Clementina Tamayo, hermana de
Pío, nació en un 31 de octubre como hoy. Y muchos octubres después se fue a
sembrar en los predios de la hacienda de su infancia, tal vez el mismo octubre
que Pío tramontó en busca de otros parajes donde ir a refundar su escuela de
idealidad avanzada.
Hoy se enlazan en la memoria los
dos hilos que nos juntan
al infinito de lo vivido y por
vivir.
Clementina fue y será siempre
en nuestro andar
un cálido remanso, el reverberar
de un campanario,
el dúlcimo sabor de una confitura,
el regazo de los sueños.
Ha estado y estará siempre en
el interior
de lo que somos como un
diminuto tejerito
que hace aparecer los
amaneceres con su solo silbido.
En su nombre y para festejarla
una vez más
dejamos estas palabras dichas
para ella
en otros octubres de una memoria
que no cesa
ms / 2012
CLEMENTINA TAMAYO
EN EL SOLAR DE SUS SUEÑOS
Cuatro octubres después
el amor sólo ha tejido más hilos
en el tapiz de porvenires
que desde los solares del mundo
siguen construyendo Pío y Clementina
Clementina
Tamayo se nos fue para el solar de sus sueños. Era la última de los Tamayo Rodríguez que aún quedaba
entre nosotros. Tenía 94 años y una sonrisa de niña que jamás perdió. Fue de
alguna manera, la guardiana de los sueños de Pío, de la memoria familiar, de la
vida de aquella hacienda llamada “El Callao” que los vio nacer. Fueron once
hermanos, hijos de José Antonio Tamayo y Sofía Rodríguez. Pío era el hermano
mayor y Clementina la penúltima. Sus cenizas serán esparcidas el domingo 02 de
octubre del 2005 en las ruinas de lo que fuera el solar familiar. Regresa
Clementina a sus predios, a reencontrarse con los suyos, y a soñar desde otros
espacios, la misma ilusión titiritera de un tiempo de solares florecidos.
Clementina, junto con sus hermanas Rita y Flor, contribuyeron decididamente a que la
Cátedra Pío Tamayo pudiera hacerse realidad y que se lograran publicar tres tomos de
sus obras rescatadas, que se inscriben en el hacer del combate por los tiempos
que vendrán. Y con estas páginas se da continuación a la empresa que tiene como
militante principal a Clementina, para seguir la lucha contra todo régimen
negador de la justicia, la belleza, la libertad y el amor. Por ello la sabíamos
preocupada y llena de tristeza. Venezuela sigue, nos dijo en una ocasión, en
los tiempos de los avatares de Pío, y ya no sabemos cuando llegaremos al día de
un porvenir diferente.
Fuimos en su búsqueda hace más de veinte años y desde entonces nos hemos quedado prendidos de su
inmensa ternura. Nos cobijó como hijos y nos fue deshilvanando papeles y rutas
de Pío, que ella reconstruía con verdadero amor, para que no se perdiera
aquella esencia de justicia, libertad y belleza, que la propia madre, Sofía,
les sembrara en el interior de cada uno, desde aquellos días de El Callao.
Nos correspondió editar su libro “Recuerdos de mi infancia en la hacienda
El Callao”, que constituye
un vivo testimonio de un tiempo, un vivir y unos valores que se proyectaron
como código de deberes, al decir de Pío, y como compromiso de solidaridad y
ternura para con todos.
La amamos profundamente. Y hoy cuando regresa a sus territorios mágicos y
encantados, sabemos que no la despedimos, sino que la acompañamos en su
encuentro con Pío, quien la aguarda, armado de una carpa y un papagayo, para
recibirla y llevarla a los suyos, que deben andar urdiendo amasijos en las
nubes y encendiendo fogones en los atardeceres. A ella le escribimos la carta
que adjuntamos, una de las muchas que tuvimos el privilegio de escribirle en
estas dos décadas, y que seguiremos escribiéndole, hasta que una enredadera de
jazmines esparcida por el planeta nos anuncie un tiempo de Píos y Clementinas.
mery sananes
CLEMENTINA EN EL ADIÓS
DE LAS EMBUSTERÍAS MAYORES
Sabíamos que alguna vez habríamos de
escribirte esta carta. Y nos fuimos
aferrando a tu resistencia de caña dulce para ir retrasando ese tiempo. Y como
siempre lo hiciste, fuiste una arbola capaz de resistir todos los vendavales. Y
nos ofrendaste tu infinita sonrisa hasta que los arrullos de la madre y las
titiriterías de Pío te llamaron a reconstruir en el porvenir esa estirpe tocuya
que se hizo horizonte cuajado de luceros aquí en este territorio de la hacienda
El Callao.
Y en verdad, Clementina, que esta carta
la fuimos deletreando a través de los años, porque sabíamos que jamás habría
despedidas, porque quien como tú siembra en el alma confituras de amor, se
queda prendida en el vivir como si estuviese bordada en cada amanecer. Hoy,
sólo venimos a hacer una nueva travesía contigo.
Hace casi diez años dibujaste en tus letras diminutas el trayecto hasta El Callao. Entonces dijiste: “sólo es
el relato sencillo de una infancia feliz, vivida en el campo, en una naturaleza
abierta y generosa, que dejó para siempre su huella, con sabor a miel y la
frescura inigualable del amanecer campesino, saturado el aire con fragancia de
jazmín y brisa del cañamelar.”
Y te convertiste en vasija para contener las mieles y solar para que en él las enredaderas de jazmines no
cesaran de crecer. Tu corazón siempre se asemejó a una alforja de donde
extraías, para repartir a manos llenas, rumores de agua, aroma de pomarrosas,
golosinas fabricadas en una infancia que volaba en rieles de viento y fantasía.
Y tu presencia se constituyó, como la de Pío, en coraza, en vereda hacia los tiempos que vendrán, en gajitos de
porvenir que nos regalas para que ninguna devastación nos confisque la alegría
ni nos detenga el andar. Y ese precioso tesoro que nos entregaste, Clementina,
silenciosa y perseverantemente, a través de todo tu vivir, nosotros lo
prolongamos en nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, como lección
jardinera, para que no se acabe ni se silencie jamás.
Por eso, esta carta comenzó hace mucho y no habrá de cesar jamás, en su afán de bordar cabriolas
de colibrí en tu regazo, manjares de piña y de guayaba, ofrendas de
embusterías, como aquellas que Doña Sofía tejió en las ansias floricultoras de
Pío.
Hoy es apenas una nueva
estafeta. Y me dice Pío, Clementina, que te aguarda
para tus noches una inmensa carpa que él construyó para su Pinochita, hecha de
pie de monte y de brisa, que contiene en su interior un fogón que rebosa
amasijos y un trapiche que destila mieles, y agigantías de amor.
Hoy sólo hemos venido para acompañarte a recoger la risa que dejaste esparcida en estos lares. Y
contigo nos volvemos a ir. Sólo que ahora tienes la tarea, Clementina, de
levantar otra vez la casa, de encender la leña, de poner en funcionamiento los
engranajes de la vida, de volver a escribir la historia que será. Y aquí
vendremos, cada madrugada, a recoger tus viandas aliñadas de panela, para con
ellas en el alma, resistir fatigas y desencantos, desesperanzas y pesadumbres.
Me dijo Pío que fabricó especialmente para ti un papagayo que vuela sin hilo, adornado de cocuyos, y con una
instancia lo suficientemente grande para que quepa en ella tu ternura. Me dijo
que así sabríamos reconocerlo cuando en el dintel de la ventana nos deje sus
mensajerías nocturnas, mientras recorre la cresta de los montes de regreso a su
Callao, otra vez al revuelo de la caña en su afán de hacerse dulcería.
Hoy sólo cumplimos una palabra empeñada, cuando dijimos: “Clementina es así el cauce de agua que
nos comunica lo que fue con lo que será, el día en que los sueños de Pío se
hagan realidad sobre las tierras de los hombres. Ella, junto con los suyos,
vendrá de regreso, algún día, a celebrar la resurrección de las cosechas y la
floración de los nísperos. Ella estará cuando el mundo se convierta en una casa
grande donde todos tengan cabida para el disfrute del trabajo común, del amor
compartido.”
Aún no hemos arribado a ese tiempo. Y seguimos desde la hondura de los pozos artesianos
tratando de restituir el cauce de los hilos de fósforo, que Pío dejó encendidos
como lámparas de tierra, en la noche.
Pero como una hoja que en el invierno se deposita en la tierra tan sólo para comenzar de nuevo su viaje hacia las nubes,
hoy Clementina, sin ataduras que te retengan, emprendes otra vez el recorrido
por la vida en el papagayo de Pío.
Regresas a los territorios de donde, en
verdad, nunca saliste. Regresas con
estatura de montaña, con fortaleza para resistir cualquier vendaval. Regresas
con tu rostro de niña a enamorar otra vez a los pájaros, los espejos de agua,
los maizales. Regresas a poner otra vez en funcionamiento el viejo trapiche y
las notas de una pianola que en su interior lleva retenidos cantos y acordes
que quieren salir adheridos a tus mágicas resonancias.
Regresas a poner orden en las hierbas que acamparon, durante tu ausencia, en las escalinatas de piedra, en el
caminito de los caracoles, en el paso de las chicharras. Vienes a aromar la
herrumbre del silencio con tus inciensos de azahar. A reunir de nuevo la
asamblea de juglares, a levantar otra vez el telón de las hazañas de Pío, a
reabrir las trochas y a reanudar las faenas en los membrillares. Te aguardan
días festivos.
Pero me pregunto, Clementina, en tu
quieta y sencilla sabiduría ¿no será que escogiste este tiempo para armarle a
Pío, una hermosa batalla en sus predios floricultores? Estuviste, como
prometiste, en la celebración de su cumpleaños, cuando en sus arcones antiguos
arribó a cien años de estar sembrando estafetas porveniristas. Y ahora, cuando
sólo faltan días para su viaje, en un hilo de luz, desde Namur de nuevo a El
Callao, y cuando otros creen haber apagado para siempre su lumbre, ¿no será
Clementina que decidiste reunir a Sofía y a todos tus hermanos para recibir a
Pío, mientras Rita pone de nuevo a andar su escuela de música, y Flor prepara
su manjar de piña, y Juan le deletrea la lecciones aprendidas, y Toño retoma
las faenas de la hacienda, y Rosa Eloísa revive los jazmines guardados en el
cofrecito de sus amores?
Conociéndote, Clementina, sabemos que andas en esas tareas. Y podemos escuchar tu alegría y el susurro de tu
respiración, como cuando Pío te montaba sobre las tablas, o cuando Sofía los
acariciaba a todos con sus cuenterías. Y nos alegra acompañarte en tus
travesuras de amor.
Ahora podrás regresar como y cuando quieras, hecha flor o fruto, rumor de agua o canción de los sapitos. Siempre serás
un recadito de amor que se nos siembra en la ilusión.
Y mientras nos toque el turno de venir a ampliar la asamblea de porvenires, que ahora presides,
nos queda la tarea de nutrir el viento, para que no se detenga jamás tu vuelo
aventurero. Y lo haremos, Clementina, navegando en el pozo de azúcares de tus
pupilas, en el bajel de brisa de tu memoria y en el itinerario porvenirista de
Pío.
Para tu viaje hacia el adiós de las embusterías mayores te dejamos una ristra de suspiros y el amor cuajadito en
vagones de eternidad.
mery y agustín
Hacienda El Callao
Domingo, 02 de octubre del
2005
al esparcir los sueños de
Clementina Tamayo
en el solar de su risa