domingo, enero 02, 2011

EMBUSTERIAS DE PAN DE AVENA




Quién diría que en este tiempo de tus
estaciones advendría una sequía devastadora
de caricias de avena y abrazos de almíbar
para horadar la lumbre de tus días y el frugal
alfabeto de tus madrugadas

Quién podía adivinar que detrás del fulgor
de tus pupilas se abriría un océano de carbones
sin genética para parir fuegos para hornos de pan

Cómo imaginar que en este enero no amanecerían
en tu regazo las golosinas que inventaste para
regalarle al universo el candor de tu dulzura

Quién me habrá de explicar por qué el son
de tu risa se quedó detenido a orillas de una
lágrima que no viertes para no soliviantar la
ajena armonía de las aguas que no se salen
de sus cauces desbordando tristezas de cal

Quién se hará responsable de la ruptura del dique
de tus rizos atrapados ahora en la curvatura de un
rostro tensado como la cuerda de una mandolina rota

Quién quebró tu abecedario de inocencias
tu ristra de ilusiones que regalabas como ofrendas
a los transeúntes distraídos como queriendo
reinventar la vida en medio de la memoria inalterable
de aquellas sepulturas sin nombre ni huella que
enmudecieron la sinfonía inacabada de tus párpados

Quién ocasionó este vendaval de tristezas que hiere
el dolor en su herida ya abierta  hasta acallar
la canción que cada noche derramabas
sobre los sueños niños de tu hacer de confituras

Saberlo como lo sé en la exacta costura
de su atropello en la abigarrada herrumbre
de sus pliegues no mitiga el silencio de este enero
gestado en un abril para parir alegrías como
arroyos en la circunvalación de los días

Y por eso seguiré inalterable en las madrugadas
tejiendo guirnaldas con las nervaduras de una
flor de baile hasta que irrumpa de nuevo
su catedral de luz sobre esta vorágine de improperios
y se entremezclen otra vez entre tus manos los rizos
con las risas sobre la mesa servida de la vida
por todos los eneros que nos otorgue aquí
en la tierra el ciclo solar de las florerías
y en los cielos deshabitados de dioses
el universo de estrellas fugaces que le
dibujan alegres travesías al azul cobalto
que cobija por siempre las noches dúlcimas
de los hijos y los mañanitas resplandecientes
de lumbres de amor y pan de avena


02 de enero del 2011

texto y foto / ms

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