viernes, enero 28, 2011

EL NACIMIENTO DE LOS COLIBRÍES

Foto de Peter Hoell


De pronto asistimos al nacimiento de unos colibríes y el asombro se aposenta en las pupilas como si por primera vez entendiéramos el mágico proceso de la vida.

Se juntan las mariposas y en alguna parte insurge una crisálida. Dejan las tortugas sus huevos en la arena y un mar de tortuguitas danza en tropel hacia las olas.

Apenas sus alas se posan sobre el espejo de las aguas y dejan allí el secreto de su sobrevivencia.

Sale de su pozo profundo y un canto hermosísimo hace resonar acordes polifónicos en las noches de abril.

Se escudan tras las algas y una sinfonía de burbujas da cuenta de la resurrección de los peces.

En la brisa de mayo la escarcha se trasmuta en polen y un río de florerías tiñe el planeta.

Todo lo que existe en perfecta sincronía con la vida.

Menos el hombre que no alcanzamos a ser.

Porque qué mayor milagro que el niño bailando su alegría en el recinto acuático de su madre, mientras ve crecer sus ganas de ser pájaro, rosa o guijarro de río.  

Y qué alegría más alta que saber que somos constructores de vida, epicentro de la existencia, alfareros de la risa.

Sólo que lo olvidamos demasiado a prisa y extinguimos el suspiro cuando aún no se ha convertido en viento gigante.

Este hermoso regalo que acabamos de recibir es la representación de nosotros mismos.

Ojalá sus imágenes se prendan de las retinas, se adhieran a la irisada piel del corazón, a los recintos del alma, a ver si algún día dejamos que se abran nuestras alas y nos decidamos por fin a emprender el vuelo hacia la humana condición de lo que somos. ms


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