lunes, enero 31, 2011

EN EL PIQUITO DE UN RUISEÑOR


a carmen susana

Dime tierra que te dejé arada
soñando trinitarias
qué hiciste con mi madre
que la devolviste de tu manto
húmedo y fértil a la luz
que ya no le pertenecía

Dime por qué permitiste
que irrumpieran en tu regazo
sin azadon ni semilla
a hollar tus vestiduras
y abrir un pozo que no
habrá de cerrarse jamás

Dime tierra
acaso no sabías que albergabas
en tus surcos la huella infinita
de la vida dibujada en la alada
marquetería de mi madre
mirando siempre hacia el
azul de las aguas más profundas

No entendiste acaso que te dejaba
un tesoro de corales y de peces
un canto marino de soles
abrasadores
una risa que parecía más bien
un oleaje dulce sobre orillas
sin bajeles

Qué hiciste tierra que permitiste
que quebraran las ramas en flor y que
en cambio dejaran las sombras de
una devastación incontenible

Acaso no te avisó la luna que
vendrían manos extrañas a exiliar tu
siembra y dejarte sólo los
despojos de lo que fuiste

Ya no iré a tu encuentro en los días
en que se acuna en el corazón
una nostalgia sin remedio
ni tendré contigo aquellas conversas
en las soñábamos bosques desde
la altura de una rama arrojada a
la hoguera

Ni te dejo siquiera el recuerdo
de la ristra de lágrimas que
allí quedaron regando ausencias

Pero te advierto que me llevo
a mi madre como un día
me la traje tomada de mi brazo
hincada en mi pecho
recostada sobre mi tristeza

Y ahora que la tengo de nuevo
que la liberé de las cercas
que otros le pusieron para
luego quebrantarlas
ahora la entrego al viento
en el piquito de un ruiseñor
para que vaya a esparcir
su simiente en las verdes
hondonadas de un cielo
que nadie podrá aventar

La rescato de tus habitadas
soledades donde aún resuenan
las oscuridades de un naufragio
 y la elevo entre mis dedos a la
altura de las constelaciones
de su nombre
para que desate allí los fulgores
que aún despide su cabellera
de luceros

La devuelvo así a la vida
que no se extingue
 y que renace cada vez
en la risa de los niños que ella
continúa pariendo con sus manos
pródigas de silencios en los que
resuena la cancion del agua
que jamás se habrá de secar

diciembre 2010
ms


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