gris inclemente como si quisiera
guardar para sí la perfecta armonía
de un giro que se cumple
Atisbo tras los ventanales una señal
que me devuelva la fosforescencia de
una luna que apenas ayer dejó en
mi noche el código de una luz prestada
y es como si alguien la hubiera robado
del interior de mis párpados dejándome
ciega en medio de un tiempo acorralado
Pero ella me pertenece por una suerte
de genética sideral que acunó en mis
hebras una estación de plenilunios que
sólo anochece en el redil de una elipsis
atrapada en las leyes de un tiempo circular
Y esta noche de abril enmudecida de
Y en ella el sol podrá verse en un espejo
de púrpura azuzando su lumbre sobre el
costillar de una circunferencia hecha de
noches y estrellas gravitando entre silencios
¿En qué aljibe habrá recogido su rubor
de durazno y en que desembocadura
su claridad de estío en qué estación
del agua habrá sumergido la helada
hecatombe de su ausencia y de qué
intemperie cósmica recubrirá su
orfandad de lumbres para rituales
de asfalto?
Yo reinvento su travesía por el
alfabeto de los azules y la dejo ir
prendida en el amanecer de los
despojados hasta que de nuevo
remonte su vuelo de luz sobre el
sagrado archipiélago de las lágrimas
donde aún habita la vida
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