lunes, abril 07, 2014

GABRIELA MISTRAL Y SU TIEMPO DE NIÑOS


GABRIELA MISTRAL
07  de abril de 1889 / 10 de enero de 1957


Hoy Gabriela Mistral vuelve a cumplir años. Y su volar se anidó en  el corazón de los niños. En ese territorio ella se sentía a gusto y con ellos trabajó para que el arte de crecer no se robara sus ganas de mirar hacia arriba, hacia los pajaros que migran, o hacia abajo, hacia donde bulle la vida detrás de las hojas, en los agujeros de las hormigas o en la cubierta seca de una chicharra que canta.

Y no hay lugar más propicio que estas Embusterías para darle a Gabriela casa y cobijo. Porque aquí los pájaros vuelan libremente y los niños son nuestros actores esenciales.

Porque, como ella dice, la gente poco sabe de pájaros, poco o nada, porque sólo saben de yantares y cosas y chismes de la contrada. Pero los niños sí. Los niños pueden seguir por horas el vuelo de un pelicano o la huella de un caracolito de tierra. E imaginar o soñar todo lo que ocurre en ese infinito intervalo de ternura.

Y como dice también Gabriela, porque los pájaros no se pierden, jamás fallan la ruta que les toca transitar. Nosotros, en cambio, andamos permanentemente extraviados. Solemos olvidar los caminos del vivir y nos detenemos en los canjilones, sin darnos cuenta que nos aguardaba una travesía por las pupilas de los niños que aún no han nacido, dejando así pasar inadvertida la vida que nos correspondía vivir.

La voz de Gabriela es la memoria de lo que somos y no logramos alcanzar. Y en estos tiempos aún mucho más devastados que los de antes, es importante que su voz migre hacia todas las orillas en las que haya quien esté dispuesto a seguir su vuelo y a despertar a la vida por construir.

EMIGRACIÓN DE PÁJAROS

Como si nos saludasen
desde lo alto la llegada
a la extremosa región
a la madre más lejana,
viene por los aires altos
como por obra de gracia,
cortando el azul celeste,
la mayor "gente" emigrada.
Vienen, vienen, los pelícanos...



-¿Qué ves, mamá, que no veo
y miras embelesada?

-Para que los veas, párate.
¡Qué lindas recién llegadas!
Son las gentes del mar último,
pelícanos en bandadas.

-Miéntalos, mamá, ja, ja,
ya veo ya la bandada.

-Porque es pura nieve y hielo
la Patagonia extremada,
vienen las aves del mar
en esa cinta azorada.
Tantas son que cubrirían
el potrero, si abajaran.

-Gritan, mamá, gritan todas.
Será que temen y llaman.

-No, mi loquillo, que bajan
gritando por su arribada.
Pero no nos dan el gusto
de oírles bien la algarada.


Conténtate con mirarles
la línea donosa y blanca.

-Pero, ¿para dónde van?
¿Van perdidas y no bajan?

- ¡Qué se van a perder ellas,
mí niño disparatado!
Nosotros, sí, nos perdemos
pero aquéllas nunca fallan.
Bajarán cuando divisen
playa suya acostumbrada.

La peonada ni mira
lo linda que es su pasada.
Las gentes, chiquito, saben
de pájaros poco o nada;
sólo yantares y cosas
y chismes de la contrada.

Bajan, bajan, bajan en vertical
a pastos acostumbrados.
Óyelas en vez de hablar,
mira y no grites, mi niño...
no te pierdas su pasada.
Ahora se oye un poco más;
es que divisan sus playas...

-Cuenta más, cuenta, la Mama.

-Ayunas de calendario,
de señales y de llamada,
las tres o las cinco mil
saben la fecha llegada
y se dan voz de partida
como casta convocada
y suben como llamadas.

Dejan el hielo, la arena
menuda, el nido y las playas,
el sol esquivo y se vienen
hacia la segunda Patria.
Ya se ven más, ya torcieron
el rumbo, como silbadas.
Ellas están advertidas
casi, casi son llamadas.
La mancha se va entreabriendo.
Ya reconocen las playas.
Y ahora es bajar muy recto
y con gritos de arribada.
Bienvenidas a las dunas,
tan dulces y acostumbradas.
Bajan, bajan, bajan todavía...

De Poema de Chile

No hay comentarios.: