En estos días mayores, en los que la historia de los sacrificios hace presencia en la mesa cotidiana, es bueno preguntarse por este tiempo que vivimos, tan plenos de muerte y tan ajenos a resurrecciones.
Preguntarnos por las creencias que se nos vuelven madejas. Por las oraciones que quedan recluidas en el cuenco de las manos. Por la vida que no hemos podido construir.
Por la noche gigante en que hemos convertido este triste y desolado planeta. Y tal vez hasta por la esperanza, la que podríamos edificar, el día que consagremos paraísos en el interior del corazón del hombre y hagamos de la resurrección el ritual de cada amanecer.
mery sananes
Las Pasiones según San Mateo y según San Juan son, con toda seguridad, las obras de arte más grandes que ha producido jamás el espíritu humano. También pertenece a esa categoría la Misa en sí menor. El lector comprenderá que no diga nada sobre esas obras. Cuando las oí cantar –y la Misa no la oí nunca entera, sino en trozos- me pareció como si un mar inmenso se hubiese derramado sobre mí. El coro de la obertura de la Misa, el gran grito del Kyrie eleison, seguido del silencio de las voces, mientras los instrumentos tocan la más hermosa de las músicas, me pareció siempre más allá de toda expresión. No habría palabras para hacérselas comprender a los que no han oído esa Misa y las Pasiones. Las palabras son, pues, superfluas. Estas obras procedían de lo más profundo del alma de Sebastián.
ANA MAGDALENA BACH
Pequeña crónica
Caracas, Ediciones Desorden, 1975.
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