desatina la quietud de los estanques
en la cuerda rota de un clavicordio ciego
en el trayecto de un disparo que no cesa
al transeúnte que se detiene en el
vergel de palabras que siembro en
el travesaño de los alpisteros
sobre la dulzura de un albaricoque
o en la escritura del mar que se prende
de los naufragios
de una abuela que lleva mi nombre
enastado en su tristeza
Sé que anclé muchas veces en el cuadrante
mi rostro es un tiempo porvenir cuando
me trepo inadvertida a las pupilas de los
niños que nacieron desde los cristales de
una alegría cantarina y rumorosa
toda demarcación desaparece
y el rostro ya no es más que un horizonte
que mastica la noche
texto y foto
mery sananes
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