miércoles, agosto 31, 2011
CAMINERÍAS
Antes que el andar
están los caminos que
pueden volverse cautivos
de otros caminos si no
sabemos lo que es vivir
agustín blanco muñoz
serie caminerías
foto / mery sananes
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ABM Caminerías
sábado, agosto 27, 2011
CARTA A PÍO TAMAYO - 1983
Esta carta a Pío Tamayo fue escrita en 1983. Entonces como ahora queríamos romper el cerco de silencio que se ha dispuesto sobre una vida y un pensamiento que están por rescatar en un tiempo cercado de pasado.
Hoy, cuando se pretende quebrantar su voluntad de quedar sembrado en El Tocuyo y trasladarlo al Panteón Nacional, cuando se quiere violentar el silencio al que ha sido sometido, no para aprehender el sentido de su vida, su acción y su pensamiento, sino como una nueva bandera a enarbolar en la triste y vacía historia de los héroes y caudillos, para sumar imágenes al santuario de un tal socialismo, muy distante de la idealidad avanzada que propuso Pío Tamayo, reeditamos esta carta.
Su contenido es un recuento de sus ideales, sus vicisitudes y sobre todo de su decisión de impulsar una historia cuyo centro fuese el pueblo, el colectivo. Ese que lo acompañó, pese a los esbirros gomecistas, cuerda en mano y voz en viento, a la morada que él eligió, sin otro ornamento ni ritual, que su credo de justicia, belleza y libertad.
Ojalá despierte en sus lectores anhelos de conocer a este joven tocuyano que, armado con su idealidad avanzada, y en medio de una tiranía que no le perdonó ni su actividad política, ni su pensamiento de avanzada, supo sembrar en este continente infinitas semillas de porvenir que aún aguardan para germinar.
Sabemos, a ciencia cierta, que cualquiera sea el resultado de la imposición socialista que, con el visto bueno de las oposiciones, permitió aprobar por unanimidad este traslado, de Pío Tamayo al Panteón Nacional, pese a los deseos de sus familiares y a la protesta emitida por la Cátedra Pío Tamayo, Pío hace mucho dejó el ámbito de las sepulturas, de los amurallados canjilones de los espacios estrechos y las conmemoraciones inútiles, para erguirse como lo que fue y siempre será: una instancia para la vida, un proyecto para la sociedad, un código de deberes de ternura para con los suyos, y de entrega permanente a la labor de redención de la humanidad. 27 de agosto del 2011.
Pío
Es como si el mundo se hubiese convertido en una inmensa sepultura. En un oscuro calabozo. Y los hombres hubiesen olvidado que más allá de los muros amanece cada día renovada la vida. Que más allá de los ruidos, la naturaleza desgrana su concierto de hojas y alas. Que más allá del horror están los sueños. Y más allá de la quietud el corazón aguarda el territorio exacto en el que habrá de desplegar su oficio aventurero y peregrino.
Es como si el tiempo sólo hubiese servido para cambiar de traje a los tiranos, de nombre a los carceleros, de rostro a la opresión. El gallardete de la muerte que se quiso aferrar a tu nostalgia viajera, a tu nave de arcones piratas, a tu melancolía colmada de infinitos, se enseñoreó sobre esta tierra, sin que le hubiesen dado batalla. Ya lo habías intuido desde tu combate solitario y desigual. Y lo habías advertido para que se redoblara la pasión libertaria, la aspiración justiciera.
Es como si el tiempo sólo hubiese servido para cambiar de traje a los tiranos, de nombre a los carceleros, de rostro a la opresión. El gallardete de la muerte que se quiso aferrar a tu nostalgia viajera, a tu nave de arcones piratas, a tu melancolía colmada de infinitos, se enseñoreó sobre esta tierra, sin que le hubiesen dado batalla. Ya lo habías intuido desde tu combate solitario y desigual. Y lo habías advertido para que se redoblara la pasión libertaria, la aspiración justiciera.
Pero adivinaste, más que la fortaleza del enemigo, la fragilidad de quienes lo adversaban, y pudiste prever el porvenir inmediato en el cual se acordarían los bandos opuestos y se reconciliarían las ideas en pugna. Por eso, Pío, sé que hoy no sentirías asombro alguno, porque vi muchas veces posarse en tus ojos, como pena de aguacero, la certeza de que los hombres no habían aprendido aún tu canción de guitarra y amapola.
Es como si se hubiese enterrado la esperanza. Y por eso, Pío, hoy he venido a buscarte una vez más, porque necesito las cuatro rosas de tu pecho, la banderola de tu amor, y tu palabra de tallo de maguey, para hacerme viajero de la noche hasta la mañana aurorada en que te encuentre de pie, celebrando la victoria.
Por eso te escribo hoy con la voz oscura de estos tiempos, pero con la dúlcima alegría de haberte conocido, de haberme detenido en tu tristeza, en tu pasión, en tus inmensas ganas de vivir. Y querer prolongarlas, multiplicadas en la vida que otros te inventarán, en la que repartiremos el saco de confetis de tus besos, las canciones que el sol dibujó sobre los ríos claros de tus años y los amaneceres que me construí moldeados desde tu puro corazón.
Pero ¿cuál carta habré de escribirte primero? ¿Cuál he de contestar? ¿La que me escribiste el día de tu partida, cuando recorriste los campos de tu tierra, los azahares de tu huerto, los muros de la vieja casona, el abrazo de la madre, los muebles de tu cuarto, para emprender la aventura de ser un hombre a la medida de tu corazón? ¿O las que me escribías, apoyado en el viejo piano del ‘Júpiter’ mientras soñabas a ritmo de brisa y colibrí? ¿O aquellas en que las letras saltaban al compás de las piedras del camino, mientras conducías camiones relucientes de polvo y metal? ¿O aquellas misivas pequeñitas, escritas a las orillas de los libros que devorabas en la biblioteca de Don Bartolomé?
Recuerdo las que enviaste desde la flor de la caña y la miel de su tallo, donde te colmaste de toda la dulzura que después te fuiste a repartir a manos llenas. ¿Contestaré a aquellos primeros versos en los que amoroso dibujaste versos de azúcar y confituras de amor? ¿O, Pío, a los primeros sonrojos de tu corazón enardecido de justicia, desbordante de libertad? Llevo grabada la dimensión del sueño, la decisión del combate, la convicción honda de que la vida triunfará sobre los tiranos. Y tengo envuelta entre hojas de membrillo y azahares tu mirada limpia, de lluvia y manantial, derramada sobre los tiempos, como una canción que no ha sonado todavía.
Son tantas las cartas. Pío, que es como si hubiesen llegado todas juntas. Como si de pronto una mágica y milagrosa solución hubiese mojado los papeles haciendo aparecer por doquier el trazado nervioso de tus letras. Cartas que me sabía de memoria porque cada noche me las recitaba la brisa. Cartas que algún menguante dejaba en silencio hasta la próxima creciente. Y cartas nuevas, venidas de todos los sitios donde sé que estás, repartiendo besos de caramelo y la rosa de los vientos de tu amor iluminado. Cartas que suenan a espigas que crecen, a zumo de caña que se destila, a vertiente de agua clara.
¿Cuál habré de contestar primero? ¿A las muchas que me escribiste desde cada puerto al que arribaste, cada casa amiga donde fuiste a hacer posada? ¿Desde cada bajel que te llevaba de nuevo, sin rumbo fijo, buscando conjurar los males, dejando la simiente siempre renovada de tu dulzura? ¿O aquellas en que hacías profesión de fe militante, en que entregabas tu pecho, como rosa abierta a los disparos del enemigo? ¿A las del poeta enamorado de todos los amaneceres de la vida?
¿A las del hijo que se detuvo en las embusterías de la madre para inventar viajes nunca antes imaginados? ¿A las del hermano amoroso, las del amigo oferente y solidario? ¿O, Pío, aquellas desgarradas, terribles en que fuiste diseñando la medida de la muerte que otros quisieron entregarte, sin saber que no podrían destruir jamás la canción que salía inmensa de tu corazón?
Ocurre Pío que también mis cartas han ido al encuentro de las tuyas. Y hasta he tomado prestado cartas y versos y palabras que he recogido para enviártelas prendidas de un anochecer, o adheridas a las grietas de los muros, para colarme hasta tus sitios con el olor de los campos. Cuántas no te he escrito, Pío. Cuántos mensajeros no he tenido para hacerte llegar señales de almíbar y cantos de guerra que sostuvieran tu vigilia, acompañaran tus horas. Cuántas veces, Pío, no me doblé hasta los pliegues de los ojos de la madre para junto con ella llevarte o mi modo de quererte y detenerme sobre las neuralgias que se asentaban en tu frente, esparciendo una canción de cuna para tus aventuras.
Cartas arrugadas y dobladas muchas veces para burlar la vigilancia y las requisas. Papeles mágicos y encantados que la alquimia transmutaba en un hermoso mapa de paisajes. Cartas que el fuego enemigo quiso volver cenizas y que convirtió en antorchas. Cartas de amor sin carceleros. Cartas que no fueron leídas ni escuchadas pero que anduvieron en el correaje del tiempo, tocando a tu puerta y a la mía, asomadas en las risas de los niños, en los ojos de la madre, en la melancolía de la novia, en la convicción del combatiente, a orillas de todos los sueños.
¿Sabes? Estuve entre los manifestantes reprimidos de Panamá y entre los rostros de los hombres de pueblo que recorriste, enastada en el pecho la banderola roja de tu amor. Contigo navegué el Mar de Dairén hice travesía por todos los puertos, con tu inquietud de poema comenzado. Te acompañé a las reuniones clandestinas, en las detenciones y las salidas apresuradas. Hice de aprendiz de tipógrafo y me anduve entre los inmensos rodillos que fabricaban los diarios, adherida a tus crónicas, tus reportajes, tu verso submarino y musical. Y contigo me fui hasta las fronteras, buscando una trocha, un piquete, que condujera al centro mismo de la tiranía.
Estuve en tus botas claveteadas de agricultor e hice mi aprendizaje de la vida en las hazañas de las que fuiste floricultor. Estuve mientras se cuajaba el maduro verdor de las sementeras en sazón, entre cañamelares y maizales, haciendo camino de arado, señal de azada sobre la tierra. Estuve en el agua del arroyo que bebió el campesino con sus manos y entre los versos primeros que manaron del Tonel de Diógenes. Estuve junto a ti cuando escuchaste, venida de la cresta del monte, resonar la melodía de la vida que hizo morada en la cima volcánica de tu corazón. Estuve entre los primeros libros socialistas, en las discusiones en las que tu emoción fue dibujando una historia del hombre distinta. Y estuve en tu convicción revolucionaria, en tu certeza de que la decisión significaba una entrega abierta y sin reveses. Y estuve en la alegría que siempre acompañó tu combate.
Estuve en las mismas alas del avión de Lindbergh. Y si no estuve en el cortejo de la Reina Beatriz I, sí estuve Pío en el silencio emocionado que recogió tu verso de indio tocuyo. Y estaba a tu lado cuando te prendieron y te llevaron y te encerraron. Estaba allí entre los estudiantes, en el castillo, recibiendo tus clases diarias, tus charlas al anochecer, tu lección de idealidad avanzada, haciendo de clavo y soporte para el paño rojo de tu carpa. Y cuando te dejaron solo, me oculté entre las telas desgastadas del viejo catre, para acompañar el ritmo de tu tos. Y estuve en el espasmo de tu respiración. Y me escondí en las ampolletas con las que dabas la batalla a las fiebres y las infecciones. Y ¡ay! Pío me aferré a la repisa aquella que se llevaron los verdugos y entre las cenizas eché a correr la pena de no ser fragua y vendaval. Estuve en el Toque de Animas de Alcides. Y me ovillé entre los grillos queriendo hacerlos más livianos.
Estuve sentada a la mesa de tus afectos los 24 de diciembre y nunca llegué tarde un año nuevo para ser mensajera de tus bienaventuranzas. Estaba, Pío, entre quienes prolongaron tu vida con el afecto que te derramaron. Junto a ti, en el banco del parque, donde salías a enviar recados de rocío. En el barrio Namur, bajo un candil que se agigantaba para no dejar apagar tu rumor. Candil que la muerte quiso secar que sólo pudo convertir en fogata. Y estoy, Pío, entre quienes hoy seguimos prolongando por siempre y para siempre tu claro sentido de la vida, tus sueños hechos a la medida del hombre, tus besos de caramelo y tus versos de cañamor.
Prendida estuve entre las cuerdas de tu garganta para sostener la voz rota en la que resonaban aún melodías maravillosas. En la delgadez de tus manos de sembrador y artesano. En el paso rápido de la madre que convirtió tus quebrantos en suspiros de brisa. Debajo de los almohadones que la ligereza de tu cuerpo apenas doblaba. Y estuve de pie entre tus risas primeras, en el gesto que regalaste a la novia y en el amor que ella te entregó como un estandarte que habrías de llevar a donde fueras. Estuve entre las ventanas abiertas por donde te asomaste al mundo. En el ruido de las multitudes, en tu tristeza y en tu esperanza. Signos clandestinos que sólo el corazón sabe descifrar.
Estuve, Pío, en los rayos del sol que se hicieron arcoiris para siempre en la cuenca de tus ojos. En las guirnaldas de flores que trenzó el amor de los campesinos. En la tierra que se hizo surco, nunca sepultura. En el largo llorar de la madre y en el lago vivo que nunca se hubo de colmar. Estoy en el futuro y en el camino que recorres. En la sonrisa con la que venciste el dolor. En la caricia, Pío, de balada. En los horizontes que no se cuajan jamás. En tus deseos infinitos de vivir. En los pechos socialistas que habrán de abrirse en macetas de rosas.
Y por todo eso vine hoy a escribirte, Pío, he venido a buscarte. Porque si otros tal vez quieren ejercer de sepultureros, yo indico los surcos por donde has de crecer una y otra vez. Los sitios en los que estás, altivo el rostro, oferente tus manos, dúlcima tu mirada. Los campos de batalla en los que están junto a los fusiles que disparan y junto a los que tus manos recogen para que sólo sirvan para construir la vida, que no la muerte. En las cárceles y las mazmorras donde tu presencia es arroyo claro y flor de caña. En los campos llenos de sol en los que eres espiga y colmena. En los espacios abiertos, iluminados de luna, en los que eres el amante para los hijos que habrán de nacer, para edificar la vida inmensa. Yo doy tus señas, Pío, para que otros como yo vayan a tu encuentro. Que necesitamos como nunca tu afán aventurero, tu templanza de indio tocuyo y tu dulzura de confitura de merey, para irrumpir en la oscuridad con los hilos de fósforo de tus días de yunque y fogata.
05 de octubre de 1983
mery sananes
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Pío Tamayo
viernes, agosto 26, 2011
EL CORAZÓN DE LOS LIRIOS
En el vértice
de su nacimiento
los pistilos se asoman
a la noche
agitando su cabellera
de miel
mientras sus alas
se despliegan
en filigranas de cuerdas
enmudecidas
por el canto nocturno
de su corazón
en sístole
de enardecidos
floreceres
mery sananes / floreceres
de su nacimiento
los pistilos se asoman
a la noche
agitando su cabellera
de miel
mientras sus alas
se despliegan
en filigranas de cuerdas
enmudecidas
por el canto nocturno
de su corazón
en sístole
de enardecidos
floreceres
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jueves, agosto 25, 2011
AMOR BRUJO
Una rosa
es una mina
de risas incendiadas
por la lumbre del amor
de los arcoiris
agustín blanco muñoz
amor brujo / manuel de falla
ofrenda musical
foto / mery sananes
amor brujo / manuel de falla
ofrenda musical
foto / mery sananes
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miércoles, agosto 24, 2011
DECIRES DEL BESO
Gustav Klimt
Entonces supe
del beso corintio
con que me tocabas
agustín blanco muñoz
serie / decires
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Gustavo Klimt
domingo, agosto 21, 2011
DECIRES DE SOMBRAS
Hoy amanecí
con la sombra
embriagándome
dentro de tí
agustín blanco muñoz
serie decires
fotos / mery sananes
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jueves, agosto 18, 2011
MELANCOLÍA
MELANCOLÍA
Leer en un gajito
naranja del cielo
la carta de amor
que no recibiste
texto / mery sananes
foto / anala 2011
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miércoles, agosto 17, 2011
CUENTERÍAS III
Gustav Klimt
Cuando le preguntaban a Sebastián
por su decisión de morir, respondía
que no tenía tiempo para eso. Pero
un día amaneció sin saber qué hacer
agustín blanco muñoz
serie cuenterías
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martes, agosto 16, 2011
DE LAS PALABRAS - JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
YO NO SOY YO
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo;
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces, olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pié cuando yo muera.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo;
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces, olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pié cuando yo muera.
De Eternidades
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Juan Ramón Jiménez
lunes, agosto 15, 2011
EL TIEMPO ETERNO DE LOS GRILLOS
a jaced
En agosto
¿en qué dirección
giran los peces?
¿Van o vienen
de sembrarle jazmines
al mar?
¿Qué susurros escriben
con su abecedario
de burbujas?
¿Hacia dónde van
a dirimir
los designios del sol?
¿En qué atarraya
de algas y corales
se enredan
sus alas de pájaro?
Sé que perdura en el aire
un frenesí de olas
un aroma de sal que
lame las piedras
un espejo invertido
en el corazón de los
cangrejos
Y aún así el hombre
no recorre
la distancia oceánica
de sus tristezas
ni asciende por la curvatura
del horizonte
hasta la incandescencia
sutil de los bajeles
Remonta sus naufragios
en el suspiro
de un pez espada
y acampa en el desierto
de sus ojos
como un hortelano
de sequías
Por ello en este agosto
a tí
marinero sin isla ni vela
pasajero ensimismado
en el canto sonoro de los
charcos
atrapado sin querer
en la fiereza de los muros
y la estampida de las
perseidas
he venido a traerte
el tiempo eterno de
los grillos
el humus que nace
de los columpios de
la risa
y la alegría brevísima
del niño que atrapa
en sus pupilas
el arrullo de los palomares
y las fogatas que enciende
la luna sobre la copa
de sus asombros
16 de agosto del 2011
texto y fotos / mery sananes
texto y fotos / mery sananes
domingo, agosto 14, 2011
MATEO MANAURE ENCANDILÓ LOS CIELOS DE CARABALLEDA
Foto tomada por Agustín Blanco Munoz
en Caraballeda el domingo 07 de agosto del 2011
El sol se ha empeñado en dibujarle paletas de colores al cielo. En estos días, tan oscuros de nuestro expaís, ofrece una sinfonía de tonalidades, un derroche de pasteles, un lienzo cambiante.
En sus horas recoge los sepias de Armando Reverón, los naranjas de Mateo Manaure, los violetas de Claude Monet, los azules de Joan Miró, y toda la gama de colores que anidan en las pupilas de los niños que sueñan.
Hace unos días nos sorprendió un amarillo tostado, como si Armando Reverón, desde sus talleres cósmicos, hubiese decidido armar un lienzo con la totalidad del cielo y desde allí perfilar sus lineas cromáticas.
Esta vez fueron los Suelos de mi Tierra de Mateo Manaure quienes hicieron aparición como una ofrenda gigantesca a estos tiempos de destrozos y tristezas. Como si de esa amalgama de sentimientos, pudieran brotar las semillas que requerimos para repoblar los suelos de este expaís con florerías.
Mateo Manaure / Serie Suelos de mi tierra
Y esto nos hace pensar que hay que mirar al cielo para leer en él los escritos inmemoriales que dan testimonio de nuestra estructura celeste, de la dimension de la ternura que albergamos, de la noción de raiz que abriga el planeta en su totalidad, de esa genética olvidada, preterida, que nos hace a todos hermanos.
Y que hay que observar los suelos de esta tierra y de todos los territorios donde habita la esperanza de un hombre atormentado, fraccionado y subvertido en su capacidad de ser. Allí en esa lectura profundamente amorosa que le da Mateo Manaure, que le pemitió derramar toda la gama de color en ese sueño de ver la tierra florecer en sus majestuosos primores.
Nada es casual ni por azar en el breve ciclo de la vida en el que nos toca estar presentes. Y estos cielos son escritura esencial para comprender quienes somos.
Ese gigantesco espejo que cada día nos deletrea la vida, hay que mirarlo, masticarlo con pasión, engullirlo con avidez, para que nos revele el entendimiento capaz de aprenhender lo sencillo por encima de la complejidad de todo lo intrascendente. La vida más allá de tanta muerte que se ha enseñoreado sobre estas tierras. La tarea de ser y hacer lo que somos sobre esta pesadilla en la que nos han convertido la existencia, en esta poca cosa en la que hemos devenido, plegados como estamos a cualquier vanidad, horror o desparpajo.
Que no sean los blancos y negros del Guernica de Picasso los que remonten nuestros cielos. Invoquemos ahora los girasoles de Van Gogh, los verdes de El Ávila de Manuél Cabré, los rostros de niños y los cellos de Rafael Franceschi, las líneas geométricas de Carlos Cruz Diez, las paletas de Joan Miró, y todos los que quieran añadir a una lista innumerables de creadores de sueños, y tal vez comencemos a irrigarnos de esas semillas, y comenzar a fundar un tiempo distinto.
mery sananes
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Mateo Manaure
sábado, agosto 13, 2011
CUENTERÍAS II
La semilla confiaba en tener
maticas como ella, sin darse cuenta
que todo nacer tendría como siembra
los crepúsculos que nunca más
volvieron
abm / serie cuenterías
foto / mery sananes
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jueves, agosto 11, 2011
DISPARERÍAS 13
El hombre sin disparos
al fin será hombre
agustín blanco muñoz
serie / disparerías
foto / anala
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ABM Disparerías
miércoles, agosto 10, 2011
ATRILERÍAS IV
Es hora de reinventarle
canales violetas al sueño
porque alguien otra vez negociará
la estampida de los suspiros
mery sananes / floreceres
Dimitri Shostakovich
Sinfonia No. 13 / Babi Yar / 1er movimiento
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Dimitri Shostakovich,
MS Atrilerías,
Palabras de lluvia
martes, agosto 09, 2011
DESPEDICIONES XV - ISADORA DUNCAN
Isadora duncan no
se despidió de sus
hijos porque siempre
los llevó clavados
en su danza de
eterna alumbrería
eterna alumbrería
agustín blanco muñoz
serie / despediciones
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Isadora Duncan,
Ludwig van Beethoven
domingo, agosto 07, 2011
ESPEJIDADES - DE TUS PUPILAS
Si ya no me topo
con el espejo es
porque tus pupilas
dejaron de alumbrar
en mi existencia
con el espejo es
porque tus pupilas
dejaron de alumbrar
en mi existencia
agustín blanco muñoz / serie espejidades
fotos / mery sananes
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HUG
Gustav Klimt
De tus brazos a los míos
un hemisferio gira alrededor
de tu ternura hasta alcanzar
el ecuador de todos los amores
De mis brazos a los tuyos
vuela incesante un naufragio
de besos que miden la exacta
geografía de tus perplejidades
Y allí en ese espacio sagrado
donde se cumple a cabalidad
el rito de la simiente
la vida insurge más allá de
todo maleficio
para dejar escritos en la
corteza del alma
los vocablos en re de una
sinfonía que no concluye
mery sananes
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MS Libro de los Chipilines
viernes, agosto 05, 2011
LAGRIMERÍAS IX
La que se siente no es
la lágrima que se llora
sino aquella que se nos
vuelve un rondó de
cuerdas para despedidas
mayores
Camille Saint Saens
agustín blanco muñoz
serie lagrimerías
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Joshua Bell
jueves, agosto 04, 2011
ATRILERÍAS III
Un espacio para guindar al sol
palabras de lluvia
Si alguna vez nos fue dado
vislumbrar el torrente de la vida
cómo entonces cercar
el espacio en pólvora del viento
foto y texto / mery sananes
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MS Atrilerías,
Palabras de lluvia
miércoles, agosto 03, 2011
ALMACIGUERÍAS - BEETHOVEN
Cuando vemos
crecer el despertar de
nuestros almácigos es porque
está en crecimiento nuestra
fantasía para coro infinito de amor
agustín blanco muñoz
serie almaciguerías
serie almaciguerías
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Ludwig van Beethoven
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