos comunistas, comenzaron a llegarnos como una auténtica marea las traducciones a lenguas universales de la obra de los poetas que no lograron sobrevivir al Holocausto. A diferencia de la de los supervivientes, y para nuestra sorpresa, la escritura de estos creadores se orientó a dar testimonio, sin meandros literarios, de la arbitrariedad en los en los campos de la vida y la muerte, a evocar el hambre y las visiones presentidas de la muerte, y a dejarse llevar por los vientos de las melancolía como única forma viable de supervivencia.
Permítanme ahora que les lea tres
poemas recogidos en la Antología de la poesía del Holocausto, que está próxima
a salir en los primeros meses del año próximo gracias, entre otros al impulso
originario de don Víctor Toledo y La Universidad de Puebla y Centro Sefarad de
Madrid.
PAVEL FRIEDMANN
EL ADOLESCENTE GASEADO
El primero de ellos es un poema por el
adolescente Pavel Friedmann, que murió gaseado en Auschwitz el 29 de spetiembre
de 1944, y en el que utiliza la métáfora de las mariposas como el gran elemento
figurativo del hambre que llevaba a los niños a cazarlas con desesperación,
para no morir de hambre.
(7 de enero de 1921 – 29 de septiembre de 1944)
La última mariposa
Traducción y versión de Jaime Vándor y
Carlos Morales
Theresientadt, 4 de junio de 1942
La última, precisamente la última,
era de un brillante amarillo que aún me
deslumbra.
Era como si el sol no pudiera dejar de llorar sobre las piedras...
Tan amarilla era, y volaba ligera hacia lo alto
Seguramente quería despedirse del mundo, con un beso.
Hace siete semanas que vivo encerrado en este gueto,
al lado de mi gente, y las flores me llaman,
y la rama blanca del castaño del patio.
Pero ya no he vuelto a ver más mariposas.
Aquella fue la última mariposa que yo vi.
Aquí, en el gueto, las mariposas ya no saben, no pueden volar.
La última mariposa…
En el
segundo, La Libertad Pequeña, de Ilse Weber, se manifiesta la voluntad
testimonial de una poesía orientada a dejar constancia de lo que se vive y de
esa muerte que se advierte, y que, al final, se eleva como última esperanza.
Allí donde el vigía monta la guardia,
ante el espacio verde de los prados
en los que se dibuja el camino hacia
Bauschowitz,
termina el gueto.
Allí se cierra el pétreo cerco de los
murallones
y se abre el camino hacia los humanos.
¡Uno querría tanto estar con ellos,
y compartir su respiración, y su
esperanzas!
Pero el cerco nos rodea, y el vigía
permanece erguido y silencioso sobre el
puente.
Nosotros, como mendigos pobres y
quebrantados,
sólo suplicamos con los ojos un poco de
pan.
No tenemos dudas: de aquel mundo
nada forma parte ya de nuestra vida.
Sólo nos ceden generosamente
un campo lejano cubierto de hierbajos.
Allí estaremos a salvo, libres,
no necesitaremos hogares ni riquezas.
Y no habrá un guarda que nos cierre el
paso
cuando en él, sombríos, nos den la
sepultura.
Paul Celan
(1920-1970)
Tenebrae
raducción y versión de Jaime Vándor y Carlos Morales del Coso
Con el Tenebrae, de Paul Celan, se
pretende dar cuenta de la importancia que tenía para los supervivientes,
detenerse con su poesía en la reflexión éstética y moral sobre la naturaleza de
la tragedia que vivieron, y del uso capital que hicieron de los recursos
literarios del lenguaje poético. Celan creyó hasta su muerte que el Holocausto
fue la culminación de dos mil años de cristianismo.
Cerca
estamos, Señor,
cercanos
y apresables.
Presos ya, Señor,
engarzados
los unos en los otros, como si
cada
uno de nuestros cuerpos fuera
tu
cuerpo, Señor.
Ruega,
Señor,
ruéganos,
estamos
cerca.
Agobiados
íbamos, encorvados bajo el viento
hacia
la fuente, hacia la zanja,
para
arrodillarnos sobre el charco y sobre la oquedad.
Al abrevadero íbamos, Señor.
Era
sangre, la sangre
que
tú mismo derramaste, Señor.
Y
relucía.
Nos
arrojaba tu imagen a los ojos, Señor.
Los
ojos y la boca tan vacíos, tan abiertos, Señor.
Hemos
bebido, Señor.
La
sangre y la imagen que en tu sangre estaba, Señor.
Ruéganos,
Señor.
Estamos
cerca.
Y en último término dejamos sobre la mesa el poema Hatikva,
del poeta argentino Arturo Borra, que hace descansar la Esperanza del nuevo
Israel sobre la esperanza que entonaron con su muerte los viejos, las madres y
los niños que acabaron su vida en el Holocausto. Un poema realmente fabuloso,
con la que quiero manifestar mi gratitud hacia los hijos de mi otra patria
mexicana.
Con la punta del fusil en silencio los enfilaban.
Traían la promesa de Heydebreck pero la desmentía el trayecto exiguo.
Oscuramente lo sabían los cuerpos, las manos, la nuca.
Vendrá el amanecer pero el frío del metal sobre la espalda venía a
desmentirlo. La orden de desvestirse confirmó lo que todos temían: una ducha
blanca no es lluvia.
Entonces desobedecieron. Con el presentimiento de la ceniza
se destrabó la garganta.
Y cantaron. Y el canto llenó el vacío del vestuario y su miedo
también fue ceniza en un salmo de viento.
Y
la noche blanca cantó
en
la hora angosta donde se asfixia la última resistencia
entonando
uno a uno sus himnos
desnudos
de pura pérdida
desnudos
en los márgenes del cielo.
Y
en pie siguieron cantando "Hatikva"
mientras
las culatas se empecinaban en acallar la canción
final.
Y cantaron los viejos las madres con sus hijos en brazos
cantaron los hombres
todo el campo cantó
como
pueden cantar 3792 muertos que enloquecen de esperanza.
(Alemania, 9 de marzo de 1944)
* Conferencia impartida vía en línea en el Congreso Internacional de Poesía y Poética, el 27 de octubre del 2021, en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Mexicana de Puebla
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