viernes, abril 01, 2016

UN PERMANENTE RITUAL DE AMOR



Mi Zaira

Qué decirte que no te haya dicho en esta historia sideral que compartimos, en este ritual de amor que se instala en los días, como un modo inequívoco de ejercer el oficio de vivir.

Tú eres el huerto y yo la jardinera. Tú eres la tierra de donde brotan las cosechas. Yo soy quien las recoge extasiada para devolvértelas en una imagen, un verso o un poema.

Tú eres la arcilla y yo el cántaro que vas moldeando con tus dedos, para que en él quepa el agua que corre río arriba y en los estanques que le ofrecen sus orillas a los barquitos de papel.


Tú eres el cauce por donde fluye la energía que luego esparces como una rosa aromada a los cuatro costados de toda resurrección. Uno es tu discípulo, aprendiendo cada día a descifrar el lenguaje de las ventiscas, el abecedario de los  luceros, el cántico del avestruz  y el murmullo vital que los niños guardan en sus párpados para poder mirar.

Soy como unos de los miles de niños que te tocó atender en el Hospital J.M. de los Ríos, que llegaban a tu regazo desvalidos y vulnerados y tú los devolvías con una coraza de sonrisas, un esperanza en el umbral de sus penurias, un manjar de porvenir en sus pupilas.

Nada distinta soy a quienes han tenido el privilegio de conocerte, de recibir tus dones, de ser recolectora de tus palabras, tus sueños, tus conflagraciones cósmicas, capaces de crear, de un continente a otro, un espacio irisado de vientos protectores y de lluvias aromadas de abrilerías.

En verdad quien eres y lo que haces es escribir una diáfana lección de vida que es un credo, un código de amores sin escritura, pero con señales luminosas que indican de qué barro de sensibilidad estamos hechos los humanos.

No has plantado cercas ni fronteras. Te das a quien se te acerca para enseñarle a recibir y a su vez a convertirse en repartidor de los dones que el corazón trae desde su génesis.

Eres abrazo extendido, regazo sin límites, para que quien se acune entre tus gestos amorosos, se haga amoroso a su vez. Alcance a ese otro que somos para formar esa comunidad humana que requerimos y que aún no hemos logrado alcanzar.

En medio de esta terrible, dura y devastadora prehistoria del hombre, tú invocas el que habrá de nacer de tanta muerte y  dolor que hemos acumulado. Le dices a cada uno que es posible ser cosmos y a la vez aprender a reconocerlo en el ala traviesa de un colibrí, o en las diminutas grietas de un guijarro a quien el agua le ha colocado su rúbrica.

Y con ese equipaje frugal, esencial e invisible nos hacemos aptos para edificar la vida, erradicar lo accesorio e ir al encuentro de los signos vitales del universo, para con ellos irradiarlos sobre esta pobre y triste tierra, hasta que se instale colectivamente un tiempo de y para una verdadera humanidad.

Así te veo, mi Zaira Maga, haciendo del vivir un permanente ritual de amor. Y así te requerimos.

Hoy 01 de abril cumples 96 y al mismo tiempo se da inicio al nuevo ciclo hasta el 2017, cuando cumplirás los 97. La tarea está servida. Aún te falta mucho por hacer, por enseñar, por entregar.

Y a nosotros nos corresponde refundar esa escuela en el interior de nosotros mismos y en cada espacio posible. Tal vez hablamos de esa idealidad avanzada que delineó Pío Tamayo en su código de deberes.

Quizás reinterpretamos a Antonio Machado y su escuela de sabiduría popular. O a ese poeta gigante Juan Ramón Jiménez quien nos dice: no creo en una humanidad conjunta más o menos igualada con estas o las otras facilidades, sino en una difícil comunidad de hombres completos individuales.

Tal vez recogemos a Aquiles Nazoa quien hablaba de los poderes creadores del pueblo. O de la luz con la que pincela Reverón los atardeceres de mar.

Nos toca con Van Gogh moldear desde el vacío huertos de girasoles y sembradíos de lirios. Con Beethoven trasmutar la tristeza en alegría. Y con Bach sacar música desde el país del alma.

Imaginar con John Lennon un mundo distinto. Y con Leonard Cohen encontrar la exacta grieta que dejará entrar la luz que convierta las lágrimas en arcoíris.

Sé que hay una escuela espontánea, sencilla, que anida en los hombres sencillos y puros de corazón. Y que sólo falta que algún día brote colectivamente, en ese Movimiento de Movimientos que le entregue al hombre y a la sociedad, su condición humana.

Y tú perteneces a esa estirpe, capaz de desarrollar la esencia de lo que vinimos a hacer en este punto infinitivamente diminuto del universo. Pero con una energía sin la cual el propio cosmos no podría mantener su armonía.

¿Qué tarea más hermosa podríamos cumplir? Que ese sea el festejo, la celebración, la algarabía, este presente y el porvenir por construir.

Y allí estaremos, copa en mano, brindando por ti. Va con un muuuuucho extendido e infinito.





mery
01 de abril del 2016


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