domingo, septiembre 19, 2010

LA CANCIÓN DE VIDA DE LUIS MARIANO Y GUALBERTO

Canchunchú Florido
http://dl.dropbox.com/u/10918402/GIbarreto%20Canchunch%C3%BA%20Florido.mp3


Lucerito
http://dl.dropbox.com/u/10918402/GIbarreto%20Lucerito.mp3

Carta para Gualberto Ibarreto


No sé cuánto he tardado en escribirte esta carta. Son muchos agostos de demora. Pero en este septiembre me decidí a cumplir contigo. Ya no hay ninguna justificación para excusas.

¿Por qué agosto? Porque es el mes de Luis Mariano Rivera y tu nombre, tu canto y tu imagen van unidos al poeta de Canchunchú Florido y a la magia que ha dejado escrita en los luceritos de monte y amor.

Y también te escribo, porque en estos días me puse a hurgar entre memorias guardadas y conseguí un registro que contiene las canciones de Luis Mariano cantadas por tí.

Volví entonces al umbral de los tiempos de augurios y soles que nos piden tocar a tu puerta para que siga abierta a la canción que forma parte de nuestras vidas.

EN TU VOZ LUIS MARIANO ALCANZA
UNA SONORIDAD INÉDITA

Y qué decirte, Gualberto, te escuché una y otra vez y sobre tus acordes eché a volar las palabras. Cómo no decirte que Luis Mariano en tu voz alcanza una sonoridad inédita, como si te hubieras metido en el interior de su cuatro o en el envés de su pecho, para darle esa hondura que él pedía a sus versos y a su música.

Las canciones de Luis Mariano, de versos puros, dulzura y trascendencia sinfónica se desbordan en tu voz y toman el cauce del viento y se siembran en los párpados, se adhieren a la piel y brotan como almácigos que se reproducen como las florecitas sin nombre, a orillas de los caminos, en las faldas de las colinas, en la travesía del agua.

Es como si esa música hubiese sido escrita para tu garganta y que tu voz hubiese encontrado en ese recinto múltiple del canto de Luis Mariano, la medida exacta de su condición.

AMBOS ROMPEN EL SILENCIO

Ambos rompen el silencio, abren compuertas, desisten de cercas y se dan como si de ustedes surgiera un canto colectivo y anónimo que dijera algo de cada uno de nosotros. Fogón o lucerito, semeruco o guácara, paloma de pluma blanca o tucusito, chivita o chacalera, canto de amanecer o plegaria de pescador, todo se conjuga en las florerías de Canchunchú, ese campo de armonía que trae en sus versos toda su alegría.

En cada tonada, Gualberto, tu voz tiene la magia de adelgazarse hasta hacerse susurro o suspiro, de hacer travesía de arroyito sobre las notas, o de elevarse hasta darle sonoridad de tuba, como si la palabra cantada pudiese ser a la vez mano que se agita, murmullo del alba, grito de trabajo o canción de amor.

Entre ambos entregan un testimonio que queda registrado en la memoria colectiva de la historia que aún deberemos inventar y escribir.

Y ese sentimiento, tan semejante al acidito de mi tierra que se vuelve júguito de amor en corazón de alegría, se queda prendido en los territorios en los cuales sobrevive el amor.

Tu voz y la poesía infinita de Luis Mariano dan cuenta de las vueltas que ha dado y tiene que dar el mundo, para constituir una hermosa, profunda y trascendente ofrenda al porvenir.

Mucho se habla y se escribe que hay un canto popular y otro que alcanza un sitial de privilegio, al cual sólo ingresan algunos grandes iniciados en el arte de decir o de componer. Nada más alejado de lo real, porque la creación del hombre no admite encierros, cercas o límites.

Y quien se aleja de ese vuelo ya no puede recibirla porque le han robado la visión, lo han aturdido con ruidos que nada tienen que ver con su capacidad para captar las señales de lo que, viniendo de su propio interior, alcanza la mayor trascendencia.


NO HAY DIVISIÓN POSIBLE EN LA
HECHURA MÁGICA DEL HOMBRE

No hay división posible en la hechura mágica del hombre que logra deslastrarse de los males de su tiempo.

Esa calidad de lo propiamente humano, que aún identifica lo que somos, más allá de las tablas rasas de los especializados en convertir sociedades en estadísticas, seres humanos en rebaños, o en una masa que sólo se identifica por la capacidad de opresión que sobre ella se descarga, aparece en cualquier parte, como los tallitos verdes sobre el gris de los muros, como el sol que regresa irreverente tras cada tormenta, como el gesto amoroso y oferente que se entrega en medio del mayor sufrimiento.

Esa calidad no se restringe a patrón alguno. Desborda el saber que se conforma para que el hombre lejos de reconocerse se extravíe en la ausencia de sí mismo. Sobrepasa la tragedia de una historia hecha de sepulturas y sepultureros. Y brota en cualquier corazón como un engranaje perfecto que aguarda el conjunto del cual prenderse para construir el tiempo inédito del hombre en plenitud.

ESPORAS EN LA BRISA

Algunos hombres, a través de esta historia de los otros, aparecen con las señales, los augurios, los campanarios de la vida que se vive, o de la vida que se ha convertido en muerte, o del vivir que se intuye desde las barricadas del amor. Y desde allí se riega como esporas en la brisa, buscando hacerse raíz en el rostro hermano que aún no conoce.

Sólo que estos testimonios gigantes, estas altas expresiones de la sensibilidad humana que habitan en cada uno, se les cerca y restringe hasta quitarles su fuego y su lumbre. Así es como se les convierte en arte, en material para minorías, que lejos de revertirse en la totalidad de la sociedad, se trasmuta en rara especie de cultos y avezados especialistas.

SUBVERTIR LA PALABRA ACALLADA

Y cuando esa expresión surge con fuerza arrolladora desde los confines del hombre atrapado en su exclusión, la llamada ‘cultura superior’ se agita y se defiende, levanta vallas y muros, para que esa explosión de vida, no subvierta la quietud de los libros en sus estantes, no soliviante las imágenes y los colores detenidos en los marcos, no eche a andar la música más allá de la caja de resonancia de sus instrumentos.

Inventa esa oscura entidad que se llama ‘cultura popular’ y hasta la redime y la premia. Así la mantiene en su lugar y no la confunde ni la pone a cohabitar con los consagrados en el marco de una cultura que convierte el estallido en palabra acallada, la angustia desmedida en teoría literaria, la melodía en compleja trama acústica.

Luis Mariano Rivera es un claro ejemplo de cómo desde un pueblo pequeño emerge un canto que habla por todos los pueblos, de un verso que nombrando la flor, designa todos los pétalos que adornan los caminos, que observando el vuelo del tucusito traza sobre el viento el aleteo de todas las aves.

Pero más que eso, cuando toma el dolor de la mano y lo desenvuelve como si fuese a develar más allá de toda mortaja, el sentimiento que recoge toda la tristeza de las vidas a las que se les ha arrebatado el horizonte, el acorde alcanza la pena mayor de una humanidad en sobresalto.

PALABRA Y CANTO PARA
EL PORVENIR

Y en tu voz, Gualberto, palabra y melodía se disparan como una saeta hacia los cielos ennochecidos por los transeúntes del tiempo. O se dispersan como una llovizna fresca sobre hierbas recién cortadas para que el hombre dondequiera que esté, se detenga a mirar lo que nunca ha visto.

Esa es la magia y el encantamiento. Lo que prolonga y extiende, lo que siembra y recoge, lo que se entrega como una ofrenda floral a la risa del otro, con el anhelo de construir un canto tejido con todas las voces y todos los versos que corren en la intemperie de la vida, hacia un porvenir que aún no vislumbramos.

Y la sonoridad de tu canto, Gualberto, es el recinto que le otorga la movilidad al guijarro que se lanza al río, que le dibuja la profundidad a la lágrima que no se derrama, que le regala la conflagración del corazón al campo de armonías que contiene cada paisaje que el hombre mira con amor.

Y ese don, Gualberto, que te viene de tus adentros, que se acrecienta con tus sentimientos, que se perfecciona cuando modulas cada sílaba como si tu voz fuese el temblor de una flauta, una mandolina que se desliza por todas las ternuras, o una trompeta en tempestad de clarines, es tu tarea y tu deber, tu oficio cantorilero. Y debes cuidarlo, cultivarlo, afinarlo. No lo puedes aquietar, agrietar ni dejar que nada lo dañe.

La sonoridad de tu voz no tiene derecho al silencio y aún te aguardan jornadas de siembra y de rocío, para ayudar a despertar al hombre del letargo de sus ausencias y del lastre de su dolor.

Ese es tu compromiso y tu deber. Luis Mariano te aguarda para que sigas esparciendo sus florerías. Y también la canción anónima y colectiva que, como las florecitas silvestres, aguarda que una garganta como la tuya la siga recogiendo, envuelta en el tamiz de tus torbellinos para llevarla por los aleros de todos los vientos.

Y eso es lo que vine a decirte hoy, con la armonía de tu canto enredada en el corazón y con el encanto de Luis Mariano enlazado en el alma. Con la ilusión de que fructifique, se extienda y te lleve en alguna medida lo que significa la huella que dejas entreverada en la risa que aún estamos obligados a construir y multiplicar.

Y para que rescatemos los tantos Luis Mariano y Gualberto dispersos en este planeta triste que no se apagarán mientras, como dice León Felipe, haya allá arriba en las colinas hombres que observan los signos estelares, que sostienen vivo el fuego prometeico y cantan unas canciones que hacen crecer las espigas. Con esos brotes reforestaremos la vida hasta recomponer colectiva y anónimamente la canción rota del hombre.

mery sananes
septiembre 2010




Publicado en Media Isla el 18 de septiembre del 2010
http://mediaisla.net/revista/2010/09/la-cancion-de-vida-de-luis-mariano-y-gualberto/

Publicado en Embusterias el 19 de septiembre del 2010
http://embusteria.blogspot.com/2010/09/la-cancion-de-vida-de-luis-mariano-y.html


LA NEGRA CIRIACA



GUACARA





EL SANCOCHO



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mery, como siempre tus Embusterías son el agua de fuerza para calmar mi sed.

Cada una de tus palabras, siempre, va envuelta en un sonido, en una imagen, que hacen eco en mi alma.
Esa magia tuya, tan personal, hace que mi espíritu se alce en un cáliz de luz repleto de amor y de alegría.
Simplemente te doy las gracias por despertar en mí esos sentimientos de elevación interior. Z

ACISOI dijo...

guao
Gracias por el regalo no conocía esa
NEGRA CIRIACA
otro descubrimiento
GRACIAS