y las horas y los suplanta por una
que cubre cada uno de nuestros pasos
Y descubre uno entonces que
subterráneamente la savia continúa
abriéndole cauces infinitos al amor
y que nunca cesa su recorrido
Allí el espacio y el tiempo cobran una
nueva dimensión un itinerario que aún
no recogen ni los tratados de sabiduría
ni el trabajo de los entomólogos
y que sólo alcanza a los invisibles
hortelanos de un vivir que traspasa
toda muerte y toda ausencia
Y nosotros que procuramos ser
silenciosos mensajeros de la esperanza
deshabitados intérprete del nosotros
incansables transeúntes del camino que
recorren la cigarras para alcanzar el
instante de su canto siempre andamos
a la caza de las recados del adentro que
nos dejan quienes no se marchan jamás
Y por ello entre cada julio que
celebramos el nacimiento y andar
de la abuela en aquel territorio tan
desértico de vida como el de hoy
y aquel agosto que la vimos partir sin
otros enseres que su mágico pañuelito
de pronto vemos brotar sin esperarlas
en el pequeño huerto de un estrecho
balcon a inmensa distancia de su patio
de azahares y granadas las flores de baile
que ella un día nos entregó como su
mágico talisman
Y cuando eso ocurre toda su aroma
de confitura de guayaba vuelve a
derramarse sobre aquella silleta que
ahora se mece en el porche de su
alado vivir desde donde expande
sus caricias y lecciones a quienes seguimos
y seguiremos atados siempre a su escuela
de entrega incesante y su acerado temple
para vadear toda geografía del dolor sobre
este planeta de la muerte que no cesa