Del mar te viene el vaivén con el que
dibujas los días inmóviles para que desde
las honduras del agua emerja una risa de
niños que se derrame sobre los días como
una filigrana de espuma y de sal
De la noche aprendiste el silencio que se
desprende de un mirar que no se detiene
en los horizontes que se pliegan a los
amaneceres sino que se remonta al
nacimiento mismo de las fulguraciones
hasta descifrar el rumor de las fogatas
De los pájaros te viene ese vuelo prolongado
por las constelaciones de donde extraes
los ritos que le enseñas a los hijos para
regalarles un nido que los cobije y resguarde
de toda devastación
De la hierba sorbes el rocío con el que
escribes en el solar de las ilusiones el libro
sagrado de la vida que ofrendas en las
madrugadas a los pasajeros del amor
Del dolor clavado en los hemisferios
de un continente contenido en el intervalo
de un suspiro te viene esa melancolía
que desandas como si descendieras de
las colinas en labores de resurrección
De la levedad de la brisa te viene esas ansias
de ser bajel en las encrucijadas de los ríos
zarpando siempre en dirección al oleaje que
contiene la sonrisa de tu madre
De los días que no fueron de las horas que
se quedaron estancadas en estancias que no nos
pertenecían te viene ese deslumbramiento de
orugas esa labor de escarabajo ese trinar de
alas con el que hoy construyes porvenires en las
Y así te hiciste pastor de sueños prófugo de las
oscuridades saltamonte empeñado en dilucidar
el enigma de los bosques y la mágica transparencia
de las lluvias mientras recorres el universo desde
las orillas resplandecientes de tus ansias marineras
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