¿Qué dirán en este agosto padre los pinos
que te cobijan desde hace tanto?
¿Sabrán algo de la larga travesía que
dibujaron tus antojos antes de anclar
en aquellos campos de vides y olivares?
¿O conocerán sólo el tiempo que no tuvo
calendario?
En este agosto de tu nacimiento padre
yo recorro tus días con la prisa del alfarero
que no alcanza el incendio de la fragua
para darle hondura a la arcilla
y regreso a las memorias que no me
fueron otorgadas y a las que me construí
en tu nombre para que las orillas de donde
zarpaste tuvieran la contextura de una
estación para labores de alquimia
¿Qué supe de ti, padre, más allá de aquel
sombrero que giraba en tus manos como un
columpio desvencijado y que sin embargo
contenía toda la tristeza de las tardes que
se quedan sin abrigo?
¿En qué grieta me extravié para no advertir
los vaivenes de un precipicio que te llevaba
donde mi nombre de luna se trastocaba
en espuma sin orilla y sin estela?
Sólo sé padre que el amor se quedó grabado
en aquellas palabras que me inventaste una
mañana de despedidas para que fueran mi
santo y seña en las encrucijadas y los vendavales
y que aún las llevo inscritas como un escapulario
en las horas de pinos florecidos en las que
tú regresas con tu solo equipaje de nísperos
y pomagases que germinaron en una casa
cuya lumbre le estampó a mis días niños
una melancolía que aún persiste
ms / 21-08-09
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