LA CARMEN DINA
DE ENRIQUE ALÍ GONZÁLEZ ORDOSGOITTI
SE FUE PARA OTROS ESPACIOS A LA MISMA
SIEMBRA DE SUS ENTREGAS
Enrique Alí
Hemos estado cerca desde hace muchísimo tiempo. Una
cercanía que poco tiene que ver con reuniones sociales sino más bien con lo que
se comparte, lo que se sueña, la dirección del trabajo que realizamos. Pero si
algo junta a la gente que se tiene afecto es el dolor. Esa herida que de pronto
la vida nos deja, con o sin aviso, pero que nos quita hasta la respiración.
Y cuando supimos que tu compañera Carmen Dina se fue
para otros espacios, y de la larga lucha que libró con su enfermedad, hasta el
instante de tener que hacer su travesía,
nos acercamos a ti más que con cualquier otro gesto, con el silencio que
reverencia, con el abrazo que ofrenda, con el corazón que comparte.
Sabemos bien
que no se trata de acostumbrarse a las ausencias sino de convertirlas en continuación de lo que nos
fue dado recibir. Y conociéndote, Enrique Alí, tenemos certeza de lo que son
para ti las relaciones afectivas, los hijos, la compañera de la vida y el
oficio ucevista, esos hilos infranqueables que son raíces y ramas de un árbol
que aún abatido por los vientos, irrumpe de nuevo con sus hojas.
Y no nos queda sino estar contigo allí, en esa dura
batalla, en esa transición que nos permita de alguna manera avasallar el dolor
que vivimos, para poder recuperar de nuevo todas las sonrisas que aún están
allí, flotando en el aire, adheridas a los hijos, envueltas entre tus manos,
como el más precioso don que recibimos de quienes nos quieren y que dejamos a
quienes queremos.
Y conocemos tu estatura, tu estirpe, Enrique Alí. Y
podemos intuir la entereza de Carmen Dina, afrontando no sólo una enfermedad
que se hizo insalvable, sino una despedida que nunca será tal para ella. Porque
de cuántas formas quedan sus huellas inscritas en la corteza de ese árbol
milenario, en la estructura de sus frutos y de sus florerías.
Tú estás marcado y hecho por ellas como ella lo estuvo
de las tuyas. Y es un bien vivido, una vida que advino con su carga de magia,
de deslumbramientos y de amor. Y es bastante y mucho decir que hemos podido
vivir esos milagros.
Algo que nada ni nadie nos puede opacar ni oscurecer.
Ni aún las noches de menguante, ni esos amaneceres en los cuales la niebla nos
oculta un sol que sabemos que está allí.
Sólo queremos que sepas Enrique Alí lo cerca que
estamos de ti, con nuestras manos extendidas para recoger el dolor que se
derrama de tu naturaleza sensible, incapaz de comprender los avatares que
truncan lo extenso del camino que había que recorrer.
Ahora tienes una doble tarea: doblegar el dolor, sanar
la herida, restablecer la alegría. Hacer de la lágrima el más hermoso reflector
de un arcoíris que siempre dibujará en los cielos la imagen de Carmen Dina,
regresando una y otra vez a cuidar de ti y de los hijos.
Y sabemos que tienes la fortaleza y el temple para
hacerlo. Ahora, en estos instantes hay que dejar que la herida procese su
propia sanación. Sin nada que la apure. Que la lágrima haga su recorrido hasta
reencontrarse con la savia de los ríos. Que el abrazo tome la medida de todos
los vacíos hasta que ella, tu compañera de ayer, de hoy y de siempre, de nuevo
encuentre su presencia allí indoblegable, junto a ti, para sostenerte y
cuidarte.
Desde donde estamos te enviamos herbolarios mágicos,
palabras que aún no han sido dichas, regueros de flores silvestres, corpúsculos
de luz que crecerán hasta hacerse soles sobre tus ojos, y en particular, Enrique
Alí, todo lo que te queremos.
Ojalá que en algo sirva para mitigar la dureza de
estos días, en esa seguridad que tenemos de que hablamos por nosotros mismos y
aún por aquellas ausencias que mañana nos tocará a nosotros dejar.
Y hay que preparar a los que vienen detrás para que
sobreviva siempre la alegría sobre la tristeza. La magia y la memoria de lo que
quisimos ser, por sobre nuestra sola presencia física. Y en el recuerdo estará
la imagen de Carmen Dina, ya en otra dimensión, pero en su misma siembra de
entregas y confituras dispuestas para aliviar estos duros golpes hasta
volverlos recintos de acompañantes de una vida con plenitud de amor y trascendencia.
Mucho te queremos y abrazamos
Agustín y Mery
23 de
noviembre del 2013