un manjar que las horas le regalan
a los transeúntes
Ella acomoda los atardeceres
para que cada quien se pueda asomar
al dorado de los copos de los árboles
que ya no se ven desde sus aposentos
Ella cose parches con los hilos
de su luz a la tristeza que ronda los
rostros que habitan las esquinas
de sus romerías
Ella adiestra las nubes para que
las lloviznas no agobien las lágrimas
que se anidan en los contenedores
de las pupilas
Ella se extiende como un viento
gigante sobre los tiempos de sequía
sembrándole ciruelos a los solares
en extinción
Su risa cuando ríe es un mar de
oleajes encandilado por peces
que vuelan como pájaros en busca
de un bosque donde depositar
sus trinos
Su nombre en diminutivo
se lo obsequió su padre en un
octubre de cosechas
mientras julia amasaba
un pan de horno cuyas aromerías
se guindaban de las madrugadas
como una enredadera
Ella no pregunta pero en su almacén
de dulzura no hay respuesta que no
escriba con sus dedos fraguados
en las vasijas de las bendiciones
Ella es danielita simplemente
un recinto de amores que se
desbordan como corceles traviesos
apresados en la larga trenza
que recoge la numeración de su temple
y la esencia de su entrega de
azahares y peonías
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